LOS MANUSCRITOS DEL MAR MUERTO©Juan Pablo Benito DanésEntorno geográficoAl este de Jerusalén sale una carretera que desciende paulatinamente hacia la orilla noroeste del Mar Muerto o Mar Salado, atravesando un pequeño grupo de montañas y colinas denominadas montañas de Moab, eufemismo para un grupo de alturas que no llegarán a los 500 metros. Bajar hasta la orilla del Mar Muerto es descender por debajo del nivel del mar y, al decir de algunos que han estado allí, se nota un aire denso, pesado. Sin embargo, la tranquilidad, la calma circundante, se hacen sentir. Justo antes de que la carretera principal tuerza hacia el sur para dirigirse, paralelamente a la orilla occidental del lago, hacia Masada, aparece una pequeña meseta con ruinas y excavaciones: se trata de Khirbet Qumran –Ruinas de Qumrán-. La distancia a la carretera es de un par de centenares de metros hacia arriba, y a dos kilómetros de la orilla del Mar Muerto.
Las ruinas son pobres y dejan una impresión escasa en el visitante, a no ser que uno vaya muy empapado de expectativas y leyendas sobre el lugar e, impulsado por la inercia, rodee lo que le ofrece la vista de un halo romántico y misterioso. Se trata de unas bases de paramentos y algo más –un par de plantas con paredes muy gruesas- correspondiente a una torre de vigilancia y de defensa. Existen restos de cisternas, de hornos y forjas, paredes, senderos y canales para la distribución de agua procedente del riachuelo cercano, llamado Wadi Qumran, que discurre a escasos metros. Qumran está sobre una terraza de marga arcillosa y arena que rompe su límite en el lado suroriental por las quebradas dejadas por la erosión. En una de esas quebradas, a pocos metros de las ruinas, se distribuyen unas aberturas o boquetes en la pared y en el suelo de la colina. En la mayor parte de los casos están modificados, pero los comentarios de los primeros en pisar ese suelo en las prospecciones arqueológicas, se dirigían a la irregularidad y estrechez de los mismos. Sólo unos pocos permitían el paso cómodo de una persona. Descendiendo por la terraza unas decenas de metros se encuentra un cementerio con unas mil doscientas tumbas. Cada tumba está señalada por un pequeño cúmulo de piedras alineadas. Prácticamente todas las tumbas, y sus alineaciones de cantos, están orientadas de norte a sur. Hacia el norte, siguiendo una senda medio asfaltada, y a una distancia de aproximadamente un kilómetro se encuentra un kibbutz, bautizado Kalia. Consta de algunas dependencias y un par de escuelas para los niños. Los habitantes no serán muchos y fluctúan. Está algo aislado y tiene vigilancia periódica. En los campos de alrededor deambulan todavía algunos rebaños de cabras, ovejas y camellos, pastoreados por algún que otro beduino. En realidad, hasta la construcción de un par de carreteras de la zona, esos, los beduinos, han sido los únicos transeúntes de la región, pues en muchos puntos ésta resulta inaccesible. Siendo territorio palestino desde siempre, esta zona
pasó a depender de la corona británica por mandato de la Sociedad de Naciones
tras la derrota de Alemania en la Primera Guerra Mundial. Este mandato expiraba
en 1948. Tras su finalización, una reunión del Consejo de Seguridad de las
Naciones Unidas aprobó la creación, en su lugar, del Estado de Israel. La zona
de Qumran pasó a depender de Jordania. Tras la guerra de los Seis Días –en
1967-, con el resultado de la expansión israelí a toda Palestina, el sur del
Líbano, y la península del Sinaí, las ruinas pasaron a depender de Israel,
situación que se mantiene en la actualidad.
Descubrimiento e historia de los primeros rollosComo ocurre con otros aspectos de los manuscritos del Mar Muerto, algunos ofrecen divergentes opiniones y tratamientos: recopilación, traducción, catalogación, publicación, etc. También el descubrimiento de los rollos invita al ejercicio de la imaginación, pues existen casi tantas versiones de la misma como conocedores de primera mano tuvo. Aquí parto de la que ofrece Pedro Gringoire –Los rollos de Qumran, Edamex, Ciudad de México, México, 1993-basada en la del Dr. John C. Trever –Escuela de Teología de Claremont, California, USA, según su libro The Dead Sea Scrolls: A Personal Account, Eerdmans, Grand Rapids, 1977, Michigan, USA-. Salpico de datos recogidos en otros dos libros: El Escándalo de los Rollos del Mar Muerto, de Michael Baigent y Richard Leigh, Martínez Roca, Barcelona, 1992; y Textos de Qumrán, de Florentino García Martínez, Trotta, Madrid, 1993. En el invierno de los años 1946 y 1947, un beduino llamado Yuma Muhammed Jalil –que, según el autor referido, tenía sueños de buscador de tesoros- se percató de dos agujeros que existían en la ladera de una grieta cercana a donde apacentaba a su rebaño. Se acercó a ellos y lanzó una piedra ante la obscuridad que encontró. Su sorpresa fue debida a un sonido sordo, de rotura de barro, procedente del interior. Llamó a sus compañeros de pastoreo, Jalil Musa y Muhammed Ahmed el-Jamed –alias ed-Dhib (el lobo)-, todos ellos de la tribu beduina llamada Ta´âmireh. Como caía la noche, y a la mañana siguiente tenían que salir para Ain Fesna para abrevar a los animales, se quedaron a dormir para explorarlas un poco a la vuelta, un par de días después. Pero ed-Dhib decidió explorar por su cuenta un poco antes del amanecer, mientras sus compañeros dormían 1. Ed-Dhib se coló por el agujero y se adentró en la gruta. Encontró, alineadas contra la pared, diez tinajas de barro. En dos de ellas había dos envoltorios y un amasijo de cuero sin enrollar 2 –probablemente El Comentario de Habacuc, la Regla de la Comunidad, y el rollo completo de Isaías-. Los otros se enfadaron con ed-Dhib y le dieron de lado, teniendo en cuenta que, además, era el más pequeño de los tres. Los rollos durmieron unas semanas en el campamento de los Ta´âmireh, al sur de Belén, hasta que Yuma y Jalil los ofrecen, junto con las tinajas, en marzo de 1947, a un anticuario de Belén llamado Ibrahim Iya. Éste se los mostró a un colega llamado Faidi Salahi. Al no obtener venta Yuma le retira los manuscritos, aunque le deja las tinajas, y los muestra a un conocido suyo, cristiano sirio ortodoxo, de nombre George Ishayá Shamún. En la conversación se inmiscuye un jerarca de la tribu Ta´âmireh llamado Alí Sub que propone enseñárselo a un anticuario llamado Jalil Iskander Shajín –de sobrenombre Kando-. Éste aceptó vender los rollos llevándose una comisión del tercio de venta. El sirio cristiano informó al abad del convento de San Marcos de Jerusalén, Athanasius Yeshua Samuel, metropolitano o cabeza de la Iglesia Jacobita siria en Palestina 3. Poco después, sobre mayo o junio, los beduinos llevan a Ishayá a las cuevas, aunque no sacan nada de ellas. Vuelven de nuevo, unas semanas después, y cavando someramente en el piso de la cueva, encuentran otros cuatro manuscritos 4 –otro ejemplar de Isaías, los Himnos de Alabanza y Gratitud, La Guerra de los Hijos de la Luz contra Los Hijos de las Tinieblas, y el Apócrifo del Génesis, también llamado Rollo de Lamec, por una inscripción que aparecía en su exterior- los cuales llevan a Kando 5. Pero éste, al ver difícil su venta, sólo se queda con uno –probablemente el Apócrifo del Génesis- 6. Ya a finales de junio, Yuma y Jalil venden los otros tres manuscritos que aún poseían a Faidi Salahi, junto con dos tinajas, por 28.35 $ por manuscrito y 0.8 $ por tinaja. A mediados de julio 7, tras conseguir una cita, los dos beduinos junto con Ishayá se dirigen al convento para tener una reunión con el metropolitano. Llegaron tarde y el conserje del convento no los espera, así que los despide con cierto desdén. Pasadas dos o tres semanas, Kando 8, por cuenta del metropolitano, compra a los beduinos los cuatro rollos por 97.20 $, quedándose para él la tercera parte 9. A partir de ese momento, algunos beduinos se interesarán por la localización de más rollos, transitando con tranquilidad por la zona de las cuevas, pues Palestina se encontraba inmersa en una fase de guerra civil entre judíos y árabes. Samuel, convencido de la antigüedad de los rollos, inicia una serie de contactos para intentar validar esa conjetura. Empieza con un sirio ortodoxo llamado Esteban Jana Esteban, que los desprecia por falsificados. Otro que duda sobre su autenticidad es el padre Marmardyi, de la Escuela Bíblica de los Padres Dominicos de Jerusalén –École Biblique et Archéologique Française de Jérusalem, financiada por el gobierno galo-. De la misma institución, habla con el padre J. Van de Ploeg, quien reconoce el rollo de Isaías, pero les adjudica un nacimiento sobre la Edad Media. Otro miembro de la Escuela Bíblica, L. H. Vincent, también duda de la autenticidad de los manuscritos. Durante el mes de agosto –según la obra de Baigent y Leigh, ver más arriba-, Samuel empareja a George Ishayá y un sacerdote de su monasterio y les encomienda la misión de acudir a Qumrán y excavar para encontrar más manuscritos. Realizan amplias excavaciones, casi siempre de noche –pues sus actividades son ilegales- y encuentran una tinaja más y fragmentos de rollos. La opinión de algunos entrevistados por los autores es que esta pareja de furtivos encontró varios rollos que nunca han sido vistos por especialistas. Tras estas peripecias –sigo transcribiendo a Baigent y Leigh-, Samuel, a mediados de septiembre, lleva los rollos a su superior, el Patriarca de la Iglesia Jacobita Siria, residente en Hooms, al norte de Damasco. Tras esa reunión envía de nuevo a varios hombres a excavar a Qumrán (ver párrafo siguiente). En ese mes, la visita de Samuel a Hooms y Damasco coincide con la llegada a la capital Siria de un tal Miles Copeland, agente de la OSS, posterior CIA. En entrevista personal a los periodistas, éste les comenta que se le acercó un día un “egipcio” a la delegación y le propuso un “gran tesoro”, sacando de una bolsa unos rollos cuyos bordes se estaban desmenuzando. Copeland le propuso hacer fotografías y pasárselas a un especialista para que informase sobre ello, lo cual el vendedor aceptó. Copeland, con un par de ayudantes, sube a la azotea y extiende el manuscrito para fotografiarlo, sin impedir que la fuerte brisa se lleve varios fragmentos a la calle. Sacaron treinta fotografías, sin completar el rollo. Consultó con un funcionario de la embajada, experto en idiomas de oriente medio, y la conclusión fue que se trataba del Libro de Daniel, escrito parte en arameo y parte en hebreo. El “vendedor egipcio” no volvió a aparecer y las fotos quedaron en un cajón. Nunca más se supo ni de las fotos, ni del correspondiente rollo. El tal Copeland propuso a los autores intercambiar datos sobre manuscritos que no han visto aún la luz 10. Convencido aún de la autenticidad y antigüedad, Samuel decide consultar con expertos judíos. Por medio de contactos solicita a Judá L. Magnes, presidente de la Universidad Hebrea, que le ponga en contacto con un especialista. Les envió a dos bibliotecarios que opinaron sobre un origen samaritano de los rollos, y recomendaron remitirlos a alguien más especializado. Por ausencia del metropolitano durante el mes de septiembre, no contactó con Tobías Wechsler, especialista en antigúedades judías, hasta principios de octubre, el cual dictaminó poca antigüedad pero indicó que, si de verdad tenían dos mil años, como Samuel pensaba, tendrían un valor incalculable. Por esas fechas consulta también con un anticuario judío, de nombre Sasun, que recomienda enviar pedazos a especialistas en Europa, pero Samuel se niega. Sasun le ofrece entonces 405.00 $, la mejor oferta hasta el momento. El 23 de noviembre, un tal Oján, anticuario judío 11, contacta con Eleazar L. Sukenik, profesor de arqueología de la Universidad Hebrea. Como sus zonas de residencia estaban separadas por una alambrada instalada por la autoridad británica y no se podía atravesar sin un pase especial, del que carecían, se entrevistan en la puerta, enseñándole el anticuario un trozo de un rollo de cuero, pudiendo apreciar Sukenik unas letras hebreas antiguas. Tras una serie de peripecias y aventuras, entre las que se cuenta el conseguir los pases, Sukenik se entrevista con el anticuario en Belén, el 28 de noviembre de 1947 12, tal como lo ha descrito su hijo Yigael Yadín –Los Rollos del Mar Muerto, Editorial Israel, Buenos Aires, Argentina, 1959- utilizando el diario de su padre como fuente. Es el primero en apreciar, por la antigua escritura hebrea que en los rollos aparece, su verdadera antigüedad. También supone que habrá otros en las mismas cuevas. Permanece dudoso sobre si adquirirlos, cuando a la media noche de ese día su hijo Mati le comunica la resolución de la ONU por la que se creaba el estado de Israel, libre e independiente. Decide comprarlos y se hace con los tres rollos de Salahi: “Tiemblo al pensar en ellos, puede ser uno de los grandes descubrimientos del país, un dscubrimiento que nunca hubiéramos podido soñar”, escribiría Sukenik en su diario. Yadín, por entonces militante de la Haganá –resistencia armada que evolucionaría después en las Fuerzas de Defensa israelíes- encuentra un sentido simbólico y místico en toda la aventura, pues entiende que los rollos han sido ocultados en la destrucción del estado de Israel y han aparecido en el momento de su renacimiento 13. No se sabe por qué contactos, Samuel se pone en comunicación con Sukenik a principios de 1948, valiéndose de Antón Kiraz, un cristiano sirio ortodoxo, conocido de ambos. Se entrevistaron poco después en la Asociación Cristiana de Jóvenes (YMCA), donde el bibliotecario era miembro de la congregación del metropolitano. Sukenik tuvo que obtener un pase del jefe de distrito británico, el profesor Biran. A Sukenik le pareció que eran similares a los otros y solicitó llevárselos a casa para un examen más detenido. Intentaba enseñárselo a personas que proporcionaran el dinero para adquirirlos. Tuvo que devolverlos el 6 de febrero al mediador en el mismo sitio. Quedaron en verse con el metropolitano y el presidente de la Universidad Hebrea, Dr. Magnes, en el consulado yugoslavo, una semana después, pero pasaron las semanas y Sukenik recibe una carta en la que se le informa de que Samuel ha decidido no vender. Pero Samuel había entrado en contacto con la American School of Oriental Research (ASOR) –hoy Instituto Albright de Investigaciones Arqueológicas, situada en el sector árabe de Jerusalén. El 19 de febrero el padre Butros Swomy lleva los rollos a dicha institución. Los recibe el doctor John C. Trever, sustituto del profesor Millar Burrows, de la Universidad de Yale, director de la ASOR, que estaba de viaje en Irak. Éste reconoce el papiro como muy similar, en cuanto a la escritura, con el papiro Nash, fechado en el siglo I d.C. y aprecia su antigüedad. Aconsejado por otro profesor de la asociación, el doctor William H. Brownlee, y aprovechando el permiso que al efecto les había dado Samuel, sacaron copias fotográficas de tres manuscritos y las remitieron a la sede central, en New Haven, Conneticut (USA) 14. Sobre ellas, el veterano profesor W. F. Albright, por entonces en la John Hopkins University, opinó que se trataba “del más grande descubrimiento de manuscritos de los tiempos modernos”, enviando un informe en tal sentido sobre el 15 de marzo. Diversas pruebas, en esa institución y otras realizadas por el profesor Libby, de la Universidad de Chicago, establecieron el origen de los rollos más antiguos sobre mediados y finales del siglo II a.C., sugiriendo el año 167 a.C. como el límite inferior. La cerámica se estableció sobre el siglo I a.C. y las pruebas paleográficas –la antigüedad de la escritura- anterior a esa fecha. El 18 de marzo se redacta un comunicado de prensa breve para informar de los hallazgos. El 11 de abril de 1948 se emite otro comunicado de prensa por parte de la Universidad de Yale, donde Millar Burrows, director de la ASOR, dirigía el departamento de Lenguas del Próximo Oriente. Para impedir que un enjambre de buscadores de tesoros apareciera sobre qumrán, se señala como origen de los manuscritos a la biblioteca del monasterio del metropolitano Samuel. El 12 de abril, en la página 4 de la edición de ese lunes, el periódico The Times publica un artículo titulado “Encuentran manuscrito antiguo en Palestina”. En él se ciñe al comunicado de prensa del día anterior y señala que se examinaron cuatro manuscritos, uno de ellos era una especie de regla de disciplina de una secta u orden monástica poco conocida, probablemente los esenios 15. El 14 de mayo, fecha de término oficial del mandato británico en Palestina, el Consejo del Pueblo Judío se reunió en el Tel Aviv Museum y declaró el estado independiente de Israel. Inmediatamente se produjeron bombardeos sobre la capital y entraron en el territorio tropas de los países árabes que rodean Israel. La guerra que se extendió por Palestina hacía peligrosa cualquier actividad. El 7 de enero de 1949 se firma la paz y se cede a Jordania la parte central de Palestina, con lo que asume el control de la zona de Qumrán. Esto ocurre el 2 de junio de 1949. Aprovechando la tregua de principios de enero de 1949, y las negociaciones de Rodas del mismo mes, para pactar un armisticio, Samuel saca sus rollos de la caja fuerte de un banco donde los había guardado y se encamina a Estados Unidos. Arropado por las noticias que sobre los rollos de Sukenik habían circulado, y por las opiniones de expertos, como el profesor Burrows, de Yale, intenta su venta pero no lo consigue. Los rollos se exhibieron en varias ocasiones en galerías y universidades, y aparecieron las ediciones facsímiles de Isaías y del Comentario de Habacuc, publicado por la ASOR en 1950, pero, aún así, nadie se interesó. Samuel dejó los rollos en depósito en un patronato sirio ortodoxo de los Estados Unidos. El motivo de ese desinterés proviene de tres aspectos: la ilegalidad en la que se incurría por la posesión de los rollos, el reclamo que en un futuro pudiera hacer sobre ellos el estado de Israel –aún cuando por el momento del descubrimiento no existiera-, y la controversia que se estaba iniciando sobre su autenticidad.
