Me resulta muy difícil dar comienzo a este resumen porque evalúo la cantidad de conocimientos que he tenido que adquirir a lo largo de estos años, y se que son conocimientos que desaparecieron del legado de la humanidad hace casi cinco siglos, y que sin ellos (y aquellos que lean este texto estarán en ese caso) es casi imposible seguirme.
No son conocimientos mágicos, ni esotéricos, ni misteriosos pero casi es como si así lo fuesen; son conocimientos matemáticos. Lo que viene a significar algo así como “el coco” para la gran mayoría de lectores potenciales. Por tanto voy a prescindir de ellos, voy a explicar mis conclusiones finales y a decir poco más o menos que “esto es así porque tengo detrás unas matemáticas que lo avalan”, pero aquellos que quieran conocer esas matemáticas tendrán que esperar a que aparezca publicado mi trabajo al completo.
¿Y qué es lo que tengo que explicar? muy sencillo. Tengo dos puntos sobre la superficie de la Tierra donde hay constancias arqueológicas de que en uno de ellos estuvo la Orden del Temple, y en el otro unos hombres barbudos que se cubrían la cabeza con una especie de capucha.
Pero tengo más, tengo las pruebas de cómo el primero de esos puntos detalla las coordenadas del segundo en un sistema de coordenadas que no es el de la longitud y latitud actuales, si no el que utilizó Colón y que nombra en el prólogo del “Libro de la Primera Navegación” más comúnmente conocido como el "Diario". Y tengo un mapa del siglo XIV que me dice como se viaja del primer punto al segundo, utilizando las mismas notaciones que se dan en los enclaves arqueológicos del primer punto. Si todo ello no vale como prueba definitiva de que la Orden del Temple partió de Canarias para asentarse en la zona del lago de Nicaragua y atravesar el continente americano hasta el Pacífico, creo que nada servirá al respecto; dejemos que la Iglesia tenga sus propios santos y la ciencia sus santones.
Comencemos por la Gran Canaria, una de las
muchas pinturas rupestres que allí han encontrado los arqueólogos nos muestra dos hombres
corriendo delante de un perseguidor, donde es posible que el segundo haya sido
alcanzado por algo que le ha destrozado la cabeza con una especie de “rayo” que
parte de la mano derecha del que los persigue.
La segunda, vuelve a mostrar otra huída, pero
prestemos atención a la manchita que aparece en la parte inferior izquierda de
la figura; la ampliare más adelante.
La tercera, ya no es una huida, es una "O" que
parece vertical y una mano con un dedo extendido en una dirección determinada y
con 4 letras donde puede leerse la palabra “lido”. Hay que prestar atención a
la parte inferior de esa “i” y a la flecha (de los arqueólogos) que señala el
N. La cuarta muestra ampliadas las dos zonas en
las que había que fijarse en las figuras anteriores. ¿No existe una semejanza
real entre esas “manchas” y el subcontinente americano?.
Veamos ahora el significado de esa extraña palabra “lido”. Se puede ver que está separada en dos partes perfectamente diferenciadas, por un lado “li” y por otro “DO”. Pero “li” es una partícula conocida desde
antiguo, en concreto desde que publiqué “el legado de Bencomo”. El Atlas Catalán
de 1375 tiene dibujadas innumerables islas, pero únicamente dos “Illa” la
primera la Tapróbana que por un “error” Cresques rotuló como “Illa Trapobana” y
no tenemos mas que leer ese rótulo en sentido hebreo o musulmán (de derecha a
izquierda) para darnos cuenta que lo que ha escrito es “ana bo part al li”. La segunda es la isla de Jana que el judío rotuló
como “Illa Iana” con lo que leído en el mismo sentido que el anterior tenemos “anai
al li”. Así que buena parte fue al “li”
y fue
al “li” es lo que se puede deducir de los rótulos del Atlas Catalán,
exactamente lo mismo que me está diciendo la pintura prehispánica de Gran
Canaria. Bien es sabido que los mallorquines estuvieron durante el siglo XIV bastantes
años en las Islas de Canaria, y que incluso se llevaron a siete aborígenes que tornaron
convertidos en frailes franciscanos dispuestos a evangelizar a sus antiguos
