Catedral de Córdoba, antigua Mezquita: Fachada Si, a primera vista, el tópico “segundas partes nunca fueron buenas” se
cumple en numerosas ocasiones, es difícil encontrar excepción más oportuna a
esta regla que la repetición periódica de los viajes iniciáticos, aquellos que
nos llevan al encuentro con la sabiduría que los antiguos maestros filósofos
fijaron a la piedra de las catedrales, al lino de los cuadros o al cuero de los
pergaminos. La última ocasión en que he disfrutado de tan deliciosa excepción ha
sido en mi segunda y reciente visita a Córdoba, con la excusa de la exposición
de obras del Califato Omeya, pero con el autentico deseo (ahora lo veo claro) de
volver a rozar las piedras de la Mezquita, de sentirme desaparecer, una vez más,
entre el baile poligonal de los estucados de la Sinagoga y convertirme en el
aire que vibra por las cuerdas del violín de un Judío
Klezmer. Con las segundas y posteriores visitas a estos centros sagrados, el
buscador gana autoconfianza al comprobar que el avance esforzado siempre logra
algún fruto, más o menos humilde, según la ocasión y así hallamos nuevas
interpretaciones, nuevas intuiciones, respuestas que en la anterior ocasión no
encontramos y nuevas preguntas que jamás se sospecharon y, por supuesto, ante la
riqueza de este tipo de monumentos, se descubren nuevos símbolos que, por el
cansancio y la falta de tiempo, no es posible observar de una sola
vez. Entre los nuevos símbolos encontrados en esta ocasión mencionaré cinco,
que entiendo quedarán resumidos a cuatro, al finalizar este
artículo: El primero es la presencia de San Rafael presidiendo la simbiosis entre
la Catedral y la Mezquita, en la plaza adyacente. Descubrimiento que no lo es
tanto, pues lógicamente no me pasó inadvertido en mi primera visita (aunque sólo
sea por el tamaño del Arcángel), pero en aquella ocasión lo interpreté
erróneamente como San Miguel. Ahora he comprobado que se trata de San Rafael,
“Triunfo de San Rafael” para ser exactos, representado con una vara en la mano
izquierda y señalando con la diestra “casi” a la Mezquita. Dejemos a San Rafael
con “su vara” en este punto y continuemos peregrinando por el recuerdo de los
nuevos símbolos, antes de que éste se deforme y
diluya. Catedral de Córdoba, antigua Mezquita: Torre del Campanario El segundo, quizás el más sorprendente para mí durante estos días, ha
sido la presencia, en la Mezquita, de círculos solares o rosas, con una “S” con
clara forma de serpiente en el centro de los símbolos circulares, sobre los
capiteles de las primeras columnas que, por la entrada actual a la Mezquita, el
buscador encuentra. A juzgar por el tono de la piedra y el estilo de la talla,
no parecen ser una de esas superposiciones castrantes que el catolicismo añade
con su irrupción posterior. Meditando acerca del resto de simbología que
encontré por la Mezquita, no hallé pista alguna que me ayudara a satisfacer la
gran curiosidad que sentí: ¿Figurativismo en un templo musulmán? ¿Rosas solares?
¿Serpientes? Destaca, además, que sólo se representan sobre los típicos
capiteles corintios en los que las hojas son auténticas cabezas de cobra
(califales creo que se llamaban, aunque ahora los recuerdo cúbicos y no como el
clásico cono truncado invertido) y por cuatro veces se repite el mismo símbolo,
una por cada cara del cubo que corona el capitel del que nacen las nervaduras de
los arcos. Llama la atención, si se me permite el aparte, la evolución del arte
musulmán en nuestra península, donde encontramos pequeños guiños al
figurativismo continuamente. Catedral de Córdoba, antigua Mezquita: Interior La tercera sorpresa llegó al acercarme a las vitrinas en las que se
exponen los restos de relieves visigodos desenterrados de los cimientos de la
Mezquita. Camuflados, desapercibidos, como el que irónicamente se distrae con el
vuelo de una mosca para no ser descubierto entre la masa, encontramos un
muestrario de distintas representaciones del Crismón pero sin la “Ro”, es decir,
como si al Crismón le quitásemos el pequeño círculo que forma la característica
“P” de la “Ro” griega. Me intrigó la forma con que se representó cada uno de los
tres trazos del Crismón, siendo algo así cada uno: >o<, dos cuñas más
estilizadas que éstas, con un círculo en el centro que las une y variando la
posición respecto de mi ejemplo, de tal modo que dos de estos signos formarían
la X, con un tercer trazo vertical sobre el aspa. En otro de los relieves sólo
se representa el trazo vertical, pero al tener esta forma de cuñas contrapuestas
sería suficiente, a mi entender, para presentir la unión de contrarios, la
“chispa” en su centro y el aspa, si atendemos al conjunto. También pude ver el
antiguo relieve que se tallaba en las lápidas, las dos tibias cruzadas y la
calavera en el centro, símbolo de todos conocido, pero volvamos a abordarlo a la
luz de los nuevos conocimientos que en el camino acumulamos: El aspa, en cuyo
centro se alberga la Chispa, el Hijo Divino, el Tercero... un aspa que es muerte
en este caso (dos tibias cruzadas) y un tercero representado por la calavera y
recordemos los ritos celtíberos en los que la calavera es el recipiente sagrado
que contiene todos los misterios, algo así como el Grial y pensemos en Santa
Teresa, nacida y criada en el núcleo duro, irreductible, de la tradición
celtíbera: el oeste y noroeste de la península (aun hoy pueden seguirse los
rastros de la tradición entre los ritos gallegos) y os invito a recuperar en
imágenes interiores uno de los signos favoritos del Carmelo, las tibias cruzadas
y la calavera, con la leyenda: “Ecce Viator”... ecce viator: éste es el camino.