En el año 1954 aparece en la sección de anuncios del
Wall Street Journal, un anuncio, un
cuadrado de cinco centímetros de lado, con el siguiente texto: Los
cuatro rollos del Mar Muerto Se venden manuscritos
bíblicos no posteriores al año 200 a.C. Donación ideal de
un individuo o grupo a una institución educativa o religiosa Escribir al Apartado de
correos F206 [dirección postal del Journal] En el ínterin, se había publicado en USA, el tercer manuscrito, por parte de la ASOR: Yadín, que en esas fechas estaba en una gira de conferencias por ese país, se puso en contacto con Albright y le preguntó por qué no se publicaba el cuarto. Éste le contestó que era una condición de Samuel el que se compraran todos para proceder a la publicación del último. Comentan que el precio de los rollos podría estar sobre el medio millón de dólares, menos de lo que Yadín calculaba. Un amigo le comenta a Yadín, a principios de junio de 1954, si había visto el anuncio. Yadín decide adquirirlos, pero para evitar susceptibilidades de Samuel decide buscar un intermediario en la persona de un banquero amigo de la esposa de Yadín. Hablan con el representante del patronato sirio ortodoxo, el señor Charles Manoog, el 11 de junio, fijando un precio de 250.000 $. Se busca el dinero por canales muy discretos y se cierra la compra el 2 de julio de ese año 16. A partir de ese momento, los siete rollos originales vuelven a estar juntos, esta vez en el Heijal ha-Séfer –Santuario del Libro-, un edificio que simula una enorme cueva, situado en el sector moderno de Jerusalén.
Respecto a la publicación de los siete manuscritos
iniciales, el Isaías y el Comentario de Habacuc fueron editados en
1950 por cuenta de la ASOR, y el Regla de
la Comunidad se dita en el año 1951. Los tres manuscritos de la Universidad
Hebrea, Isaías, el Manuscrito de la Guerra de los Hijos de la
Luz contra los Hijos de las Tinieblas –o, simplemente, el Rollo de la Guerra-, y los Himnos, se editan en 1954, una vez
muerto Sukenik. El séptimo manuscrito, el denominado Apócrifo del Génesis, fue publicado por N. Avigad y Y. Yadin en el
año 1956, con fotografías, transcripción del texto en arameo y una traducción
al inglés y al hebreo.
Desarrollo y publicación de los hallazgos arqueológicos1. AntecedentesEusebio, obispo de Cesarea, historiador de la Iglesia primitiva –Historia Eclesiástica, VI, 16, Nova, Buenos Aires, 1950-, comenta que Orígenes (185-254) –del que estaba estudiando y clasificando su obra enciclopédica- usó como columna séptima de su Hexapla el manuscrito de una traducción griega de los Salmos, manuscrito que había sido encontrado en Hierichunte (posible Jericó), oculto en una tinaja, en los tiempos de Antonino Caracalla, hijo del emperador romano Severo 17. Orígenes comenta, en otro lugar, que se hizo un descubrimiento de rollos griegos y hebreos “en las cercanías de Jericó”, en tiempos del citado emperador. Otra noticia arranca de los últimos años del siglo VIII d.C. Timoteo I, patriarca nestoriano de Seleucia, escribe al metropolitano de Elam comunicándole la información que le habían dado unos catecúmenos judíos. A estos les habían comunicado que unos años antes un cazador árabe, persiguiendo a su perro, se adentró en un agujero cueva, en las cercanías de Jericó, descubriendo un conjunto de libros. Este cazador fue a Jerusalén a comunicárselo a los judíos y estos acudieron en grupo, hallando que se trataba de “libros del Antiguo Testamento y otros libros en escritura hebrea”. Entre ellos, escribiría Timoteo, había más de 200 salmos de David 18. Sobre el año 973 d.C. el historiador caraíta 19 al-Quirquisani, dentro de un trabajo sobre sectas judías, menciona una llamada “al-Magariya”, que traducido vendría a decir “los que viven en cuevas”, siguiendo un poco los hallazgos referidos por Timoteo. En el año 1873 apareció por la zona un arqueólogo francés, de nombre Clermont-Ganneau, el cual estableció ya entonces una relación entre las cuevas y las ruinas de Qumrán, y, además, tuvo ocasión de unas primeras catas y prospecciones en el cementerio aledaño, calculando una presencia de más de mil tumbas. Tras varias conjeturas, Clermont-Ganneau llega a la conclusión de que la mayor probabilidad está en asociar todo el complejo a las ruinas de Gomorra, quizás por el parecido de la pronunciación árabe de la zona: Gumran.
En 1896, un arqueólogo llamado Salomon Schekter,
rastreando en El Cairo, encontró multitud de manuscritos y fragmentos de la
guenizá caraíta –pequeña biblioteca de desechos en un aparte de la sinagoga- de
El Cairo. Una buena parte de ellos se la llevó a Cambridge para proseguir allí
sus estudios. Uno de los manuscritos encontrados es copia del que, en el ámbito
de Qumrán, se conocería como Documento de
Damasco.
2. Primer periodo, 1947-1949Se trata del momento del descubrimiento de la cueva de Khirbet Qumrán. Como se explica má arriba, en el apartado Descubrimiento e historia de los primeros rollos, no existe una versión única, para uno de los descubrimientos paleográficos más importantes de la historia moderna. Cada persona integrante del posterior grupo internacional de trabajo, ofrecía una historia distinta, incluso cayendo en contradicciones entre colegas. Esto hace suponer que el salto entre los protagonistas iniciales de los eventos, y los posteriores estudiosos de los manuscritos fue discontinuo, recogiendo noticias indirectas o, simplemente, acudiendo a la rumorología. En estos dos años, parece que hay dos tipos de trabajos en las cuevas. Los realizados por los propios beduinos, al olor del beneficio económico, sobre todo del derivado posteriormente por los trabajos oficiales de los distintos equipos de arqueólogos 20. Y los llevados a cabo por el metropolitano Samuel y sus adláteres.
Es en el año 1948 cuando se publican dos comunicados
de prensa, en marzo y abril, y aparece en la edición del día 12 del periódico The Times la noticia de los hallazgos de
los manuscritos del Mar Muerto. Aparecen poco después The Discovery of the Scrolls, John C.
Trever, Biblical Archeology (BA), vol. 11, 1948; Preliminary Observations of the Jerusalem Scrolls, John C. Trever,
Bulletin of ASOR (BASOR), vol. 111, 1948; The
Contents and Significance of the Manuscripts, Millar Burrows, BA, 11, 1948;
Variant Readings of the Isaiah Manuscript,
Millar Burrows, BASOR, 111, 1948; The
Jerusalem Habakkuk Scroll, William H. Brownlee, BASOR, 112, 1948; y Megilloth Genuzoth, tomo I, E. L.
Sukenik, Jerusalén, 1948.
A partir de estas fechas, y a raíz del impacto
internacional de la noticia, aparecerán muchos artículos en prensa y revistas
especializadas, así como los primeros libros, como es el caso del último
reseñado anteriormente, de Sukenik. En caso de que su importancia no sea
elevada, no se van a plasmar las referencias en este trabajo. Remito a los
libros señalados al principio del apartado Descubrimiento e historia de los
primeros rollos, página 2.
Dado que los beduinos se negaban a señalar la cueva
fuente de manuscritos, intervino la Legión árabe jordana y la cueva se localizó
en enero de 1949. Se organizó la primera expedición arqueológica oficial, bajo
una dirección bicéfala formada por Lancaster Harding, director del departamento
de Antigüedades de Jordania, y Roland de Vaux, de la École Biblique et Archeology Française (Escuela bíblica y
arqueológica francesa, o Escuela Bíblica de San Esteban –EB- llevada por padres
dominicos y financiada por el gobierno francés). Se realizó una primera campaña
entre el 15 de febrero y el 5 de marzo de 1949. Es aquí donde se descubrió que
la cueva había sido alterada: su entrada era muy grande comparada con otras de
su entorno, habían eliminado una parte de la fachada, y se había agrandado el
recibidor y excavado el suelo. Estos trabajos serían realizados, con toda
probabilidad, por el metropolitano Samuel y sus hombres.
Recuperaron unos 600 fragmentos provenientes de 70
manuscritos distintos, restos de cerámica de aproximadamente 50 tinajas, y
restos de telas. Algunos fragmentos completaban huecos de los que ya
circulaban. Se asumió la antigüedad de la cueva y la importancia d elos
manuscritos, que se confirmaron como originales. Las excavaciones y sus
resultados se publicaron en 1955, con fotografías de fragmentos “clandestinos”
recuperados. Se diseñan cinco campañas, como mínimo sucesivas, para un estudio
completo de la zona.
En 1951 se realiza la primera campaña, bajo el mando
de Harding y de Vaux. Se establece la uniformidad de la cerámica y, por tanto,
su origen común, así como una estrecha relación entre las ruinas de Qumrán y
las cuevas. Esta relación era la primera vez que se planteaba porque hasta ese
momento, De Vaux y Harding defendían que las cuevas y las ruinas de Qumrán no
tenían entre sí el más mínimo parentesco.
Algunas publicaciones son: A Paleographic Study of the Jerusalem Scrolls, John C. Trever,
BASOR, 113, 1949; y la segunda parte de Variant
Readings of the Isaiah Manuscript, Millar Burrows, BASOR, 113, 1949; y La cachette des manuscrits hébreux,
Roland de Vaux, Revue Biblique, nº 56, 1949, pp. 234-236; La grotte des manuscrits hébreux, ibídem, pp. 586-609.
Los beduinos siguen trabajando en las quebradas con
la tolerancia del equipo oficial y aparecen rumores que indican que están
descubriendo cuevas y restos que no salen a la luz. Por ello, la EB, la ASOR y
el Museo Arqueológico Palestino deciden iniciar una exploración sistemática de
toda la pared rocosa occidental del Mar Muerto. De esa manera, entre el 10 y el
29 de marzo de 1952 exploran 8 kilómetros 21, localizándose la cueva 2, con
un par de fragmentos y evidencias de que los beduinos ya habían pasado por
allí. Se exploran 230 oquedades y se visitan con minuciosidad, encontrándose en
26 de ellas restos de cerámica similares a los de la cueva 1. Otra cueva
proporciona restos de manuscritos, es la cueva 3, donde se encuentran dos
rollos completos muy diferentes a los demás, pues están construidos con cobre,
aunque muy oxidado, que forman parte de una misma obra –conocida posteriormente
como el Rollo del Templo-.
En agosto de ese año se descubre la cueva 4 y en
septiembre la cueva 6. En la primera se encuentra una cantidad ingente de
material 22, mientras que en la segunda sólo aparecen algunos restos de
papiros de cuero. Tras encontrar estas dos cuevas, explorando en un plano
ligeramente inferior, apareció la cueva 5.