compañeros. De todas formas, eso no nos resuelve el
significado de “li” aunque si nos fijamos en la quinta vemos que hay en el Atlas Catalán
una isla que recibe el nombre de Lucay (curiosamente Colón llegó a un islote de
las Lucayas) pero que leida en sentido inverso nos dice “licani 51”, podemos
tomar como “cani” el sentido de “hasta el can” y volvemos a tener delante
la partícula “li” y justamente en números romanos LI se corresponde con el 51
que se señala en dicho rótulo. Por lo tanto parece que el “can”, está entre dos
números 51. Pero can, aunque Cresques lo haya declinado
como un latinismo hay que tomarlo como un catalanismo: “ca’en” y eso en castellano no tiene una traducción exacta. Es el
conjunto de personas y propiedades que tienen un vínculo entre ellos, algo
similar a los antiguos “clanes” medievales donde existe un señorío patrimonial
marcado por un territorio y una relación entre todos los elementos humanos que
tienen una relación de dependencia con el señor, sean o no sean familia. Así, un clan medieval nos da una idea de un
“can”, pero también un monasterio o una encomienda templaria y Cresques es
perfectamente consciente de lo que está escribiendo cuando entre los dos números
griegos “LI” sitúa la palabra “can”: encomienda, donde podemos tomar las
acepciones del Diccionario de la RAE: 3. f. Dignidad dotada de renta
competente, que en las órdenes militares se daba a algunos caballeros. 4. f. Lugar, territorio y rentas de
esta dignidad. Pero eso no coincide con otra pista que nos
proporciona el inefable judío mallorquín autor del Atlas; tanto en la Tapróbana
como en Jana existe la ciudad de “Malao” es decir “M a la O” que traducido
directamente del catalán nos llevaría a “M
en la O” ó “M en el 0” y la M en
romanos sabemos que es el millar. Pero los números romanos no eran los únicos
que utilizaban el alfabeto para designar cifras; los números griegos también se
escribían utilizando las letras del alfabeto jónico y en dicho sistema numeral
el valor de la M (mu) es de 40. ¿Y cuanto vale “LI”?, la L se asimila a la
lambda con valor 30 y la I a la iota con valor 10, así que 30+10 son 40 un
valor idéntico a la M. Ya sabemos entonces que “LI” que es lo
mismo que M tiene por valor 40 y que “cani” tiene por delante y por detrás el
valor de M. Pero la segunda sílaba de nuestra pintura,
la que finaliza con el comienzo de la manga que acaba con la mano y el dedo
señalador es “DO”, y sabiendo que se están utilizando números griegos ya es
sencillo puesto que la D es asimilable a la delta con valor cuatro, y el cuatro
con el cero detrás vuelve a ser cuarenta lo que es asimilable nuevamente a la
letra M. Por tanto la pintura rupestre nos dice M, M o lo que es lo mismo 40,
40. Y desde luego Cresques no podía ser ajeno a esta simbología, ahí está en
pleno Mar Océano la isla M, M. Pero además, nos debemos de fijar
en esa especie de V que une ambas letras. El resumen es que desde Canarias, más
concretamente desde El Hierro y en dirección al Poniente hay que seguir una V
donde cada rama de la V es un arco de círculo máximo de la esfera con 40º de
longitud total, así que se navegarán siguiendo ambos arcos de circunferencia un
total de 80º. Pero la ciudad de Malao nos decía que M en el 0, y aquí es donde
hay que recordar la conferencia que expuse para la O.S.M.T.J en el castillo de
Oropesa, donde decía que Ramón Llull explicaba que existía una navegación muy
particular de tal forma que cuando se viajaban 4 unidades sobre una de esas líneas
de la V se debían de contar 3 sobre la línea de levante o poniente, línea que
pasaba por el puerto de salida, es decir por el origen, por el 0. Esta es la navegación que se deduce del "Diario"
colombino como ya expuse en mi libro “La ruta T y D”, así que si se navegan 40
+ 40 grados por las dos ramas de la V, sobre la línea de poniente se deben de
contar 30 + 30 grados es decir un total de 60º sobre lo que Colón llama Línea
del Lestegüeste. La séptima muestra la línea de navegación y la Línea de Poniente así como el triángulo