Sin cruces: con aspas; sin madera: con hueso; sin corderos, ni soles, ni fuegos:
con calaveras. Y aún más hacia el oeste, en Salamanca, de un libro abierto surge
una calavera y sobre ella un “anfi-bio”, un ser doble y verde, dos en uno. Y
recordemos a aquellos que, en busca de la última gran utopía, se desterraron al
más radical de los “oestes”, aquellos que perseguidos por su ideología se
hicieron al mar, al caos primigenio, al reino sin leyes del que todo nace,
enarbolando una bandera negra con dos tibias cruzadas y una
calavera. Catedral de Córdoba, antigua Mezquita: Techo del Mihrab La cuarta sorpresa fue descubrir las mismas serpientes, en forma de “S”,
dentro de signos circulares sobre los capiteles de las columnas de un templo
romano, encontrado bajo los cimientos de Córdoba. ¿Cómo es posible hallar el
mismo símbolo, exactamente igual, separado por más de mil años, en dos
religiones tan distintas? ¿Qué pasa con la serpiente bíblica? ¿Qué es lo que no
nos han contado de todo esto? No lo sabía, no pude encontrar la respuesta hasta
que, leyendo un artículo de Ángel Almazán, leí las siguientes
frases: Así, por ejemplo, la misma S que hay en la parte inferior de la P (Árbol
del Mundo y Eje del Mundo) pudiera interpretarse igualmente como el fuego oculto
que anida en la raíz de este Árbol (como la serpiente nórdica en la raíz del
árbol Igdrassil, del que saldrá la humanidad del nuevo ciclo), equiparable, en
el microcosmos humano a lo que los esotéricos llaman Kundalini (serpiente, en
sanscrito), que reposa en el chackra-rueda del Muladhara (el sefirot Malkuth de
la Kabala hebrea) presto para alzarse serpeante por el canal etérico central,
Sushuma.. Y curioso es advertir, a este respecto, que de Agni se decía que tenía
un andar sinuoso como serpiente (20). En el Saankaracarya Cintamanistava hindú
se puede leer sobre la Kundalini (21): "la Esposa que entra en la Vía Real
(Sushumma), reposando en ciertos lugares (Chakras) que encuentra, y besando al
Esposo Supremo, un beso del que surgen olas de
néctar". En ambos templos, Kundali ha ascendido hasta la cumbre del capitel, donde
el fuste penetra el comienzo del arco y donde nacen los puntos de apoyo de
bóvedas y cañones...¿Hace falta precisar más acerca de la analogía entre la
penetración de la energía celeste y terrestre, respecto de las formas de
despertar a Kundali en las filosofías védicas? No, yo creo que no. Y qué diremos
del Crismón, con una serpiente a los pies del eje vertical, ¿Deberán ser más
gráficas las palabras? Tampoco lo creo. Por lo que a mi respecta, las preguntas
que me surgieron sobre el significado del símbolo quedaron despejadas con dicho
párrafo, no así la duda racional acerca del hilo temporal...¡mil años de
diferencia! Un templo romano vinculado a un templo musulmán ¿Qué es esto?. Justo
el párrafo anterior al insertado más arriba, que yo coloco en segundo lugar, me
dio la respuesta: ¿Los crismones tallados por las cofradías de constructores medievales
estaban revelando un conocimiento del carácter universal de algunos símbolos así
como de un origen primordial común para las grandes tradiciones religiosas...?