También en el verano de 1952, un grupito de beduinos se
dedica a explorar unas cuevas que estaban asociadas a unas ruinas, en la zona
conocida como al-Mird, situada a 16 kilómetros al sudeste de Jerusalén.
Encontraron manuscritos griegos y siriocristianos de la época bizantina, y
árabes de los siglos VII y VIII d.C. Las ruinas han demostrado pertenecer a un
monasterio cristiano. Entre el material encontrado figuran textos del Nuevo
Testamento, un curioso ejemplar griego titulado Andrómaca, y otros textos de liturgia cristiana. Este lugar fue
explorado posteriormente, en 1953, por la Misión Arqueológica Belga.
En 1954 se encuentran en la zona de Palestina dos grupos
de trabajo estudiando sus respectivos rollos y fragmentos. Se trata del grupo
de Jerusalén occidental, compuesto por israelíes, con sede cuasipermanente en
la Universidad Hebrea; y el grupo de Jerusalén oriental, compuesto por la
Escuela Bíblica, la ASOR y el Museo Arqueológico Palestino. Este último también
conocido como Museo Rockefeller, todos ellos bajo la dirección de Roland de
Vaux 23.
En 1955 se lleva a cabo una campaña en toda la
pendiente de Qumrán para asegurar la existencia o no de cuevas o restos
relacionados con las ruinas. Gracias a ello, se comprueba que no existe ningún
tesoro comparable con la cueva 4 y se descubren las cuevas 7, 8, 9 y 10,
encontrando, en todas ellas, restos fragmentarios de manuscritos. También en
1955 se inició la excavación del cementerio próximo a las ruinas que, como ha
quedado dicho anteriormente, contenía aproximadamente 1200 tumbas.
Los fragmentos y manuscritos recogidos en la cueva 4
pudieron ser comprados a los beduinos gracias a las aportaciones de entidades
como el Museo Rockefeller –Museo Arqueológico Palestino-, la Universidad McGill
de Montreal, la Biblioteca Vaticana, la Universidad de Manchester, la
Universidad de Heidelberg, el McCormik Theological Seminary de Chicago, la All
Souls Church de Nueva York, y la Universidad de Oxford. Como compensación
tendrían el derecho de publicación de una parte de los mismos 24.
Algunas publicaciones interesantes son: Fouilles au Khirbet Qumrán: Rapport
preliminaire, Roland de Vaux, Revue Biblique (RB, órgano de publicaciones
de la Escuela Bíblica a la que pertenecía de Vaux), vol. 60, 1953; Fouilles au Khirbet Qumrán: Rapport
preliminaire sur la deuxième campágne, Roland de Vaux, RB, 61, 1954; Chronique archéologique: Khirbet Qumrán,
Roland de Vaux, RB, 61, 1954; y Discoveries
in the Juedean Desert, I: Qumran Cave 1, D. Barthélemy y J.T. Milik,
Oxford, 1955; The Dead Sea Scrolls,
Millar Burrows, Viking, New York, 1955; y The
Srolls of the Dead Sea, E. Wilson, W.H. Allen, London, 1955.
En estos años se llevan a cabo algunas campañas menores
sobre la pendiente occidental del Mar Muerto y, sobre todo, se centra el
interés en las propias ruinas de Qumrán. Así, en febrero de 1956 se descubre la
cueva 11, invisible hasta entonces por haberse derrumbado su entrada, que
contiene fragmentos de manuscritos de diversos tamaños y unos rollos
prácticamente completos.
Pocas semanas después se descubren unas cuevas de
corte muy similar a las encontradas en Qumrán, en una cuenca pequeña conocida
como Wadi ed-Daliyeh, a unos 14 kilómetros al norte de Qumrán, muy cerca de
Jericó 25.
Las excavaciones de Qumrán –realizadas sobre todo en 1956
y de ahí en adelante, con algo menos de intensidad- van dejando al descubierto
la estructura inferior de los edificios del complejo y las fases que ocurrieron
en su construcción, proporcionando datos que vana permitir estimar su evolución
y datación con bastante aproximación.
Los fragmentos y manuscritos recogidos en la cueva 4
pudieron ser comprados a los beduinos gracias a las aportaciones de entidades
como el Museo Rockefeller –Museo Arqueológico Palestino-, la ASOR, y la
Koninlijke Nederlandse Akademie van Wetenschappen –KNVW, Academia de Ciencias
Holandesa-. Como compensación tendrían el derecho de publicación de una parte
de los mismos 26.
Roland de Vaux dirigió un equipo de investigación
arqueológica que trabajó, principalmente, en la zona del oasis de Ein Feishka,
en la orilla del Mar Muerto, a 3 kilómetros al sur de Qumrán, principalmente en
el año 1958. Se encontró con restos de una planta agrícola y de curtido de
pieles, a la que asoció, con mucha probabilidad, al complejo de Qumrán. No
proporcionó manuscritos, sólo inscripciones en una jarra y en una pesa de
piedra.
En 1960 y 1961 se hacen exploraciones en la zona situada
entre En-Guedí y las ruinas de Masada, dirigidas por el arqueólogo Yigael
Yadín. La pista la habían dado algunos rollos presentados por los beduinos,
como un rollo de Los Doce Profetas,
en su versión Septuaginta.
Algunas publicaciones de interés son: Los descubrimientos de Qumrán, A. González Lamadrid, Instituto
Español de Estudios Eclesiásticos, Madrid, 1956; Chronique archéologique: Khirbet Qumrán, Roland de Vaux, RB, 63,
1956; A Genesis Apocriphon, N. Avigad
y Y. Yadin, The Magnes Press, Jerusalem, 1956; The People of the Dead Sea Scrolls, John M. Allegro, Doubleday, New
York, 1958; Los rollos del Mar Muerto,
Yigael Yadín, Editorial Israel, Buenos Aires, 1959; y L´archéologie et les manuscrits de la Mer Morte, Roland de Vaux,
Schweich Lectures of the Brittanic Academy, London, 1961; Discoveries in the Judean Desert, II: Les Grottes de Murabba´at, P.
Benoit & J.T. Milik & R. de Vaux, Oxford University Press, London, 1961;
y Discoveries of the Judean Desert, III:
Les Petites Grottes de Qumran, M. Baillet & J.T. Milik & R. de
Vaux, Oxford University Press, London, 1962.
La situación permanece estacionaria, es decir, con el
trabajo de gabinete del grupo internacional de trabajo y pequeñas visitas y
prospecciones en la zona de Qumrán, hasta el año 1966.
Yigael Yadín, por otro lado, entre 1963 y 1965, realiza
dos campañas anuales con excavaciones importantes y parciales rehabilitaciones
de las ruinas de Masada. En una dependencia adosada al muro de la fortaleza se
encontraron fragmentos importantes de libros bíblicos: Levítico, Deuteronomio,
Exequiel, Eclesiastés y Cánticos de los Sacrificios. Algunos de ellos con
equivalentes hallados en las cuevas de Qumrán. La fecha de datación la
proporcionaron unas monedas fechadas próximas a la caída de Masada y no más
tarde del 73 d.C.
En el año 1967 estalla la Guerra de los Seis Días,
una campaña relámpago lanzada por el ejército israelí, ideada por Moshé Dayan,
con el objetivo de empujar las líneas de frente con los países árabes unos
kilómetros más allá. El resultado fue espectacular y uno de ellos es la
ocupación de todo el territorio palestino hasta la ribera del Jordán y del Mar
Muerto. Es decir, en junio de 1967 deja de existir el sector oriental de
Jerusalén y el Museo Arqueológico Palestino, más conocido como Museo
Rockefeller, pasa a jurisdicción israelí. Además, todo el territorio de Jericó,
y Qumrán hasta Masada pasa a depender del estado hebreo 27.
El arqueólogo israelí P. bar Adón exploró, en 1967,
una zona situada 13 kilómetros al sur de Qumrán, encontrando restos de un
edificio datado entre el siglo I a.C. y el siglo I d.C. Encontró un pequeño
cementerio con 20 sepulturas de hombres, mujeres y un niño. Este arqueólogo
termina por relacionar estas ruinas con Qumrán, dándole carácter de centro de
reunión de la comunidad en determinadas fechas.
Yigael Yadin, al comprobar que la situación en
Palestina oriental estaba estabilizada, confiscó el Museo Arqueológico
Palestino 28 y, por lo tanto, todo su material. Entre todo ello se encontraba
el Rollo del Templo, el más largo de
los encontrados hasta el momento El precio que se pedía por él hizo imposible
su compra, incluso para Yadín que lo intentó en un par de ocasiones para la
Universidad Hebrea 29. Este manuscrito se publicaría en el año 1977, diez
años después; y es este año el que marca el punto y final de una historia que a
veces, algunas frecuentemente, ha presentado enigmas y preguntas con respuestas
poco satisfactorias.
Algunas publicaciones de interés son: The Scroll of
Ezekiel from the Eleventh Qumran Cave, W. H. Brownlee, Revue de Qumran (RQ),
vol. 4, Letouzey et Ané, Paris, 1963-1964; Completion
of the Publication of Some Fragments from Qumran Cave 1, John C. Trever,
RQ, vol. 5, Letouzey et Ané, Paris, 1964-1966; Le targum de Job de la Grotte XI de Qumran, J.P.M. van der Ploeg y
A. S. Van der Woude, KNVW, Leiden, 1971; Discoveries
in the Judean Desert, VI: Qumran Grotte 4 II: I. Archéologie, par Roland de Vaux; II. Teffilim, Mezuzot at Targums, par J.T. Milik, Oxford University
Press, London, 1977; y Megillat
ham-Mqdash: El Rollo del Templo, Y. Yadin, Universidad Hebrea, Jerusalén,
1977 (3 vols. en hebreo).
Tras la enorme cantidad de material recogido en las
distintas cuevas, sobre todo la cueva 4, se pensó en constituir un grupo o
comité de rabajo que se repartiera la ingente labor que quedaba. Hasta ese
momento, el, o mejor dicho, los equipos de investigación de las tres entidades
–EB, ASOR y MAP- estaban bajo la supervisión oficiosa del padre Roland de Vaux
y, parcialmente, de Lancaster Harding, del Departamento de Antigüedades de
Jordania, en los primeros meses. Más tarde, en los primeros años cincuenta, la
autoridad de Roland de Vaux parecía indiscutible, a pesar de deber cierta
lealtad al citado departamento jordano, que aún tenía jurisdicción sobre el
museo y sobre la zona de Qumrán.
Así, en 1953, fue el Museo Arqueológico Palestino
–el Rockefeller- el que tomó la iniciativa –de Vaux era el presidente del
consejo de administración- y pidió a distintas escuelas de arqueología
afincadas en Palestina que propusieran candidatos para formar ese grupo
internacional de trabajo, lo que implicaba que las mismas debían aportar fondos
para costear los trabajos. No se solicitó ningún candidato a ninguna
institución israelí.
Roland de Vaux era parisién, habiendo cursado
estudios sacerdotales en el seminario de Saint-Sulpice (1925-1928), donde
aprendió algo de árabe y arameo. En 1929 ingresó en la Orden de los Dominicos,
bajo cuya protección fue enviado a la École Biblique de Jerusalén, donde empezó
a enseñar regularmente a partir de 1934. Fue su director desde 1945 hasta 1965.
Entre los años 1938 y 1953 había dirigido la revista Revue Biblique, órgano de publicaciones de la citada escuela. Sus
antecedentes son algo extremistas, pues por comentarios suyos en la época, sus
conferencias, y las entrevistas que en alguna ocasión ha concedido, parece
dibujarse un perfil radicalmente cristiano, simpatizante de personajes
totalitarios –como Mussolini y Franco- y excesivamente antijudío. Era conocido
por no permitir –hasta que no tenía más remedio- la asistencia de israelíes a
sus conferencias ni a los recintos donde se custodiaban los rollos y los
fragmentos encontrados en las cuevas de Qumrán. De Vaux fue nombrado Director
de Edición de la serie definitiva que se iba a publicar sobre los rollos del
Mar Muerto, Discoveries in the Judean
Desert, cuyos derechos poseía Oxford University Press, y mantuvo cierta
influencia sobre ella hasta su muerte acaecida en 1971 30. Sorprendentemente
para algunos que conocían los antecedentes del padre Roland de Vaux, éste se
quedó a cargo de los rollos tras la Guerra de los Seis Días, probablemente
debido a otras prioridades en el bando israelí.
El primero en ser aprobado por de Vaux fue Frank
Cross, propuesto por la ASOR, que lo compartía con el McCormick Theological
Seminary de Chicago. Empezó a trabajar en Jerusalén en el año 1953 y le asignaron
textos encontrados en la cueva 4, casi todos ellos de carácter bíblico del
antiguo testamento.
El segundo aprobado fue Patrick Skehan, también
propuesto por la ASOR –hoy Albright Institute-, que por aquél entonces ejercía
como su director general.
El tercero fue Jean Starcky, de Francia, propuesto por la
École Biblique et Archeology Française (Escuela bíblica y arqueológica
francesa, o Escuela Bíblica de San Esteban –EB- llevada por padres dominicos y
financiada por el gobierno francés, bajo la dirección de Roland de Vaux). En
esa época pertenecía al Centre Nationale de la Recherche Scientifique, y era un
experto en arameo, razón por la cual se le adjudicó el mayor número de esos
textos de que se disponía entonces.
El doctor Claus-Hunno Hunzinger, presentado por los
alemanes, fue el cuarto aspirante aprobado por de Vaux. Se le asignó el
denominado Rollo de la Guerra, además
de algunos materiales en papiro. Duró relativamente poco tiempo, y en su lugar
se colocó a Maurice Baillet, un sacerdote de origen francés.
El quinto candidato aprobado fue Josef Milik,
sacerdote católico polaco, establecido en Francia, propuesto por la EB, era uno
de los discípulos directos de de Vaux. A este se le asignaron apócrifos del
antiguo testamento y escritos pseudoepigráficos –material que comentaristas
posteriores adjudican a algún autor conocido del Antiguo Testamento-, material
realmente importante, pero, con todo, el más importante corresponde a todo el
material denominado sectario –es decir, relacionado directamente con el grupo
humano residente en Qumrán- que se le adjudicó.