esférico rectiángulo que permite calcular la longitud geográfica conocidas las
latitud del puerto de salida y lo navegado sobre la Línea de Poniente. Pero las medidas que acabamos de descubrir
son medidas que están sobre un plano, escritas en una carta de navegación, así
que tenemos que calcular el valor real sobre la superficie terrestre, y los 60º
se nos trasforman en 63 9/17º aproximadamente 63,5º si nos quedamos con la
parte entera nos dan 63º ¿Cuál es la última casilla del “juego de la oca”? En un
artículo publicado en la revista «MAS ALLÁ» en el mes de mayo del 2002
explicaba yo las relaciones existentes entre dicho juego y la ruta que llevaba
hasta el continente americano partiendo de El Hierro. Cuando se opera para
calcular en las coordenadas geográficas actuales el punto final de esos aproximadamente
63,5º tenemos: (84,267º W.; 12,079º N.) un punto que como se puede ver está en
el interior de Nicaragua cercano a la población de Guadalupe (una de las cinco
que hay en ese país). En la costa atlántica se puede ver una
pequeña esfera roja dibujada por mí y que corresponde, según mis cálculos, al
lugar donde Colón llegó en el Primer Viaje, punto muy cercano a los 63º que
marca el final del juego de la oca. El lago Nicaragua tiene la propiedad
curiosa de que es único en el mundo porque allí viven tiburones blancos de agua
dulce, y desemboca al Caribe por el río San Juan, cuyo cauce es de
aproximadamente 200 Km. de longitud y una caída total de 30 m; río que podría
ser navegable hasta el propio lago. En el cuarto viaje colombino, no financiado
por Castilla, Colón “peina” las costas de Nicaragua y Panamá en busca de un
paso hacia el Pacífico, y en 1510 el Católico, aunque ya Vespucci había negado
la existencia de dicho paso, le envía juntamente con Vicente Yañez a Nicaragua
en su búsqueda. Pero todavía nos falta una pintura rupestre
por analizar, la octava, en ella vemos claramente una cruz del Temple y debajo lo que parece ser una
figura antropomorfa.
Pero hay que situar las flechitas de orientación en la
misma dirección que las otras figuras, así que si suprimimos las rayas
horizontales y verticales nuevamente nos encontramos leyendo en el sentido que
marca el gancho en la parte inferior de la figura: “DO” y a continuación un
signo + que evidentemente significa un nuevo DO y vemos a un barco de un palo único
con el trapo recogido navegando hacia levante tal y como explicaba Llull. Por
tanto todas las figuras que he expuesto hacen referencia a la Orden del Temple,
a su persecución en Gran Canaria y a su huída hacia DO, DO, o lo que es lo
mismo M, M. En Nicaragua, próxima al lago de tal nombre
existe la serranía de los Chontales, allí hay restos dejados por una cultura
precolombina que son únicos y singulares dentro de todas las culturas
precolombinas encontradas en el país, y al fin y al cabo los aborígenes lo único
que hicieron es dejar fotos en piedra de aquello que veían, unos hombres con
una tela que les cubría el pelo y las orejas, pero que sin embargo dejaba ver
luengas barbas como las de la décima. Como dije al principio, tenemos una
presencia de la Orden en Gran Canaria que tuvo que huir como consecuencia de
una persecución en la propia isla, en esa huída dejó un rastro que fue recogido
poco tiempo después por los mallorquines y plasmado en el Atlas Catalán, y en
el punto de destino que señala el propio Atlas o los mensajes rupestres, nos
encontramos con las “fotos” de unos hombre con barba y capucha. Unos hombres
singulares e inexistentes en otras partes del país. ¿Puede alguien dudar de que
el Temple no llegó hasta allí?. Pero hemos aprendido, quizás, una cosa más
y es como utilizaba la Orden los números griegos lo que evidentemente le era
muy útil para “camuflar” cifras dentro de palabras con lo que podemos hacernos
una idea del sistema que utilizaban para saber las disponibilidades de fondos
de cada peregrino, bastaba con que aprendiesen una frase, un rezo, y allí
quedaba la cifra. Evidentemente la oración cambiaba en cada peaje del camino. José Antonio
Hurtado García. 4 de enero del
2003.