ERMITA DE SAN BARTOLOMÉ DE UCERO Templarios en el Cañón
Ángel Almazán
Textos entresacados de sus obras "Por tierras de Soria, La Rioja y Guadalajara" (Sotabur, 1997) y "Guía templaria soriana y el enigma del río Lobos" (Sotabur, 1999). Reproducido con permiso del autor.
En un meandro del río Lobos, protegida por cantiles enormes, con el buitre leonado como vigilante eterno y psicopompo desde la época celtíbera, con una enorme cueva donde oficiar los Misterios de la Magna Mater, y asentando sus cimientos en la firme roca, se encuentra uno de los Centros del Mundo más misteriosos de Europa: la ermita de San Bartolo, antiguo templo del monasterio templario de San Juan de Otero. Todo él es de sillería, para que las energías sutiles no se dispersen y puedan concentrarse y favorecer a todo Peregrino del Alba que busque la Gnosis.
La actual ermita es heredera de una abadía de la que se tiene documentación a partir de 1477. Anteriormente, y según la tradición, debió ser la iglesia del convento templario de San Juan de Otero, tal y como afirmaba el historiador de la diócesis, Juan Loperráez, en 1788.
Tiene este templo muchas similitudes con San Juan de Duero (Soria): planta en cruz latina, hastiales rematados en triángulos, románico tardío y protogótico. La fecha de construcción parece ser del primer tercio del siglo XIII y algunas marcas de cantería delatan manos aquitanas en la labra de los sillares. El magnífico crismón del ábside nos está indicando igualmente que la iglesia fue construida por una cofradía de los Hijos del Maestro Jacques que perdura hoy en Francia con el nombre de Compañeros Pasantes del Deber, y por tanto el templo que estamos contemplando formaba parte de los Mil Caminos de Santiago con una particularidad esencial: era además un Centro del Mundo con todo el telurismo y el simbolismo necesario para que el Espíritu atravesara el cuerpo y el alma de los Adeptos.
El nombre de este convento y su ubicación en la tierra de Soria figura en una bula del Papa Alejandro III, despachada el 10 de Octubre de 1170, siendo citada posteriormente por Francisco Rades de Adrada (1572), Argote de Molina (c. 1588), Pedro Rodríguez de Campomanes (1747), Juan de Mariana ( 1789) y Santiago López (1813). Ahora bien investigadores hay que dudan de su ubicación en San Bartolomé de Ucero; el último ha sido Gonzalo Martínez Diez, que localiza San Juan de Otero nada menos que en el cerro de San Juan, en la mojonera de los términos de Peroniel del Campo, Tozalmoro y Mazalvete. La falta de documentos ha dado pábulo a diversas localizaciones. El entorno de la ermita ha sido habitado desde la Edad del Bronce. Nos encontramos, por tanto, en una zona milenaria de hábitat humano, como corresponde a este paso natural entre la vega del Ucero y el alfoz de Lara. Pasaje estratégico que fue utilizado en uno de los "Mil Caminos de Santiago". Lo recóndito del enclave y la función estratégica y de peregrinación que tenía el Cañón debieron ser, junto con otras circunstancias, las razones que impulsaron a los monjes guerreros de la Orden del Temple a establecerse en este enclave equidistante de los dos puntos más extremos de la geografía peninsular, los cabos de Creus y Finisterre, como descubriera años atrás Juan García Atienza.
Posteriormente
el segundo Maestre de Calatrava, Frey Fernando Escaça, entra en pleito con Frey
Hermindo, Maestre del Temple, por los bienes y la herencia de Frey Fernando
Núñez de Fuentearmegil (entre Ucero y el Burgo). La resolución quedó en manos
del obispo de Osma y del Abad de San Pedro de Cardeña (Rades de Andrada).
Los bienes
referidos eran herencia de su padre Nuño Garcés de Fuentearmegil y su esposa
Teresa Fernández "por donde parece
(conforme al tiempo y a los apellidos) que este Frey Fernan Núñez fue hermano
de Pero Nuñez de Fuentealmexir, de quien se trata en la Crónica General, y de
quien descendió Pero Núñez de Avellaneda, señor de Aza y de Iscar".