El sexto candidato fue John M. Allegro, inglés, que
estaba doctorándose en Oxford. Fue integrado en el Grupo como un elemento
agnóstico, pues era el único que no tenía filiación religiosa alguna. Era
filólogo en lenguas semíticas y tenía sobre sí varias publicaciones, es decir,
traía una reputación consigo antes de ingresar en el equipo. Le asignaron
material bíblico, que luego resultó ser sectario, y literatura de sabiduría,
como sermones, himnos, salmos, etc. Su inconformismo con el consenso que había
establecido de facto de Vaux le
condujo a la expulsión del Grupo y a su sustitución, poco después, por John
Strugnell, doctorando de Oxford también, y discípulo de Frank Cross.
Una de las situaciones curiosas que se llegaron a
plantear fue cuando falleció de Vaux y éste dejó, en una especie de testamento
académico, sus derechos, privilegios y capacidad de acceso a Pierre Benoit,
dominico, y sucesor de de Vaux como director de la EB y del Grupo. Aunque este
tipo de “cesiones” no es legal, nadie, en el mundo académico o en el político,
tuvo la iniciativa de protestar o de impugnar esa decisión. Pero lo más curioso
fue que algunos miembros del Grupo obraron de igual manera en el momento de su
muerte. Así, por ejemplo, Patrick Skehan, que murió en 1980, cedió sus derechos
sobre su material a Eugene Ulrich, profesor de la Notre Dame University, de
Indiana, en USA. Por su parte, Jean Starky cedió los suyos al padre Émile
Puech, de la EB. Esta práctica se rompió, por protesta de los dirigentes
israelíes, cuando se produjo la muerte del padre Benoit, en 1987. No obstante,
nombraron como su sucesor a John Strugnell.
John Strugnell era de un pueblo cercano a Londres,
en el que nació en 1930. Se licenció en el año 1952 y obtuvo un master en 1955
en el Jesus College, en Oxford. Había postulado para un doctorado en lenguas
orientales en Oxford, pero no lo llegó a hacer. Entró en el equipo de de Vaux
en 1954 31 y estuvo en Jerusalén por espacio de dos años. Viaja a Chicago
donde estudia y enseña en el Instituto Oriental de la Universidad de Chicago.
Regresa a Jerusalén en 1957. Trabaja en el Museo Rockefeller hasta el año 1960,
cuando le nombran profesor agregado de Estudios del Antiguo Testamento en la
Escuela de teología de la Duke University. En 1968 pasa a Harvard donde enseña
Orígenes Cristianos en la Facultad de Teología.
Era frecuente que los miembros del Grupo se llevaran
trabajo “a casa”. Para ello sacaban copias fotográficas y se las llevaban a sus
lugares de trabajo habitual. El caso más significativo es el de Josef Milik,
que se llevaba sus “manuscritos” a
París. Si él no daba su consentimiento nadie, ni siquiera los miembros del
Grupo, podían echar una ojeada a su trabajo o publicar algo que tocara de cerca
sus manuscritos. De hecho, existe correspondencia de estudiosos ajenos al
Grupo, o las mismas autoridades israelíes, que no han conseguido “ver” los
manuscritos o trabajos de Milik, pues el siempre, sistemáticamente, les ha
denegado el acceso.
Uno de los problemas iniciales que tuvo que afrontar
el Grupo fue cómo dedicar el tiempo de trabajo, debido a que algunos de los
integrantes tenían dedicación exclusiva en sus respectivas cátedras –como era
el caso de Frank Cross-, otros eran estudiantes o recién titulados, y otros se
estaban especializando en diferentes campos. Parece que el reparto de trabajo y
material se hizo teniendo en cuenta el tiempo disponible y la especialidad que
cada uno tenía o que cada uno estaba adquiriendo.
Existe una opinión general en el sentido de que
existía transparencia en el desarrollo de los trabajos en la rollería –una sala
del Museo Arqueológico Palestino donde se llevaban a cabo las traducciones de
los rollos y los fragmentos 32 - y en el trabajo de cada uno. Todos sabían de
qué se ocupaban todos los demás y su trabajo estaba “a la vista”.
No obstante se pueden indicar dos aspectos negativos
ante esta opinión. El primero es el que atañe al reparto del trabajo una vez
que el material llega al museo. De manera espontánea, oficiosamente, se creó un
comité de bienvenida formado por de Vaux y Milik. Ellos analizaban someramente
los fragmentos o los rollos de nuevo ingreso y decidían a quien se lo
adjudicaban. Los adjudicatarios también podían ser ellos mismos. Hay que tener
en cuenta que alguno de ellos, por ejemplo Milik, no estaba en el museo todos
los meses del año, pues tenía obligaciones en París 33.
El segundo aspecto es el que tiene que ver con el
hecho de que cada miembro del grupo tuviera potestad para guardar parte del
material, o llevárselo a su ciudad de trabajo, y no permitir acceso ninguno a
él si lo estimaba conveniente. Esta situación se mantuvo hasta los primeros
años del “mandato” de Benoit.
Antes de reseñar los nombres de todos y cada uno de
los especialistas e investigadores que trabajaron sobre los manuscritos, cabe
hacer una salvedad: en realidad existían dos equipos, pues en el lado Israelí,
hasta el año 1967 –Guerra de los Seis Días-, estaban algunas personas
trabajando –escasa y lentamente-, mientras que en lado árabe estaba el equipo
internacional descrito más arriba. Cuando murió Roland de Vaux, con cierta
paciencia y consideración –para no herir sensibilidades políticas, académicas,
y, sobre todo, periodísticas, se procedió a la unificación de los dos equipos.
Así, entre los nombres que voy a reseñar a continuación aparecen algunos que
hasta este párrafo no han hecho acto de presencia: Eleazar L. Sukenik, J.
Bieberkraut, Yigael Yadin y N. Avigad –por el lado hebreo-; Roland de Vaux, L.
Harding, John Allegro, J. Saad, Josef Milik, Frank Cross, D. Barthélemy,
Maurice Baillet, J. Starcky, Patrick W. Skehan, John Strugnell, Millar Burrows,
Claus-Hunno Hunzinger, J. A. Sanders, W. H. Brownlee, S. A. Birbaum, P. Benoit,
etc –por el lado “internacional”-. Es decir, un equipo de especialistas
inicial, conmultitud de colaboradores, e hijos, en la tarea.
En la actualidad no existe el equipo internacional
tal como se ha conocido hasta la fecha. Se mantiene un reducido grupo de
investigadores, la mayoría de origen hebreo –de la Universidad Hebrea, por
ejemplo- e investigadores de otras universidades que trabajan en temas de
Oriente Medio o documentos bíblicos. Al parecer, hasta la mitad de la década de
los noventa, el único enlace entre el equipo internacional inicial y el actual
era JohnStrugnell. En la actualidad él ya no trabaja.
Tras cuarenta años de topetazos accidentales, medio
buscados y de campañas sistemáticas, se ha recogido un ingente corpus de
manuscritos y fragmentos de distintas características y diferentes épocas, todo
ello conocido con el nombre común de Manuscritos del Mar Muerto. La mayor parte
de los materiales se han agrupado según la zona de origen, sin considerar otros
aspectos. Las colecciones de materiales documentales son las siguientes:
Papiros de Wadi Daliyeh o Papiros 34 de Samaría:
Se trata de papiros del siglo IV a.C. descubiertos en cuevas a unos 15 Kms. al
norte de Jericó. Se descubrieron restos de ocupación humana de la edad del
Bronce y muy posteriores, de la revuelta de Bar Kokhba, pero, principalmente,
de la ocupación persa. Es la colección más amplia de papiros, fechados entre
los años 375 y 335 a.C. Son de carácter legal y comercial y están escritos en
arameo, probablemente pertenecientes a una familia en fuga ante el avance de
Alejandro Magno. Sólo se ha publicado uno de entre los 20 bien conservados que
existen.
Manuscritos 35
de Masada: Colección encontrada en las ruinas de la fortaleza del mismo
nombre, consta de manuscritos bíblicos –fragmentos principalmente-, un trozo
del Ben Sira en hebreo, y una copia
del Cántico para el Sacrificio Sabático,
los tres ampliamente representados por la literatura qumránica. También
aparecen otros muchos fragmentos en hebreo, arameo, griego y latín. No se ha
publicado nada, pero se conoce en buena medida gracias a las publicaciones del
arqueólogo Yigael Yadín. Manuscritos
de Murabba´at: Hallados en las cuevas de Wadi Murabba´at, se trata de
manuscritos en hebreo, arameo, griego y latín de la ápoca de la revuelta de Bar
Kokhba, con especial interés los contratos y cartas firmadas por el propio Bar
Kokhba. Ha sido completamente publicada. También se ha encontrado un
palimpsesto del siglo VIII a.C. y restos árabes del siglo I d.C. Manuscritos
de Nahal Hever: Resultado de campañas de excavación realizadas en los años 1960
y 1961 en las cuevas de Nahal Hever, clasificados por su origen en dos cuevas.
El material de la “Cueva de las cartas” consta de algunos fragmentos bíblicos,
muchos papiros hebreos, arameos, nabateos y griegos, conformando dos grupos: el
archivo de una familia llamada Babata, y documentos relacionados con Bar
Kokhba. La “Cueva de
los Horrores” proporcionó fragmentos de papiros hebreos y griegos y restos de
un manuscrito griego de Los Doce Profetas,
unos fragmentos procedentes de la otra cueva. Manuscritos de
Wadi Seiyal: El primer bloque de sus manuscritos fueron comprados por el Museo
Arqueológico Palestino y algunos proceden de excavaciones ilegales hechas en
Nahal Hever, separados en documentos bíblicos y documentos jurídicos; y el
segundo bloque se encuentra guardado en el Santuario del Libro. Del primer
bloque se ha publicado un manuscrito griego de Los Doce Profetas. Del segundo aún no se ha publicado nada. Manuscritos
de Nahal Mishmar: Casi sin material documentario, excepción hecha de un par de
papiros de escasa relevancia, según las fuentes. Sí aparecieron muchos
“cacharros” de origen calcolítico. Manuscritos
de Khirbet Mird: Manuscritos griegos, sirio-palestinos y árabes procedentes de
las ruinas del antiguo monasterio de Castellion. Son neotestamentarios y de
carácter variado, de época bizantina y árabe. Manuscritos de
Khirbet Qumrán: De lectura hebrea, aramea y griega procedentes de 11 cuevas
situadas en las proximidades de ese paraje. Un resumen de su “carácter” sería
la tabla: Textos de Qumrán, según su carácter y la cueva de
localización 36 Bíblicos No bíblicos Total 1 17 36 53 2 18 9 27 3 3 11 14 4 253 411 664 5 8 16 24 6 7 23 30 7 2 16 18 8 4 1 5 9 1 10 F 11 9 15 24 La cueva 1
proporcionó 600 fragmentos correspondientes a 70 manuscritos distintos. Los
bíblicos, obviamente, están identificados, pero multitud de fragmentos
corresponden a textos de los que no se tiene noticia, mientras otros sí están
catalogados dentro de los propios de la comunidad de Qumrán. La cueva 2
proporcionó sólamente fragmentos en número de 187, pero también un fragmento
del Levítico escrito en hebreo
arcaico y de otro denominado Descripción
de la Nueva Jerusalén, diálogos de David y Moisés con Dios, normas
haláquicas y fragmentos de origen indeterminado. La cueva 3
presentaba 274 fragmentos, donde sólo unos pocos eran bíblicos, y algunos
manuscritos incompletos. Además es en esta cueva donde se encontró el
denominado Rollo de Cobre, por entonces
partido en dos unidades, aparte de otros desconocidos. La cueva 4
contenía aproximadamente 15.000 fragmentos de aproximadamente 330 manuscritos,
de los cuales unos 90 son del canon hebreo, y 70 documentos no se han
identificado. El mejor conservado es uno correspondiente a Samuel, y, además, el rollo más antiguo de Qumrán, un segundo
manuscrito de Samuel, que dataría de
finales del siglo III a.C. Había varios de Jubileos,
8 de Enoc, 11 de la Regla de la Comunidad, 7 del Documento de Damasco, 2 del Libro de los Misterios, y comentarios de
varios profetas, himnos, alabanzas, testamentos, etc., un ejemplar de Descripción de la Nueva Jerusalén, 4 de
la Guerra de los Hijos de la Luz contra
los Hijos de las Tinieblas, y una curiosa obra que trata de astronomía –al
parecer- escrito en hebreo arcaico, pero con la particularidad de que las
frases se leen de izquierda a derecha. Evidntemente muchos de los fragmentos,
como en casos anteriores, corresponden a documentos desconocidos. La cueva 5
proporcionó pocos fragmentos –en número desconocido-, correspondientes a 7
textos bíblicos y una filacteria 37 en su estuche y sin abrir, aparte de
textos no bíblicos, entre los que destacan Regla
de la Comunidad, Documento de Damasco,
Regla con alusiones a la Historia Santa,
Maldiciones, una obra con topónimos,
de origen desconocido, y otros sin conocimiento. La cueva 6
proporcionó 57 fragmentos de cuero y 718 de papiro, con paleohebreo del Génesis y Levítico, y un Documento de
Damasco, el Libro de los Gigantes
en arameo, una Profecía apócrifa, una
Profecía sacerdotal, himnos,
alabanzas, bendiciones, y muchos no identificados. La cueva 7 fue
parca, pero es notable la aparición de unos fragmentos de papiro de la Epístola a Jeremías, así como muchos
desconocidos, entre los que destacan algunos con posibilidades de tratarse de
escritos neotestamentarios. La cueva 8
aportó algunos fragmentos, casi todos ellos de textos canónicos, y unos
fragmentos correspondientes a himnos. La cueva 9
sólo dio un fragmento de papiro que no ha sido posible identificar. La cueva 10
solo proporcionó restos de cerámica. La cueva 11
dio fragmentos de textos bíblicos, algunos de relevancia como un Levítico escrito en caracteres hebreos
arcaicos y un rollo de Ezequiel –tan
petrificado que no pudo desplegarse-. Los pocos fragmentos no bíblicos tratan
de a Descripción de la Nueva Jerusalén,
referencias a Melquisedec,
bendiciones, y un rollo de Salmos, el
rollo más grande de los encontrados en Qumrán.
Se calcula que toda la biblioteca de Qumrán podría
haber estado formada por un número de rollos entre 500 y 1000, escritos en
hebreo y arameo, principalmente. Por el número de fragmentos correspondientes a
escritos bíblicos, parece que los más numerosos corresponden a Salmos y a Deuteronomio, después Génesis
y Éxodo. De los Salmos conservados,
faltan 35 de los que se encuentran en el Texto Masorético 38, achacables,
según algunos, a un mero accidente. Según otros a aspectos de la filosofía de
Qumrán que no concordaban con aspectos de los salmos ausentes. De los textos no
bíblicos, los más frecuentes son la Regla
de la Comunidad, el Documento de
Damasco, el Rollo de la Guerra, Descripción de una Nueva Jerusalén, y
comentarios a textos biblicos, himnos, y alabanzas.