Podría ser así, máxime si se tiene en cuenta que estas cofradías tienen como
antecedente los Collegia Fabrorum del imperio romano , y que durante la Edad
Media el mundo islámico también estuvo presente entre las cofradías de
constructores cuyos componentes islámicos podían conocer leyendas y mitos de más
allá del Oriente Medio. Catedral de Córdoba, antigua Mezquita: Detalle del Tesoro Bien, al menos hay alguien más que sospecha una transmisión de
conocimientos secretos entre los constructores del Viejo Continente, como poco
desde la época del Imperio Romano y para mí la existencia de este símbolo, en
ambos templos, supondría una prueba irrefutable de tal continuidad. Sin embargo,
a la prueba fáctica (la existencia del signo en ambos templos) se le opone una
contraprueba racional: ¿Cómo puede pasar inadvertida una organización que posee
conocimientos ancestrales, camuflándose, era tras era, en las sucesivas culturas
que han colonizado estos lugares y desarrollando una labor tan importante como
la construcción de templos? Porque cuando uno quiere pasar inadvertido se calla,
no destaca, no hace nada público y notorio... pero claro, construir la Mezquita
de Córdoba, no es precisamente un actuar discreto. ¿Cómo es posible que no quede
constancia del hilo temporal que une a unos constructores con otros? Esto sigo
sin entenderlo, salvo que la contraprueba pese más que la prueba y tal
continuidad en el tiempo no exista, surgiendo como hipótesis más racional, pero
no por ello más cierta necesariamente, la posibilidad de un origen común para
ambas hermandades de constructores, por ejemplo: lazos de ambas culturas con el
subcontinente indio, irrumpiendo por dos veces la mística de la India en
Occidente ¿Pero si este símbolo (y su sentido) fue redescubierto por los
místicos y constructores del Islam de las fuentes originales de Oriente, por qué
no lo tallaron en otras ciudades? ¿Por qué en Córdoba, donde precisamente este
símbolo ya existía en otro templo muy anterior? ¿Es una mera coincidencia?
Dejaré las preguntas tan huérfanas como lo están para mí. De todos modos, quizás
no sea importante creer o no creer, comprobar o no comprobar la existencia de
estos maestros sucesivos, sino que a lo mejor lo importante es “creer en sus
obras”, más que en sus personas, como dijo aquel que dejó que la humanidad le
grabase todos sus arquetipos en la carne de su cuerpo, haciendo de sí mismo la
piedra en la que los demás tallamos y desbastamos. Catedral de Córdoba, antigua Mezquita: Capilla del Ángel Custodio Pasemos a la última sorpresa: En la Iglesia de San Francisco, siguiendo
en Córdoba, encontramos un cuadro en el que dos brazos, clavados a una cruz, se
cruzan en forma de aspa, un brazo lleva ropa negra y el otro es de una piel muy
clara y desnuda, siendo evidente su interpretación. En una hornacina, a la
derecha del altar, nos encontramos una Virgen negra con “vara de peregrino”
sobre una luna de plata y a la que algún grupo de romeros ha donado, a modo de
exvoto, una figurilla de peregrino con botas de montaña y “jersey” de cuello
vuelto. No incidiré en que este tipo de representaciones marianas suelen pisar
una serpiente aunque sí reiteraré mi idea, repetida en otras ocasiones, de que
Isis, el Arbol Sefirótico, Virgo y la Virgen María son la misma “cosa”, con lo
que no importa que en esta ocasión no pise, además de a la Luna, a una
serpiente, porque a estas alturas ya todos sabemos que la está pisando, aunque
el escultor no nos lo quiera decir. Además, debo señalar un cuadro muy simbólico
a la derecha de esta Virgen, en el que se ve a la humanidad ardiendo en el
infierno; sobre la humanidad Cristo, con la cruz a cuestas, pisa uvas en una
prensa y unos ángeles, que recogen el mosto que sale de la cuba, lo derraman
sobre los hombres que consiguen ir saliendo del infierno, ascendiendo por una
escalera y Dios Padre, mientras tanto, aprieta el tornillo de la prensa en la
que las uvas y Su Hijo (o quizás todo el conjunto) son exprimidos y destaca que
los personajes más alejados de la escalera de la salvación, que arden en el
infierno, son reyes y obispos. La representación de la Virgen con una vara y la
simbología alquímica me hizo sospechar que me encontraba en un lugar importante
de peregrinación, que desconozco. Concluyo repasando y resumiendo lo escrito: a un templo visigodo se le
superpone un templo musulmán y a éste un templo católico-romano, suplantaciones
que se repiten a lo largo de todos aquellos lugares que han sido reconocidos
como “centro sagrados” y que podemos encontrar repartidos por todo el Viejo
Continente ¿Qué importancia tiene este lugar? Por otra parte, la desconcertante
figura de la serpiente dentro de un círculo se repite tanto en la Mezquita, como
en el templo romano y la serpiente nos lleva a la cábala y a las tradiciones
indoeuropeas acerca del nacimiento de Ignis y la cábala nos lleva a la alquimia
y la serpiente nos recuerda, con su color verde, a la “Obra” una vez más.... y
la alquimia y la persecución de la filosofía perenne (la que une todas las
expresiones simbólicas, con un presentido origen común) nos lleva a buscar y el
que busca peregrina, como los que antes que yo llegaron a la Iglesia de San
Francisco y colocaron su exvoto y como San Rafael, con esa vara, parece llegar
caminando hasta los muros de la Mezquita. Y si los cinco símbolos creí que se
podrían resumir a cuatro, ahora veo claro que no son más que uno, pues a cinco
preguntas le corresponden cinco respuestas y entre todas suman diez, que no es
más que Uno, Él, el de siempre, Uno Mismo. Que la paz del buscador nos encuentre en el
camino.
Algunas fotos de la Mezquita de Córdoba |