Así conocemos el nombre del único caballero templario soriano conocido
documentalmente.
Entre 1169 y
1170, tuvo lugar el conflicto entre Calatrava y el Temple por fray Fernando
Núñez de Fuentearmegil, ya muerto y que hacía tiempo que había profesado en el
convento de San Juan de Otero. Por tanto, en 1150 estaba ya en plena
utilización -Gil González Dávila-. La teoría más aceptada es que se encontraba
en el actual emplazamiento de la ermita de San Bartolomé.
También podría
haber ocupado la cima donde se asienta el castillo templario de Ucero (mediados
del siglo XII según Florentino Zamora). Tras fundarse el señorío, los
caballeros del optaron por buscarse otro lugar más tranquilo para sus ritos
místicos. Es la ermita de la antigua abadía de San Bartolomé, así llamada desde
al menos 1477 según un documento antiguo en el que consta su existencia (150
años tras el final del Temple).
En San
Bartolomé de Ucero aflora un simbolismo templario fuera de toda duda tanto en
la escultura como en los signos lapidarios. Se trata de una obra protogótica
del siglo XIII, hacia 1225, contemporánea de San Polo de Soria, según J. Mª
Martínez Frías y J. A. Gaya Nuño. Se encuentra en uno de los Centros Mágicos de
la Península Ibérica, en pleno corazón del cañón del Río Lobos, hoy día Parque
Natural. En este enclave, con la sola mirada de los buitres leonados y las
águilas reales, los Templarios pudieron llevar a cabo sus ritos esotéricos
iniciáticos, a la par que crearon todo un simbolismo tradicional en la
estructura arquitectónica del templo, así como en los canecillos y en los dos
pentáculos invertidos dentro de un círculo en forma de mandala que esconden, a
su vez, diez corazones, y cuya interpretación hay que acudir al sufismo y a la
alquimia que exportaron desde Tierra Santa.
Tres santos se conjugan en el lugar: Santiago apóstol, San Bartolomé y San Juan. Del primero, que acogió el simbolismo iniciático de Hércules e incluso de San Miguel Arcángel, hay dos leyendas. Una dice que donde se cayó la espada allí fue edificado el templo, y otra indica que saltó con su caballo y una huella de la herradura quedó insculpida en la piedra.
Por otro lado el crismón del ábside es el emblema más característico , junto con la "Pata de Oca", de la cofradía de constructores "Hijos del Maestro Jacques" (Santiago en francés), que perdura hoy día en Francia como "Compañeros Pasantes del Deber". El Crismón, en sí, ofrece un rico simbolismo y característico de los "Mil Caminos de Santiago", sobre todo del "Camino Francés". Por si esto fuera poco, en el altar mayor de la ermita de San Bartolo está representado iconográficamente Santiago Matamoros, cuya festividad se celebra el 25 de julio, es decir, un mes y un día después de San Juan y un mes antes de San Bartolomé, eje de una romería el 24 de agosto.
Curiosa es tal coincidencia, como lo es el hecho de que la advocación a San Juan no aparezca por ningún lado de la ermita y, sin embargo, sí haya perdurado la presencia de los otros dos santos, cuyas fechas conmemorativas en la liturgia católica suceden mes a mes a San Juan Bautista, el que bautizó a Cristo en el Jordán (la ermita, no hay que olvidarlo, está junto al río Lobos).
El evangelio de San Juan - el único esotérico de los evangelios canónicos - fue muy querido por el Temple, como también aconteciera entre los cátaros, gnósticos y alquimistas. San Juan Evangelista y San Juan Bautista son el Jano latino en el esoterismo simbólico y se vinculan al simbolismo solar, cual fue la "mística" templaria. Curiosamente, en un canecillo situado sobre la capilla meridional, puede observarse la figura de un pulpo que, astrológicamente, está asociado al signo zodiacal de Cáncer y, por tanto, al solsticio de verano, según René Guenón. Además, la etimología griega de "lobo" se relaciona con la luz y el lobo fue un animal emblemático de Apolo, dios hiperbóreo de la luz.