Entre el material no documental cabe destacar los
relacionados con artefactos de trabajo, y el cementerio. Entre los primeros hay
tres grupos: el trabajo de los copistas y escribas, con restos de las mesas y
banquetas de trabajo, tinteros en buen estado con restos de tinta, y material
para escribir, así como trozos de manuscrito virgen, aunque este último en muy
escaso número; el trabajo agrícola, con restos de material de cava y agua,
clásicos en esta zona; y el trabajo de los ceramistas y constructores,
principalmente de alfarería y cincelado.
El cementerio proporcionó restos humanos de hombres
en el denominado cementerio principal y restos indistintos, de hombres, mujeres
y niños, en el anejo. Esta división de los cementerios en dos es producto de
una idea original de Roland de Vaux –defendiendo la idea del celibato a
ultranza de la comunidad-, pero hay autores que la critican, señalando que el
cementerio está construido así por necesidades derivadas de la topografía. En
total hay 1200 tumbas orientadas de norte a sur, al contrario a como la religión
hebrea suele realizarlas. Hay restos de tela, algún que otro adorno y monedas.
Estas últimas han aparecido en distintos puntos de las ruinas 39.
Excavaciones de Qumran. (Fot. Lew Hill´s Web Site).
Lo cierto es que un vistazo, un viaje a vuela pluma,
por el listado de obras recogidas en Qumrán, da la impresión de constituir un
corpus bastante homogéneo 40. En general se trata de una literatura puramente
religiosa, donde lo profano o pagano no tiene ningún espacio: no hay atención a
referencias históricas, datos, hechos, otras religiones o formas de
pensamiento, etc. Incluso las “obras” de aparente carácter científico, como es
el caso del Calendario 41, están íntimamente impregnadas de aroma religioso,
y han sido escritas en función del culto o de la organización religiosa de la
comunidad.
Es decir, no es una biblioteca en el sentido
habitual –conjunto de textos, volúmenes u obras de distinta temática y
profundidad-, sino que es un conjunto de tales características pero restringido
al ámbito religioso de la comunidad en la que se encontraba. Teniendo en cuenta
que la praxis descrita en algunos de los textos representa una actividad
ideológica marginal, se puede calificar la biblioteca como una biblioteca
religiosa y sectaria.
Afirmar que todos los manuscritos encontrados en las
distintas cuevas forman parte de la misma biblioteca puede hacerse debido al
idéntico perfil que muestran los manuscritos encontrados en cada una de ellas:
obras bíblicas, literatura religiosa relacionada –comentarios, por ejemplo-, y
obras sectarias; y también debido a que algunos manuscritos aparecidos en
distintas cuevas han sido copiados por el mismo escriba. Precisamente el número
de copias de distintos manuscritos, con diferente carácter, permiten afirmar
que no se trata de una biblioteca privada.
Esta biblioteca religiosa sectaria consta de un
corpus de manuscritos y papiros que se puede dividir en dos grandes series: los
manuscritos bíblicos y los no bíblicos. Los de carácter bíblico son
suficientemente conocidos por la mayoría de los lectores y existe unanimidad en
considerarlos de origen muy anterior –varios siglos, como mínimo- al primer
establecimiento de comunidad alguna en Khirbet Qumrán. Respecto a los no
bíblicos, se pueden dividir en cuatro categorías: reglas; textos poéticos, litúrgicos
y de sabiduría; interpretación de la Biblia; y composiciones varias. Describo a
continuación, someramente, algunos de los no bíblicos por la luz que puedan
aportar sobre esta comunidad apartada del resto por mutua exclusión. Cada
manuscrito lleva su nombre, su referencia en la catalogación establecida para
los manuscritos del Mar Muerto, y una descripción, con una muestra de su
contenido –con números de referencia similares a los utilizados para referirse
a las Escrituras, es decir, un número para la columna, y los números
correspondientes a los versículos- 42:
También llamado Manual
de Disciplina. Fue encontrado en la Cueva 1 y está fechado sobre la segunda
mitad del siglo II a.C. y primeros años del siglo I a.C. Se han hallado
fragmentos en las Cuevas 4 y 5. Su extensión es de 11 columnas con frecuentes
correcciones en las columnas 8 y 9. Parece tratarse de una guía o manual para
proceder a la formación y manejo de los integrantes de la comunidad de Qumrán.
Está escrita por varios autores y redactada en
varias etapas. La más antigua parece ser un manifiesto escrito por el Maestro
de Justicia justificando su éxodo al desierto, después vendría la legislación
penal, una reforma de ese estatuto y un refinamiento de la legislación y la
última parte es una exhortación al seguimiento riguroso de la Regla. La Regla de la Congregación o Regla Mesiánica sería una especie de
apéndice de ésta. Y un segundo apéndice estaría constituido por la Colección de Bendiciones.
La obra se inicia con un listado de objetivos, sigue
una descripción de la ceremonia de ingreso, y un conjunto de bendiciones para
los que deciden entrar en la comunidad, así como maldiciones para los que
deciden quedarse fuera, continúa con una ayuda al Maestro para que pueda
vislumbrar el tipo de espíritu –de verdad o de falsedad- que poseen los
integrantes o aspirantes, normas de vida intracomunitaria, un código penal, y
un conjunto final de instrucciones para el Maestro, con los mejores horarios de
culto y un himno de acción de gracias al propio Maestro. Al final termina con
un cántico o himno bastante extenso. “...para buscar a Dios con
todo el corazón y con toda el alma hacer lo bueno y lo malo en su presencia,
como ordenó por mano de Moisés y por mano de todos sus siervos los profetas;
...para obrar la verdad, la justicia y el derecho en la tierra, y no caminar en
la obstinación de un corazón culpable y de ojos lujuriosos haciendo todo mal;
...para amar a todos los hijos de la luz, cada uno según su lote en el plan de
Dios, y odiar a todos los hijos de las tinieblas, cada uno según su culpa en la
venganza de Dios.” (1QS I, 2-11) “Y los sacerdotes bendecirán
a todos los hombres del lote de Dios que marchan perfectos en todos sus caminos
y dirán:”
“Que Él te bendiga con todo
lo bueno y te proteja de todo lo malo. ¡Que ilumine tu corazón con la sabiduría
que da vida y te conceda el conocimiento eterno! ¡Que vuelva Su piadoso rostro
hacia ti y que seas feliz eternamente! (1QS II, 1-4) ¡Entréguete para que te
torturen los Vengadores implacables! Tráigate la destrucción por mano de los
que descargan la Venganza! ¡Seas irremisiblemente maldito por la maldad de tus
actos!” (1QS II, 6-8) (versión traducida del hebreo al inglés y de
ahí al castellano, fragmento extraído del libro The Dead Sea Scrolls in English, de Geza Vermes, Edt. Penguin,
Harmondsworth, 1975)
“Que os bendiga con todo
bien y que os guarde de todo mal. Que ilumine vuestro corazón con la
inteligencia de vida y os agracie con conocimiento eterno. Que eleve sobre
vosotros el rostro de su gracia para paz eterna.
Y los levitas maldecirán a todos los hombres del lote de
Belial. Tomarán la palabra y dirán: Maldito seas por todas tus impías obras
culpables. Que te entregue Dios al terror, a manos de los ejecutores de
venganzas. Que haga caer sobre ti la destrucción por mano de todos los
ejecutores de castigos. Maldito seas, sin misericordia, por las tinieblas de
tus obras, seas condenado a la
oscuridad del fuego eterno.” (II, 3-8) Respecto a los nuevos integrantes de la comunidad, o
de la Nueva Alianza, como se denominan con frecuencia a sí mismos los
integrantes de Qumrán, se comenta:
“Todo el que entra en el consejo de la comunidad entrará
en la alianza de Dios en presencia de todos los que se ofrecen voluntarios. Se
comprometerá con un juramento obligatorio a retornar a la ley de Moisés, con
todo lo que prescribe, con todo el corazón y con toda el alma...” (V, 8-9)
“Que por la alianza se
comprometa a separarse de todos los hombres de iniquidad que marchan por caminos
de impiedad” (V, 10-11) “Que no entre en las aguas
para participar del alimento puro de los hombres de santidad pues no se ha
purificado, a no ser que se conviertan de su maldad” (V, 13-14) “Y que nadie se junte con él
en su trabajo o en sus bienes para que no le cargue de pecado culpable..., pues
así está escrito: ‘Te mantendrás alejado de toda mentira’” (V, 14-15)
“Y que ninguno de los
hombres de la comunidad se someta a su autoridad en ninguna ley o norma. Que
nadie coma de ninguno de sus bienes, ni beba ni tome nada de sus manos, si no
es por su precio, pues está escrito: ‘Absteneos del hombre, cuyo hálito está en
su nariz, pues ¿en cuanto puede ser estimado?’” (V, 16-17)
Como en todos los manuscritos, aparecen errores que
han tenido lugar en el transcurso de la copia. Por ejemplo, en el siguiente
pasaje se repite dos veces las palabras “para beber”:
“Y cuando se disponga la mesa para comer o el vino para
beber para beber, el sacerdote extenderá primeramente la mano para bendecir la
primera porción del pan o del vino.” (VI, 4-5) (Versión sacada de Los Rollos de Qumrán, de Pedro
Gringoire, Edamex, 1993, México)
Sobre el ingreso y aceptación, la Regla dice lo
siguiente, entre otras cosas:
“Cuando haya completado un año dentro de la comunidad,
serán interrogados los Numerosos sobre sus asuntos, acerca de su discernimiento
y de sus obras con respecto a la ley, y si le sale el lote de incorporarse a
los fundamentos de la comunidad según los sacerdotes y la mayorúa de los
hombres de la alianza, también sus bienes y sus posesiones serán incorporados
en manos del Inspector sobre las posesiones de los Numerosos. Y las inscribirán
de su mano en el registro, pero no las emplearán para los Numerosos. Que no
toque la bebida de los Numerosos hasta que complete un segundo año en medio de
los hombres de la comunidad. Y cuando complete ese segundo año será
inspeccionado por autoridad de los Numerosos. Y si le sale el lote de
incorporarse a la comunidad, lo inscribirán en la Regla de su rango en medio de
sus hermanos para la ley, para el juicio, para la pureza y para la puesta en
común de sus bienes.” (VI, 18-27)
Un ejemplo de normativa de régimen interior, sería:
“Quien pronuncia el nombre
venerable por encima de..., bien sea blasfemando, o abrumado por la desgracia,
o por cualquier asunto..., o leyendo un libro, o bendiciendo, será separado y
no volverá de nuevo al consejo de la comunidad. Y si ha hablado con ira contra
uno de los sacerdotes inscritos en el libro, será castigado un año y será
separado, bajo pena de muerte, del alimento puro de los Numerosos. Pero si
habló por inadvertencia, será castigado seis meses.” (VII, 1-3) “Y aquél que escupe en medio
de una reunión de los Numerosos, será castigado treinta días. Y quien saca su
mano de debajo de su vestido, o si éste es un andrajo que deja ver su desnudez,
será castigado treinta días... Y quien saca su mano izquierda para gesticular
con ella será castigado diez días. Y aquél que va difamando a su prójimo, será
separado un año de la comida pura de los Numerosos, será castigado; pero aquél
que va difamando a los Numerosos, será expulsado de entre ellos y no volverá
más.” (VII, 15-18) Algunas pinceladas sobre la organización interna de la
comunidad: “En el consejo de la
comunidad habrá doce hombres y tres sacerdotes, perfectos en todo lo que ha
sido revelado de toda la ley, para practicar la verdad, la justicia, el juicio,
el amor misericordioso y la conducta humilde de cada uno con su prójimo, para
preservar la fidelidad en la tierra con una inclinación firme y con un espíritu
contrito, para expiar por el pecado practicando el derecho y sufriendo las
pruebas, para marchar con todos en la medida de la verdad y en la norma del
tiempo. Cuando estas cosas existan en Israel, el consejo de la comunidad será
establecido en verdad como una plantación eterna, una casa santa para Israel.”
(VIII, 1-4)
Ella será la muralla, la
piedra angular preciosa, cuyos fundamentos no vacilarán y no temblarán su
lugar. (VIII, 7-8)
Cuando estos hayan sido establecidos en el fundamento de
la comunidad dos años cumplidos en conducta perfecta, serán separados
comosantos en medio del consejo de los hombres de la comunidad. Y todo asunto
oculto a Israel, pero que ha sido hallado por el Intérprete, que no se lo
oculte por miedo a un espíritu de apostasía. Y cuando estos existancomo
comunidad en Israel, según estas disposiciones, se separarán de en medio de la
residencia de los hombres de iniquidad para marchar al desierto para abrir allí
el camino de Aquél.” (VIII, 10-12)
Y un pequeño ejemplo de los versos que componen el cántico final o himno: “Al emprender algún trabajo
o viaje, bendeciré su nombre. Al iniciar mis idas y
venidas, lo mismo que al sentarme o
levantarme, y aún en mi lecho al
acostarme lo aclamaré con gritos de
alegría.
Y lo bendeciré con el
tributo salido de mis labios,
desde la mesa dispuesta para el hombre...” (XII, 14-15) (Versión sacada de Los
Rollos de Qumrán, de Pedro Gringoire, Edamex, 1993, México) 43
Se conoce también como Regla de la Congregación y Regla
de la Asamblea, y se considera una especie de apéndice de la Regla de la Comunidad. Se trata de un
conjunto de preceptos para cuando los Últimos Días, es decir, para cuando los
asuntos de la comunidad estén en manos de los dos mesías, el de Israel y el de
Aaron. Señala una especie de programa educativo y de normas para la ascensión
por la jerarquía de la secta, se habla de un cuerpo ejecutivo (¿?) formado por
“los levitas”, se reseñan los “hombres de fama” que suelen asistir a las
reuniones del Consejo, y se describen las asambleas y los ágapes.