En el simbolismo tradicional pueden invertirse los sentidos interpretativos. No es por ello extraño que investigadores diversos, entre ellos Manuel Nonídez García, M. Ángeles Salinas y Alejandro Aylagas Mirón, consideren que el topónimo "otero" se refiere a un otear espiritual, dirigiendo la mente y las funciones psíquicas hacia el alma, a lo que hoy llamamos inconsciente personal y colectivo.
Nonídez y Salinas afirman, además, que en la noche de San Juan se ve desde este enclave la constelación Sagitta (La Flecha) señalando al norte el camino de Santiago. Asimismo, declaran que si se unen diferentes Ermitas e iglesias de la zona con líneas rectas conforman figuras similares a las constelaciones de Sagitta y Cynus, luego podría hablarse también de un "otear" astrológico, según estos autores. Pero la clave cabalística del topónimo "otero" se encuentra, a mi juicio, en su raíz latina, altarium, que significa altar, de ahí que, dado el simbolismo esotérico templario, se pueda afirmar que San Juan de Otero no es otra cosa que "Altar de San Juan".
Podíamos encontrarnos, no obstante, con dos lugares diferentes que respondiesen a San Juan de Otero. El enclave de la actual ermita de San Bartolomé, con su río al lado, "Cueva Grande" y telurismo de la zona, sería el "Altar de San Juan", es decir, el sitio escogido para algún tipo de iniciación esotérica de la mística solar templaria. Por contra, San Juan de Otero exotérico podría haberse situado -como afirmaba florentino Zamora Lucas- sobre el cerro u otero que domina a Ucero y en el que se construyó el castillo (posiblemente templario durante un tiempo) y la Ermita anexa, hoy prácticamente derruida.
Asimismo, la presencia templaria se ha preservado en la parroquial de Ucero, donde puede verse un Cristo Templario (como así es conocido) aunque es, al parecer, del s. XV. En su fachada puede observarse una estela en la que puede advertirse la forma de una cruz templaria. Además, la propia parroquia tiene la advocación a San Juan.
Las claves esotéricas son pues, variadas. A las ya dichas hay que agregar el simbolismo iniciático subyacente del patrono de la Ermita, San Bartolomé, que está representado en un bajorrelieve del altar mayor. San Bartolomé era uno de los pocos santos que honraba por todo lo alto la Orden del Temple, como así lo indica el artículo 78 de la Regla establecida por S. Bernardo de Claraval. Según Juan García Atienza hay otros 10 lugares en España con enclaves templarios donde aún se festeja a San Bartolomé, de quien se dice que fue desollado vivo, lo cual nos esta advirtiendo sobre una vinculación simbólica con la serpiente, que está dotada de un simbolismo tan complejo como fascinante y vinculada a los "lugares del poder". Más pistas nos las aporta el propio topónimo del Cañón, puesto que el lobo era uno de los tres grados iniciáticos en las Cofradías de Constructores, como sucedía con el mono. Pues bien, nos encontramos en el Cañón del Río Lobos y en la ermita veremos varios canecillos con figuras de lobos y alguno con la figura del mono. Además, el lobo era el animal emblemático del dios ligur Lug, del que se ha encontrado una estela en Uxama (a 15 kms.)similar a otra hallada en Suiza (Lugoves). Además, el telurismo del lugar nos remite esotéricamente a los "lugares del poder-Lug". Asimismo, el propio topónimo de Ucero podría derivar de Lug, puesto que ha sido muy común la desaparición de la "L" en la toponimia derivada de Lug, como afirma Louis Charpentier. También podría derivar Ucero de "Lucero", redundando así en la toponimia griega de "Lobo", y vinculándose esotéricamente con Apolo.
Continuando con las principales claves esotéricas que nos muestran la huella templaria en este templo, hay que hacer una mención muy especial a los óculos de los hastíales norte y sur que configuran dos mandalas iniciáticos de primer orden , con sendas estrellas invertidas de cinco puntas que dan lugar a un pentágono central y están entrecruzados por diez corazones, enmarcado, todo ello por el círculo protector. La "quintaesencia" alquimista está crípticamente representada en estos mandalas. El pentáculo invertido, curiosamente, aparece en una estela de San Polo, en Soria, donde hubo templarios nacidos en Almazán, El Burgo y Soria, como atestigua un documento templario del s. XII, según Maria Elena Sainz Magaña. Este pentáculo es la pentalfa, invertida, de los iniciado pitagóricos.
Hay otro gran sello templario en el interior de este templo y repetido en tres sitios diferentes: unos grabados idénticos a un "graffiti" que realizaron en la torre del homenaje de la fortaleza francesa de Chinon diversos altos cargos templarios que fueron encarcelados allí en 1308, un año antes de morir en la hoguera. Por otra parte, el simbolismo numérico tan apreciado en el esoterismo occidental desde Pitágoras, se encuentra plasmado en San Bartolo de forma reiterada. Y, por si esto fuera poco, y para despejar toda duda que hubiera acerca de la adscripción templaria de San Bartolo, en el primer capitel interior de la izquierda de la puerta de entrada se encuentra labrada la más criptográfica de las cruces templarias, la "Cruz de las Ocho Beatitudes", que se halla dentro de un círculo rodeado de rombos, motivo geométrico que coincide con el pavimento del presbiterio de la iglesia octogonal templaria de la localidad francesa de Laon, y que recuerda a la bandera dualista templaria.
Los canecillos sugieren numerosas interpretaciones simbólicas: Géminis, Tonel alquímico, Pareja Iniciáticas, Laberinto, dios Pan... El sexo masculino y femenino están claramente labrados en la parte inferior de la enigmática hache en cuña del canecillo situado entre la cabeza de un templario y la del lobo, en el centro de la primera hilera de canecillos de la portada. La transmutación de la sexualidad, no lo olvidemos, fue uno de los objetivos de los alquimistas y de numerosas sociedades secretas esotéricas. Y la "H", según el gran maestre masón Robert Ambelain, es el anagrama de Hiram, el maestro constructor del Templo de Salomón al que se remiten las Cofradías Medievales de Constructores.
La planta de la ermita es de cruz latina, parecida a la de San Juan de Rabanera, en la capital, pero sin bóveda del crucero y cimborrio, al existir una nave principal con un Cañón seguido muy apuntado, como reseño Gaya Nuño. El exterior es protogótico y el interior es más románico, a excepción de la bóveda de ojivas con plementos apuntados del ábside que es plenamente gótica, según J. Mª Martínez Frías. Fue construida en el primer tercio del s. XIII bajo el mecenazgo y guía de la Orden del Temple con canteros tal vez aquitanos como dejan entrever, según Teodoro Ramírez, diversas marcas de cantería.
Es muy
conveniente fijarse bien en la verdadera Biblia de símbolos iniciáticos que se
pueden constatar en sus canecillos. Además, se cuenta que hay dos glyptografías
parecidas a las que Jacques de Molay -el último gran Maestre del Temple- y los
que le acompañaron a la hoguera, grabaron en la torre de Chinon, en París. Existe
un canecillo interior en que aparece la Cruz de las Ocho Beatitudes, misteriosa
y portadora de un alfabeto oculto, que se encuentra junto a dos cabezas de
caballeros templarios y una grupo de rombos.
La temática de
los canecillos es enorme: números sagrados, laberinto, el hermafroditismo del
alquimista, parejas iniciáticas, silencio, bafomet, Pan. Un tesoro para acceder
al conocimiento del conocido como Arte Sagrado:
Hay dos
hastiales. El que sigue la dirección norte-sur soporta dos óculos abocinados de
tres arquivoltas circulares concéntricas. La exterior está decorada con 66
estrellas de seis puntas de diamante intercaladas con bolas. En el centro de
este rosetón románico se encuentra una enigmática celosía calada, de tracería
musulmana según Gaya Nuño, J. A., en la que confluyen entrelazados diez
corazones con una pentalfa y el lógico pentágono interior.