Está constituida por dos columnas, que además se
encontraron por separado, de la que la segunda presenta numerosas lagunas y su
traducción verdaderamente problemática, sobre todo para encontrar las inserciones
más convenientes. “Cuando ellos vengan, reunirán a todos los que vienen,
incluyendo niños y mujeres, y leerán en sus oídos todas las normas de la
alianza, y les instruirán en todos sus preceptos para que no se extravíen en
sus errores... Y esta es la regla para todos los ejércitos de la Congregación,
para todos los israelitas nativos. Desde su juventud lo educarán en el libro de
HAGY, y de acuerdo con su edad les instruirán...” (1QSa I, 4-6) “Cuando en la mesa común se ponga la comida y se escancie
el vino nuevo, nadie tienda la mano hacia la primicia del pan y del vino antes
que el Sacerdote; pues ha de ser él quien bendiga las primicias del pan y del
vino, y él será el primero en tender la mano hacia el pan. Con ello tenderá la
mano hacia el pan el Mesías de Israel.” (1QSa II, 17-21, en versión de Geza
Vermes)
“Cuando se promulgue una convocatoria a toda la
congregación, para un juicio, una reunión del consejo de la comunidad o una
movilización militar, los reunidos serán sometidos, durante tres días, a los
ritos de santificación, a fin de que todos los que acuden estén debidamente
preparados para el caso. Estos son los varones, que de veinte años para arriba,
habrán de ser convocados ap consejo de la comunidad: todos los sabios de la
asamblea, los prudentes y los entendidos cuya conducta es perfecta y asimismo
los que están en el servicio militar 44, los jefes de tribus, todos sus
jueces y comisarios, los comandantes de batallón, de compañía,...” (1QSa I,
25-29) 45 (Versión de Pedro Gringoire)
También llamado Texto
Sadoquita y Documento de Damasco,
se conservaba en la Geniza 46 de El Cairo hasta que los descubrió allí
Salomón Schechter, quien los publicó en el año 1910. Son dos manuscritos del
siglo X (MS A) y del siglo XI (MS B).
Se encontraron nueve copias en varias cuevas, lo que
da una idea de su importancia, siendo el más antiguo entre los años 75 y 50
a.C. Los fragmentos correspondientes descubiertos en las Cuevas 4, 5 y 6, están
datados sobre la primera mitad del siglo I a.C., y se corresponden con el texto
de MS A, que ocupa hasta la columna VIII inclusive, mientras que el texto B
termina la Regla hasta el final.
Se inicia con una exhortación a mantenerse fieles
tras el éxodo de Judea a territorio de Damasco 47, y da datos sobre el origen
de la comunidad. La segunda sección, desde la columna IX, trata de Los
Estatutos, es decir, normativa, juicios, faltas, testigos, penas, etc.;
preludio de la Mishnah, el Tosefta y el Talmud 48. En la primera parte aparece la única referencia
histórica interna de los manuscritos, estableciendo la constitución de la
comunidad 390 años después de la destrucción de Jerusalén por Nabucodonosor, es
decir, a principios del siglo II a.C., llegando el Maestro de Justicia unos
veinte años después. En general se trata de una obra misional, que tiene como
objetivo hacer sentirse cómodos a los nuevos miembros. “Pero cuando fueron infieles y le abandonaron, apartó Él
su rostro de Israel y de Su Templo, entregándolos a la espada. Pero, recordando
la Alianza de los antepasados, reservó una porción de Israel y no la entregó
para cuando fuera destruida. Y en la era de la cólera, trescientos noventa años
después de haberlos puesto en manos del rey Nabucodonosor de Babilonia 49, Él
los visitó e hizo que brotara un vástago de Israel y de Aaron para heredar Su
tierra y medrar con los frutos de Su tierra. Y vieron su iniquidad y
reconocieron su culpa, y aún así durante veinte años fueron como ciegos
buscando a tientas el camino. Y Dios observó sus actos, que le buscaban con
corazón sincero, y creó Él un Maestro de Rectitud 50 para que los guiara por
el camino de Su corazón.” (CD-A I, 3-11; en versión de Geza Vermes)
Sobre el juicio, las faltas y las penas, así como la
capacidad de los miembros de la comunidad para juzgar, aparecen, por ejemplo,
estas líneas:
“Cualquier asunto en que un hombre peca contra la ley y
su prójimo lo ve, y está solo: si es asunto capital, él lo denunciará en su
presencia, con reprensión, al Inspector 51, y el Inspector lo escribirá de su
mano hasta que lo cometa de nuevo en presencia de uno solo y lo denuncie al
Inspector; si retorna y es sorprendido en presencia de uno solo, su juicio está
completo; pero si son dos, uno y uno, los que testimonian sobre otro asunto, que
el hombre sea separado únicamente del alimento puro, con tal de que ellos sean
fidedignos y que en el mismo día que lo vio lo denuncie al Inspector. Y sobre
la riqueza aceptarán dos testigos fidedignos. Y uno, para separar del alimento
puro (IX, 16-23). Que no sea aceptado un testigo por los jueces para condenar a
muerte por su palabra si no ha cumplido sus días para pasar entre los que son
reclutados y es temeroso de Dios... Y esta es la regla de los jueces de la
Congregación. En número de diez hombres, escogidos de entre la congregación,
por un tiempo; cuatro de la tribu de Leví y de Aaron, y seis de Israel;
instruidos en el libro de HAGY 52 y en los principios de la Alianza; entre
los veinticinco y los sesenta años...Y que nadie de más de sesenta años ocupe
la función de juzgar a la congregación, pues por el pecado del hombre fueron
acortados sus días, y a causa de la ira de Dios contra los habitantes de la
tierra, Él decidió retirarles el conocimiento antes de que completaran sus
días.” (CD-A X, 1-10)
“Y estas son las ordenanzas para el Instructor 53, para
que marche en ellas con todo viviente, según la norma para cada tiempo. Y de
acuerdo con esta norma marchará la semilla de Israel y no será maldita. Y esta
es la regla de la Asamblea de los campamentos. Quienes marchan en ellas en el
tiempo de la impiedad hasta que surja el Mesías de Aaron e Israel serán en
número de diez como mínimo para formar millares, centenas, cincuentenas y
decenas. Y en un lugar de diez que no falte un sacerdote instruido en el libro
de HAGY, y por su autoridad todos serán gobernados.” (CD-A XII, 21-23)
Sobre la trascendencia y el precepto de guardar el
sábado, aparece:
“Que nadie haga un trabajo en el día sexto desde el
momento en el que el disco del sol está a la distancia de su diámetro de la
puerta 54, pues esto es lo que dice: ‘Guarda el día del sábado para
santificarlo’ 55. Y en el día del sábado que nadie hable una palabra vana o
estúpida. Que no preste nada a su prójimo. Que no se discuta sobre la riqueza o
el beneficio. Que no se hable de asuntos de trabajo y de la tarea a realizar al
día siguiente... Que no marche fuera de la ciudad más de mil codos...” (CD-B X, 15-21)
Sobre temas relacionados con el ingreso de nuevos
comuneros, se tiene:
“Y todo aquél que se une a la congregación, que él [el
Inspector] lo examine de sus acciones, su inteligencia, su fuerza, su coraje y
su riqueza; y lo inscribirán en su puesto según su condición en el lote de la
luz... Que ninguno de los miembros del campamento tenga autoridad para
introducir a nadie en la congregación contra la decisión del Inspector del
campamento.” (CD-B XIII,
11-13)
Sobre la organización o jerarquía de los integrantes
de la comunidad:
“Todos serán alistados según sus nombres : los sacerdotes
en primer lugar, los levitas en segundo, los hijos de Israel en tercero, y el
prosélito en cuarto. Y así se sentarán y así serán interrogados en todo. Y el
sacerdote que es nombrado a la cabeza de los Numerosos será entre treinta y
sesenta años, instruido en el libro de HAGY y en todas las normas de la ley
para decirlas de acuerdo con sus normas.” (CD-B XIV, 3-7)
Trata de la guerra escatológica que tendría lugar en los
últimos cuarenta años de su era. Una especie de tratado teológico sobre el
continuo combate entre el bien y el mal. Los Hijos de la Luz, que tienen
aliados terrestres, como los ángeles, están representados por los integrantes
de las tribus de Leví, Judá y Benjamin, mientras que los Hijos de las Tinieblas
están representados por los gentiles que tienen en cabeza al enemigo final, los
kittim 56. Este libro prevé la reconquista de Jerusalén tras seis años de
guerra, restableciéndose el culto en el Templo, y en el séptimo año se preparan
planes para vencer a todas las naciones extranjeras, lo que tendrá lugar tras
treinta y tres años de lucha.
Aparecen descripciones sobre el ejército, las armas,
los estandartes, inscripciones, las tácticas a emplear –que en muchos casos son
muy similares a las empleadas por el ejército romano-, sobre los kittim
–hablando de su rey, en paralelo con el emperador romano-, etc. La fecha que se
consensúa para este escrito parace ser el final del siglo I a.C. o el principio
del siglo I d.C.
Los combatientes son personas maduras, auxiliadas
por jóvenes; la pureza ritual se mantendrá a rajatabla, impidiendo la entrada
en los campamentos de niños y mujeres, así como a los impuros. Las últimas
palabras son para describir la victoria de los Hijos de la Luz. “Y a su tiempo saldrá con
gran furia para guerrear contra los reyes del Norte, y su cólera exterminará y
cortará el cuerno de... Seguirá un tiempo de salvación para el pueblo de Dios y
un tiempo de dominio para todos los hombres de su lote, y de destrucción eterna
para todo el lote de Belial. Habrá pánico grande entre los hijos de Jafet, y
caerá Asur, y no habrá socorro para él; el dominio de los kittim se acabará,
siendo abatida la impiedad sin que quede un resto, y no habrá escape para los
hijos de las tinieblas.” (1QM I, 4-7)
“Durante los treinta y tres
años restantes de guerra 57, los hombres de fama, los que asisten a la
Asamblea, junto con los cabeza de familia de la Congregación, elegirán según su
criterio hombres de guerra para todas las tierras de las naciones. Armarán a
guerreros de todas las tribus de Israel que entrarán en el ejército año a año
cuando se llame a guerra.” (II, 6-8; según versión de Geza Vermes)
“Y el escudo [de los Hijos de la Luz] estará rodeado de
un borde trenzado y tendrá un diseño grabado, una obra de arte en oro, plata y
cobre mezclados, y piedras preciosas, ornamentos multicolores, obra de un
artista orfebre 58. Largo del escudo: dos codos y medio 59; y su anchura,
un codo y medio. Y en su mano, una lanza y una espada. Largo de la lanza, siete
codos, incluyendo la empuñadura y la punta, de medio codo... Y [la espada]
tendrá dos canales derechos hasta el extremo, dos a cada lado. Largo de la
espada, codo y medio. Y su ancho, cuatro dedos.” (V, 5-13)
“Los hombres del ejército tendrán entre cuarenta y
cincuenta años de edad. Los inspectores de los campamentos tendrán de cincuenta
a sesenta. Los oficiales tendrán de cuarenta a cincuenta. Los que despojan los
cadáveres, los que recogen el botín, los que limpian la tierra, los que
custodian el bagaje, y los que suministran las provisiones, tendrán de
veinticinco a treinta años de edad.” 60 (VII, 1-3; versión de Geza Vermes) “Sed fuertes y valientes, mostraos valerosos. No temáis, ni tembléis, Ni vuestro corazón se os
estremezca, No os alarméis, ni vaciléis
ante ellos, No os volváis atrás, ni... Porque ellos son una
congregación impía, Y toda sus obras están en
las tinieblas, Y a ellas van sus deseos, ... de su refugio, su poder es como humo que se
esfuma, y toda la asamblea de su
muchedubre no será hallada. Toda la sustancia de su ser Se desvanece rápidamente.” (XV, 7-11)
“Los Sacerdotes darán la señal para ordenarlos en las
divisiones de la formación; y desplegáranse al son de las trompetas las
columnas hasta que todos estén en su lugar. Darán entonces los Sacerdotes con
las trompetas una señal segunda de avanzar, y cuando los soldados de a pie se
acerquen acortando distancia a la formación de los kittim, llevarán todos
dispuestos sus armas de guerra. Tocarán luego los sacerdotes a degüello, y
lanzáranse los infantes contra las huestes de los kittim; y al son del degüello
comenzarán a abatir a los muertos. Aunque cese el clamor de las gentes seguirán
los Sacerdotes tocando el son del degüello y se librará la gran batalla contra
los kittim.” 61 (XVII, 10-15; de Geza Vermes) Se trata de uno de los textos que aún no se ha publicado.
También conocido como Rollo del Templo,
consta de sesenta y seis columnas, escrito en una letra herodiana, con lo que
su datación podría ser entre el 30 a.C. al 70 d.C., aunque la composición
retrasa su datación unos 100 años.
Tiene cuatro apartados: reglas que rigen la pureza,
la celebración de fiestas, la construcción del Templo, y una exposición sobre
el rey de Israel y su ejército. La mayoría de sus sesenta y seis columnas se
encuentran muy deterioradas.
En general podría tratarse de un nuevo compendio de
creencias y reglas, una nueva ley o torah –con minúsculas- para observación en
la comunidad. El grueso del texto contiene preceptos relativos a la construcción
de un nuevo Templo, y otras leyes adaptadas del Deuteronomio. Al final se
añadió un pequeño calenadario de fiestas y normas respecto de la pureza ritual. “Cogeréis una torta de pan sin levadura del cesto y una
torta de pan aceitado y una oblea, y lo pondréis todo sobre la grasa 62, con
la pierna ofrecida en tributo, la pierna derecha. Los que ofrecen, elevarán los
carneros y los cestos de pan, elevación ante YHVH; es un holocausto...”
(11QTemple XV, 9-12) “En el desván de este
edificio harás una puerta, abierta al tejado del Santuario, y un pasadizo hecho
en esta puerta a la abertura del tejado del Santuario, por el que se podrá
entrar al desván del Santuario. Recubriréis de oro todo este edificio de la
escalera de caracol: sus puertas, su tejado por dentro y por fuera, su pilar y
sus escaleras, y harás todo según yo te he dicho. Harás un edificio para el
Caldero, al sureste, cuadrado, todos sus lados tendrán veintiún codos...”
(XXXI, 8-10)
“Será comido en esos días y
no quedará de un año para el siguiente. Lo comerán así: el grano lo comerán
desde la fiesta de primicias del grano de trigo hasta el año siguiente, hasta
el día d ela fiesta de primicias; el vino, desde el día del festival del mosto
hasta el día del festival del mosto del año siguiente; y el aceite, desde el
día de su festival hasta el año siguiente, hasta el festival del día de la
ofrenda del nuevo aceite sobre el altar. Todo lo que sobre de sus festivales
será santo, será quemado al fuego, no se comerá porque es santo.” (XLIII, 4-10) Se trata, los dos párrafos precedentes, de normas para la
construcción del Santuario y de un calendario de fiestas y de lo que conviene
en ellas. Siguen algunas normas de sanidad –algo duras, quizás-, de
comportamiento y una parte de su código penal. “En cada ciudad haréis sitios para los infectados de
lepra, de infección y de sarna, para que no entren en vuestras ciudades y las
contaminen; y también para los que tienen gonorrea y para las mujeres cuando
están en su menstruación impura.” (XLVIII, 13-15) “Busca sólamente la justicia
para que vivas y entres y tomes posesión de la tierra que yo os doy para
poseerla por siempre. Aquél que acepte soborno y desvíe el juicio justo morirá,
y no temeréis ejecutarlo.” (LI, 15-18)
“...los apedrearán y serán
ejecutados; a la joven porque no gritó en la ciudad, y al hombre porque violó
la mujer de su prójimo; así extirpará el mal de en medio de ti, pero si es en
el campo donde el hombre ha encontrado a la mujer, en un lugar escondido y
alejado de la ciudad, y la ha forzado y se ha acostado con ella, será ejecutado
sólo el hombre que se ha acostado con ella.” (LXVI, 2-5) 63
También conocido como el Rollo de Cobre, es el más enigmático y, al mismo tiempo, el más
esotérico –en el sentido de aventura exótica y espectacular, pábulo de
best-sellers- de los rollos encontrados en Qumrán. Se trata de dos rollos de
cobre con escritura hebrea, completamente oxidados –posiblemente algún
accidente convirtió el rollo original en dos- y desmenuzables. Todos los intentos
de estirarlo fracasaron y conllevaron pérdida de material. La única manera
consistió –un procedimiento ideado por el profesor H. Wright Baker, del
Manchester College of Technology, cerca de Londres- en tratamientos químicos y
corte en tiras transversales, de las que salieron 23, lo que ocurrió en 1956.
La longitud total era de 240 centímetros y está escrito en láminas de cobre muy
malo –con un 1 % de estaño- unidas por remaches. El lenguaje empleado es el
hebreo, pero vulgar, con múltiples errores semánticos y ortográficos –hebreo
postbíblico o mishnaico-, aunque aparecen seis signos griegos que parecen
corresponder a referencias, cantidades, números, o cualquier clave interna. La
datación paleográfica lo sitúa entre los años 25 y 75 d.C.
El contenido es un listado de 64 enterramientos –o
escondites- donde se han ocultado tesoros religiosos y de las comunidades,
acompañados por una breve descripción del lugar, con más frecuencia en
Jerusalén, cerca del Templo, en el área de Judea y en el cementerio del valle
de Quidrón. Si se suma todo el contenido de plata enterrada daría un total de
200 toneladas.
Tan pronto como se tradujo el texto brotaron
buscadores, codiciosos y curiosos científicos, buscando los tesoros y, con el
paso del tiempo, simplemente intentando localizar los lugares. Han pasado unos
cuarenta años y no se ha localizado ninguno de ellos.
Son numerosas las teorías que se han ideado para
explicar este rollo. Desde la de que se trata de una simple lista de tesoros
supuestos dentro del folklore judío, hasta la que supone que se trata de las
riquezas de los qumranitas, pasando por la lista de los resto del templo de
Herodes, o del Templo de Jerusalén. La más abrazada parece la primera, aunque
con reservas 64.
1.- “En Horebbeh que está en el valle de Ajor, debajo de
los escalones que van hacia el este, a cuarenta codos: una caja de plata con 17
talentos.” (3Q15 I, 1-4, versión de Geza Vermes, ver bib., pág. 89)
1.- “En la ruina que hay en el valle, pasa por bajo las
escaleras que van hacia el Este cuarenta codos-cañas: hay un cofre de dinero, y
su total: el peso de diecisiete talentos (3Q15 I, 1-4, versión de Florentino
García, como las que no indican nada, ver bib., pág. 477)
3.- “En la gran cisterna situada en el patio del
peristilo pequeño, la que está tapada con una losa agujereada, en un escondite
del fondo, opuesto a la abertura superior: 900 talentos [30 toneladas]” (3Q15
I, 6-8, versión aportada por Pedro Gringoire, ver bib., pág. 37)
3.- “En el gran aljibe del patio del peristilo, en un hueco
del suelo tapado por el sedimento enfrente de la abertura superior: novecientos
talentos.” (3Q15 I, 6-8)
11.- “En la cisterna que se
halla en la parte baja del terraplén, del lado este, en un sitio cavado en el
saliente de la roca: seis barras de plata, a la entrada, bajo la gran piedra
del umbral” (II, 10-12, versión aportada por Pedro Gringoire, ver bib., pág.
37) 53.- “Cerca de ahí, bajo a
esquina sur del Pórtico, en la tumba de Sadoc, debajo de la pilastra del
vestíbulo, una vasija de resina de abeto y una de perfume de casia” (XI, 1-4,
versión aportada por Pedro Gringoire, ver bib., pág. 37) 64.- “En la galería de la
Roca Lisa, al norte de Cojlit, que se abre hacia el norte y que tiene tumbas a
la entrada: un ejemplar de este documento, con explicaciones, medidas y la
descripción detallada.” (XII, 10-13, versión aportada por Pedro Gringoire, ver
bib., pág. 37) 64.- “En el túnel que hay en
Sejab, al norte de Kojlit, que se abre hacia el norte y tiene tumbas en su
entrada: un duplicado de este escrito, y el inventario de todas y cada una de
las cosas” (XII, 10-13) También conocido como Descripción
de la Nueva Jerusalén. Se trata de un documento de carácter visionario y
escrito en arameo, denominado arameo occidental, de factura más reciente que el
arameo con que se escribió Daniel. Se han encontrado fragmentos del mismo en
las cuevas 1, 2, 4, 5 y 11. Los fragmentos más extensos son los de la cueva 5
(5QNJ), mientras que los más numerosos y cortos son de la cueva 4 (4QNJ).
El objeto del texto es decribir la Jerusalén del fin
de los tiempos –tras la llegada del mesías 65-, explicando cómo serán –o
deben ser- sus calles, edificios, plazas, murallas, etc. 66. “Igualmente me mostró las medidas de todas las manzanas.
Entre manzana y manzana está la calle, seis varas 67 de ancha, cuarenta y dos
codos. Y las grandes calles que van de este a oeste; anchura de las calles: dos
de ellas tienen diez varas, setenta codos; y midió la tercera, la que pasa a la
izquierda del Templo; dieciocho varas de largo, ciento veintiséis codos. Y la
anchura de las calles que van de sur a norte: dos de ellas tienen nueva varas y
cuatro codos cada una, sesenta y siete codos; y la del medio, que está en el
centro de la ciudad, Él midió su anchura: trece varas y un codo, noventa y dos
codos. Todas las calles de la ciudad están pavimentadas con piedra blanca,
alabastro y ónice.” (5QNJ I, 2-7) “Me mostró asimismo todoslos
barrios, de dimensiones iguales. Entre barrio y barrio una calle de seis cañas,
o sea cuarenta y dos codos de ancho. La anchura de cada una de las grandes
calles que iban de este a oeste era de diez cañas, o sea setenta codos, dos de
ellas. La tercera, que pasaba al norte del Templo, medía dieciocho cañas, o
sea, ciento veintiséis codos de ancho. El ancho de las calles que iban de sur a
norte era de nueve cañas y cuatr codos...” (I, 2-5) (versión de Pedro
Gringoire) “... Y la calle del medio
pasa por el medio de la ciudad, sus medidas de anchura trece junquillos y un
codo, igual a doce codos. Y todas las calles de la ciudad están pavimentada con
piedra blanca, mármol y jaspe.” (I, 5-7) (versión de Geza Vermes) “Largo de las casas: tres varas, veintiún codos; y su
anchura: dos varas, catorce codos. Y lo mismo todas las habitaciones. Su altura
es de dos varas, catorce codos. Su puerta está en el medio; tiene dos varas,
catorce codos, de ancha.” (II, 7-8)
Su autor debió de ser el Maestro de Justicia, o de
una buena parte. Se trata de una colección de dichos y sentencias, ordenados
como si de un poema se tratase, que ayudan e invitan a la oración, la liturgia
y el culto, así como que define los ritos de ingreso y de renovación anual de
votos para permanecer en la alianza. No se conoce muy bien cuál es su fecha
aproximada de redacción, aunque si el estilo y las referencias al líder del
grupo son correctas y parece que pueden concordar con los del Maestro de
Justicia, puede ser de los más antiguos.
Este es uno de los principales puntos de toque de
toda la investigación, estudio y manipulación de los manuscritos del Mar
Muerto. Sobre todo por lo que se refiere a los periodistas e investigadores más
escépticos, como es el caso de Baigent y Leigh 68.
Se suele considerar que el trabajo con los
manuscritos fue una empresa demasiado cerrada desde el principio. Ya se ha
visto la adquisición de los manuscritos y la constitución del equipo
internacional que los iba a manipular y a investigar, y es uno de los motivos
por el que se ha hecho un seguimiento de los hechos bastante exhaustivo en las
primeras páginas.
El equipo internacional estaba formado, en un inicio
por Roland de Vaux, director de la École
Biblique et Archéologique Française y miembro del Consejo de Administración
del Museo de Antigüedades Jordano, y Lancaster Harding, director del
Departamento de Antigüedades de Jordania. No de manera oficial, pero sí de facto, pues se trataba de
instituciones que se encontraban en el lado árabe de Palestina. Como se ha
dicho más arriba, se lleva a cabo una primera prospección para finales de
febrero de 1949 en la cueva 1. Aquí se presentan varios puntos:
- La cueva
ya había sido explorada, con cierto desorden, pero con insistencia, por los
beduinos de la tribu que había hecho el descubrimiento inicial - La cueva
había sido visitada, y parcialmente explorada, por el grupo enviado por el Abad
del monasterio de San Marcos
- No existía
todavía un control muy estricto en la campaña de prospección, con lo que el
grupo de gobierno, Roland de Vaux y Lancaster Harding tenían, digamos, cierta
autonomía.
Por todo esto, existe la posibilidad de que otros
manuscritos estén en poder de personas del equipo, de otros equipos, o de
particulares.
En cuanto al asunto del ritmo de trabajo, uno de los
puntos más negros de la historia –insisto en que es así según los más
escépticos-, puede explicarse por unas cuantas circunstancias: El equipo
internacional está constituido por personas que se encuentran allí para cubrir
su expediente, para realizar una tesis, o porque son especialistas en campos
que no tienen mucho que ver con la paleografía o la arqueología. El equipo
internacional se constituye a toda prisa con personas que ya se encuentran
allí, y, por la urgencia de la situación, no se piensa en llamar a nadie de
fuera. Las
circunstancias políticas impiden un equipo internacional más equilibrado, pues
no se cuenta, ni se desea contar, con nadie relacionado con las instituciones
hebreas, donde quizás sí habría expertos más cualificados. Los miembros
del equipo internacional cuentan con escasos recursos, por lo que la dedicación
que ofrecen durante los primeros años de trabajo no es exclusiva. Esto implica
que estos especialistas residan en Jerusalén cuando sus otras labores
académicas –generalmente en Europa- y sus periodos vacacionales se lo permitan.
Sólo hay un caso de dedicación prácticamente exclusiva, por los diversos
trabajos que ejercía en la zona Palestina, y es el caso de Roland de Vaux. La
mayoría le dedica una media de 4 meses al año a los trabajos con los manuscritos
in situ. El momento
histórico no facilita las cosas, pues no se cuenta con medios, ni con los
locales, ni con los equipos, ni con la tecnología más adecuada. El equipo
internacional equilibrado, del que se habla en un principio, no lo es tal, pues
la única inclusión fuera del ámbito eclesiástico es la de John Allegro que,
precisamente, sí era el único con experiencia y con publicaciones previas sobre
estos mismos temas. Los primeros
esfuerzos se vieron encaminados a tratar de demostrar la autenticidad primero,
y la antigüedad después, de los manuscritos y fragmentos encontrados en la
cueva 1. Los primeros
textos encontrados, salvo el Isaías,
corresponden a textos inéditos, que no ofrecen posibilidad de paralelismo y
contraste con otros, para facilitar su autenticación, contraste, antigüedad,
etc., como es el caso de el Regla de la
Comunidad, o el Comentario de Habacuc. Los
descubrimientos iniciales son rollos o manuscritos relativamente enteros, pero
pronto, en el plazo de un año o año y medio, se pasa inmediatamente a
recolectar infinidad de fragmentos de manuscritos que proporcionan un trabajo
ingente y, quizás, imposible para ese equipo. Los recursos
no abundan cuando se acaba de terminar la Segunda Guerra Mundial y pronto los
manuscritos alcanzan un cierto precio que no siempre es posible reunir, con lo
que las adquisiciones de manuscritos relevantes se hacen con cuentagotas. Nada más
difundirse la noticia de los descubrimientos comienzan las diatribas
contradictorias sobre su autenticidad, sobre la antigüedad de los mismos, y,
sobre todo, acerca de la conveniencia de que se estudien y custodien de una u
otra manera. Esa polémica se zanja enseguida, pero condicionará la
investigación desde un principio. Al poco
tiempo de iniciarse los descubrimientos, hay que considerar en el mapa dos
bandos claramente posicionados: el Museo Arqueológico Palestino –de Jordania,
árabe- y la Universidad Hebrea –de Israel, judío-, con sus apoyos y enemigos,
si bien no dedicaron demasiados esfuerzos al tema por tener la voluntad puesta
en otras circunstancias.
Un ejemplo de la forma en que se dividía el trabajo
a su recepción en la “rollería” puede ofrecerse con las mismas palabras de uno
de los que posteriormente se rebelaría como un disidente esporádico, Frank
Cross –entró en el equipo en 1953, encargándose de los textos bíblicos
relacionados con el Antiguo Testamento y sus comentarios, encontrados,
principalmente, en la cueva 4-: “Algunas cosas eran evidentes; los que teníamos
cátedras de dedicación exclusiva no podíamos tomar problemas desconocidos y
complejos. Así que nos ocupamos del material bíblico, el más sencillo desde el
punto de vista de la identificación, y de organizar todo en columnas, etc. Los
que eran especialistas en arameo, en especial Starcky –padre Jean Starcky, del Centre Nationale de la Recherche
Scientifique, propuesto por la Escuela Bíblica-, recibieron, por supuesto,
todo lo que estaba en arameo. Los intereses de los diversos especialistas, las
oportunidades de investigación, definieron en gran medida lo que haría cada uno
de nosotros. En esto nos pusimos rápidamente de acuerdo, y de Vaux dio su
bendición. No nos sentamos a votar, y no hubo en esto ningún conflicto.