Su presencia
remarca numéricamente la importancia simbólica del corazón. Y según el origen
musulmán de estas celosías, la mejor referencia nos la da el más importante de
los sufíes medievales, Ibn-al-Arabí, murciano nacido en 1165 y muerto en el
1240. El corazón ('qalb') es el órgano del verdadero conocimiento, la intuición
comprehensiva, la gnosis ('ma' riga') de Dios y de los misterios divinos, en
resumen, todo lo que puede abarcarse con la denominación de esotérico ('ilm
al-Bâtin')...
La palabra
"corazón" proviene de la raíz indoeuropea KRD, que significa corazón,
pero también, centro o medio. En el Nuevo Testamento leemos que el Reino de
Dios se encuentra en el corazón, mientas que san Clemente de Alejandría concibe
a Dios como "corazón del mundo". Angelus Silesius afirmaba en el
siglo XVII que el corazón es templo y altar de Dios, y que puede contenerle
enteramente. René Guénon, en su obra Símbolos fundamentales de la Ciencia
Sagrada, resume el simbolismo tradicional del corazón indicando que representa
el centro del ser integral, y nos pone en la pista de que cada centro
espiritual ha sido designado como "Corazón del Mundo". "El
corazón es esencialmente un símbolo del centro, ya se trate, por lo demás, del
centro de un ser, o, analógicamente, del de un mundo, es decir, en otros
términos, ya se coloque uno desde el punto de vista "microcósmico",
ya desde el "macrocósmico"". Para diversos teólogos medievales
el corazón era un símbolo del tabernáculo e incluso del Arca de la Alianza. Una
de las imágenes más utilizadas en la iconografía del corazón es la de la letra
Yod en su interior así como las referencias orientales su éter. Guénon nos
desvela el simbolismo implícito en ello, que cobra especial importancia para
desentrañar este rosetón mandálico de San Bartolomé puesto que los 10 corazones
rodean y crean la pentalfa y el pentágono, imágenes de la quintaesencia y del
éter: "Lo que reside en el corazón no es, pues, solamente el Éter en el
sentido propio del término: en tanto que el corazón es el centro del ser humano
considerado en su integridad, y no en su sola modalidad corpórea; lo que está
en su centro es el "alma viviente" que contiene todas las
posibilidades que se desarrollan en el curso de la existencia individual, como
el Éter contiene todas las posibilidades de la manifestación corpórea o
sensible (...) Lo que reside en el corazón, desde un primer punto de vista es
el elemento etéreo, pero no eso solamente; desde un segundo punto de vista, es
"alma viviente", pero no es únicamente eso tampoco, pues lo representado
en el corazón es esencialmente el punto de contacto del individuo con lo
universal o, en otros términos, lo humano y lo divino, punto de contacto que se
identifica, naturalmente, con el centro mismo de la individualidad (...) Desde
un enfoque supraindividual se dice que en el corazón reside Brahma, el
principio divino del cual procede y depende enteramente toda existencia y que,
desde el interior, penetra, sostiene e ilumina todas las cosas. El éter en el
corazón expresa, por tanto, "el conocimiento del corazón" en su
identificación con el "conocimiento divino" (...). Pero aún hay otro
simbolismo vinculado crípticamente al corazón puesto que éste era representado
en Egipto por un vaso o una copa que, en el simbolismo geométrico tradicional
se expresa mediante un triángulo con el vértice hacia abajo y la base hacia
arriba, e inclusive con dos que se tocan en el centro por medio de sus
vértices. Y el simbolismo del corazón como vaso o copa nos conduce directamente
a uno de los símbolos sagrados legendarios de la Edad Media: el Santo Grial.
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