Básicamente el equipo trabajaba por consenso” (entrevista de Baigent y Leigh a
Frank Cross, el 18 de mayo de 1990).
El tema de la dedicación exclusiva a las cátedras de
la mayoría de los investigadores, como justificación al ritmo demasiado lento
en los trabajos de concordancia y traducción, es contestado por Baigent y Leigh
en el sentido de que la difusión de fotografías permite al investigador
trabajar en su lugar habitual, sin tener que desplazarse a Jerusalén, si bien
esto no resuelve la asignación de tiempo a la tarea.
Por otro lado, en cuanto a la dificultosa
concordancia en los millares de fragmentos encontrados, estos autores aportan
el trabajo con fotografías, como más sencillo que con los originales, y las
manifestaciones de Cross –en su libro de 1958 The Ancient Library of Qumran, sobre que el material de que
disponían en la rollería ya había sido identificado- y las de Allegro –en su
libro The Dead Sea Scrolls, de 1964,
respecto a que el emsamblado e identificación del material de la cueva 4 ya se
había completado en 1961- .
Por último, aportan el ejemplo de los manuscritos de
Nag Hammadi, que fueron descubiertos en 1945, dos años antes que los rollos del
Mar Muerto. Para 1948 habían sido comprados por el Museo Copto de El Cairo,
iniciándose los trabajos en 1956, pero interrumpiéndose brevemente –por el
asunto del canal de Suez-, se pasaron a un equipo internacional de trabajo en
1966, dirigido por James M. Robinson, del Institute for Antiquity and
Christianity de la Claremont Graduate School, de California. En 1973 toda la
biblioteca de Nag Hammadi estaba en borrador al inglés, y en 1977 se publicaron
en edición facsímil y en edición popular.
Respecto a las publicaciones, otro punto oscuro, pues
deriva del anterior al considerarse desde siempre, en el mundo académico, que
la ausencia de publicaciones se debe a que las investigaciones están estancadas
o a que existe la voluntad de no mostrar los avances obtenidos, debe decirse
que existen dos etapas diferenciadas: la primera, que abarca los dos o tres
primeros años, donde predominan los trabajos descriptivos, sobre los
descubrimientos, las prospecciones, y las características de los rollos; y una
segunda etapa, más fundamental, que trata del contenido de los rollos o bien
ofrecen traducciones, generalmente al inglés y al hebreo.
Además hay que considerar los derechos que sobre el asunto
iban adquiriendo los miembros del equipo internacional y las consecuencias de
sus decisiones 69. Para las publicaciones existían dos posturas: publicar
inmediatamente lo encontrado, aunque las fotografías muestren sólo aspectos parciales
de los manuscritos o fragmentos, con alguna explicación añadida; o la segunda
postura, la propugnada por el padre Roland de Vaux –jefe oficioso del equipo
internacional-, que consideraba mejor publicar los manuscritos al completo, y
los fragmentos reunidos e interrelacionados entre sí en la mayor medida
posible, junto con fotografías de los mismos, traducciones, transcripciones y
comentarios. Esta segunda postura es la que se terminó imponiendo y es la que
dio lugar a la colección titulada Discoveries
in the Judean Desert, publicada, poco a poco, por Oxford University Press.
Las primeras publicaciones que sobre el tema
salieron a la luz fueron: en el año 1948 cuando se publican dos comunicados de
prensa, en marzo y abril, y aparece en la edición del día 12 del periódico The Times la noticia de los hallazgos de
los manuscritos del Mar Muerto.
Por otra parte, en 1950, Millar Burrows adoptaron la
decisión de hacer circular los manuscritos entre sus colegas para favorecer la
transparencia y eliminar ciertos rumores que corrían y que dañaban,
especialmente, a las partes implicadas en el problema, pero que no estaban
radicadas en Palestina, como es la ASOR. Como consecuencia, aparecieron copias
facsímiles de Isaías y del Comentario de Habacuc, y en 1951
difundieron el Manual de Disciplina.
Algunos puntos de la historia no favorecen la
transparencia, como es el caso del profesor John Strugnell –licenciatura y
máster en Oxford, dentro del equipo, esporádicamente, desde el año 1954-,
sucesor de Pierre Benoit como director del equipo a la muerte de aquél. Según
comentan Baigent y Leigh, a pesar de compartir periodos de tiempo entre su
cátedra en Harvard y la Escuela Bíblica, a cargo de los rollos, no publicaba
prácticamente nada relacionado con el material que tenía asignado, quitando
algún artículo ocasional y críticas y addenda
a publicaciones de otros miembros del equipo. No obstante, aparecen
aportaciones suyas en colaboración con miembros “titulares” del equipo
internacional –sobre todo con John Allegro, pues podía considerarse discípulo
de éste-, desde el año 1956 al 1967, centrándose en el trabajo de Allegro sobre
el Antiguo Testamento y comentarios afines, cartas haláquicas en 1985,
documentos pseudoepigráficos en 1990, y participación en congresos y encuentros
de distinta índole. Quizás su trabajo en la sombra no favoreciera la aparición
de trabajos suyos en el mundillo académico, aunque desde 1984 sí se encuentran
trabajos de Strugnel en diversos medios y en la serie Discoveries.... Por otro lado, los autores mencionan la tendencia
de Strugnell a llevar estudiantes de doctorado de Harvard para que trabajasen
directamente con el material y preparasen in
situ sus tesis doctorales.
De la serie Discoveries...,
se publicó el primer volumen en el año 1955, y trataba de todo lo relacionado
con los descubrimentos de la Cueva 1, los manuscritos y algunas fotografías de
los mismos, obra, en su mayor parte de Josef T. Milik: Discoveries in the Judean Desert I: Qumran Cave 1, J. T. Milik y D.
Barthélemy, Clarendon, Oxford, 1955. El volumen II, Manuscrits of Muraabbat, dedicado a los textos de Murabbaat,
también en su mayor parte de Milik, no apareció hasta el año 1961. En 1962
aparece el tercer volumen de la serie, dedicado a las cuevas menores –Les petites grottes de Qumran-, obra de
Baillet, Milik y de Vaux, apareciendo una descripción detallada del denominado Rollo de Cobre.
Aquí se abre un paréntesis ligero, pues por
cuestiones de carácter político, y presiones de algunos miembros de la
Administración jordana, la serie pasó a titularse Discoveries in the Judean Desert of Jordan. Así aparecieron el
volumen IV –The Psalms Scroll of Qumran
Cave 11-, escrito por J. A. Sanders, en 1965; y el volumen V –Qumran Cave 4- escrito por John M.
Allegro y A. A. Anderson, aparecido en 1968.
Dado que en 1967 todos los rollos pasan a manos de
los israelíes –excepción hecha del Rollo de Cobre, que sigue en Amman-, surge
un problema. Inicialmente resuelto porque el volumen V de la serie se
encontraba ya en imprenta, pero complicado. Surgen rumores de que el equipo
internacional está en desacuerdo con la política israelí –o la anexión israelí
de los manuscritos-, y decide no publicar nada más. Esta postura, que
inicialmente parece infantil, pues la administración hebrea puede solventarla,
aunque a medio o largo plazo, tiene como consecuencia que no se publica nada
más, oficialmente al menos, hasta el año 1971, año en que muere el director del
equipo, Roland de Vaux.
Surge otra etapa presidida por el padre Pierre
Benoit, que logra sacar adelante un nuevo volumen, el VI –Qumran Grotte 4. I.- Archéologie,
por Roland de Vaux; II.- Tefillim,
meruzot et Targums, de J. T. Milik- que vio la luz en 1977. Un poco año, en
1974, Milik había publicado una especie de apéndice de la serie, con un estudio
de los fragmentos de Enoc en arameo.
Se producen otros saltos importantes en el tiempo, y en el año 1982 aparece el
volumen VII de la serie –Qumran Grotte 4,
III- escrito por M. Baillet.
Los siguientes volúmenes serían: Vol.
El último volumen de la serie es el Vol.
Se parte de un prejuicio inicial, aportado por de
Vaux: ninguno de los manuscritos es posterior al siglo I a.C., pero la mayoría
son más antiguos. Incluso llegó a decir 70 que los manuscritos habían sido
depositados allí durante el reinado de Alejandro Janeo 71.
Una de las técnicas que se utilizó por entonces, año
1950 72, para confirmar la antigüedad de los manuscritos fue el análisis con
el Carbono 14. Para ello se eligió materia orgánica, como es el caso de las
telas o lienzos que envolvían los manuscritos, muestra que hay que quemar antes
de analizar. El resultado fue el año 33 d.C. Por ese entonces, el margen de
error estaba entorno a 200 años, arriba y abajo.
Un problema a añadir es que ninguno de los
manuscritos de Qumrán lleva fecha, ni existe ningún documento que lleve un
listado por fechas de manuscritos producidos, situación contraria a la que
aparece en los manscritos de Bar Kokhba, sobre el año 135 d.C., o en otras
cuevas, donde aparecen manuscritos y papiros de carácter comercial, apareciendo
fechas y nombres contrastables.
Hacia 1956 se encontró un resto de palmera quemada
–del incendio se hablará después-, de la que se tomó una muestra para hacer la
prueba del Carbono 14 de nuevo, dando como resultado el año 16 d.C., con un
error de 80 años arriba y abajo 73.
Por otra parte se compararon los restos de
manuscritos de la cueva de Murabbat´at con la de Qumrán, utilizando una técnica
llamada retractación progresiva, aplicada a las fibras vegetales de los
manuscritos y papiros. Por este sistema se halló una antigüedad para el primer
grupo sobre el siglo II d.C., mientras que el para el segundo grupo se encontró
que era 80 años más viejo, es decir, del siglo I d.C.
Por fin, el año 1987 se inventó una técnica de
datación, espectroscopía por aceleración de masas, que requería muestras muy
pequeñas. Se llevó a cabo un nuevo análisis, en el año 1990, sobre ocho
manuscritos de Qumrán –datados hasta entonces entre la segunda mitad del siglo
II a.C y la primera mitad del siglo I d.C.- y otros cuatro manuscritos como
testigo, los cuales estaban fechados –un papiro de Samaría, un contrato de Wâdi
Seiyâl, un acta de venta de Murabba´at y una carta árabe de Khirbet Mird-,
además de dos manuscritos de Masada. Los resultados confirman las tesis
paleográficas y arrastran algunos de los manuscritos de Qumrán hacia finales
del siglo II a.C., excluyendo relaciones zelotas o judeo-cristianas en su
realización 74.
Otro aspecto que contribuye a la datación es el
estudio paleográfico, que se suele basar en dos puntos principalmente: la
caligrafía y las construcciones semánticas. Este análisis se detalla algo más
en el siguiente apartado. Así, se comprobó que la letra de los rollos era
anterior a la del material judío inscrito de Dura Europos, junto al Éufrates,
de comienzos del siglo III d.C. Una leve variante en la escritura de las cinco
últimas letras, propio del alfabeto cuadrado hebreo, indica el final de la era
del segundo templo, es decir anterior al 68 d.C. También se encontraron fuertes
semejanzas entre las letras de Qumrán y las que se hallaban en osarios, inscripciones
lapidarias y restos manuscritos, todos ellos fechados entre el siglo I a.C. y
el siglo I d.C.
También se encontraron arcaísmos en la letra de
Qumrán contrastándola con la letra de los manuscritos de Masada, Murabb´at, Ein
Feshka y, sobre todo Bar Kohkba, muchos
de ellos fechados internamente, llegando a la conclusión de que la letra de
Qumrán es algo más antigua que la de aquéllas muestras. La más parecida a la de
Qumrán es la de Masada, y se sabe por distintas referencias hebreas, cristianas
y griegas, que esta fortaleza cayó bajo las armas romanas en el año 74 d.C.
Utilizando estos estudios se ha conseguido datar
cada uno de los manuscritos de Qumrán. Los más antiguos son: Samuel (4QSam), sobre el año 200 a.C.; y
Jeremías (4QJer), contemporáneo; si
bien hay fragmentos en hebreo arcaico que se datan sobre el año 250 a.C. Los
más recientes serían Isaías (4QIsa),
de fines del siglo I a.C. y Daniel
(4QDan), sobre las mismas fechas; apareciendo fragmentos que son de las
primeras décadas del siglo I d.C.
Se han propuesto tres periodos para la producción
escrita de Qumrán. El primer periodo es el denominado pre-hasmoneo, y en este
se encuadran los manuscritos entre 225 a.C. y 150 a.C. (ver ejemplos de más
arriba). El segundo periodo, o hasmoneo, tiene el intervalo 150-30 a.C., y los
textos más representativos son el gran manuscrito de Isaías (1QIs), la Regla de la
Comunidad (1QS), y la copia más antigua del Documento de Damasco (4QD). El último periodo, o herodiano, está
entre el 30 a.C. y el 70 d.C., y contiene el grueso de la producción de Qumrán:
la mayor parte de los comentarios bíblicos (4QpIs, 1QpHab, etc.), el segundo Isaías (4QIsa), Himnos (1QH), Regla de la
Guerra (4QM), Génesis Apócrifo
(1QApGn), Manuscrito de los Salmos
(11QPs), el Targum de Job (11QTgJob),
Rollo de Cobre (3Q15), etc.
Este análisis, como elemento de la discusión sobre
los manuscritos de Qumrán, queda eliminado o soslayado por Baigent y Leigh al
considerar que se dan muchas circunstancias que lo aconsejan: se trata del
trabajo de copistas, hay pocas fuentes de comparación, se trata de textos
tradicionales y, por lo tanto, de conservación indispensable respetando unos
ciertos cánones, y, por último, los trabajos de Birnbaum que no fueron muy
afortunados.
Otro aspecto a estudiar por los investigadores fue
la aparición de referencias históricas en los textos de Qumrán. El resultado
fue muy pobre por la escasez de las mismas. Algunas interpretaciones son: - El indicio
negativo de que no se mencione la destrucción del segundo templo (68 d.C.). - El inicio
del culto escatológico descrito en la segunda columna de la Regla de la Guerra, tiene lugar en el
Templo de Jerusalén existente o vigente en ese momento. - Los
personajes históricos, pocos, datan de los siglos II y I a.C.: el rey griego
Antíoco que toma Jerusalén en el Pesher
Nahum –corresponde a Antíoco IV Epífanes, rey seleúcida de Siria (175-164
a.C.)-; Demetrio, que intentó lo mismo –corresponde a Demetrio III Eucaro
(92-89 a.C.)-. - En el Calendario de la cueva 4 –no publicado
aún- se habla de Shelamzion –corresponde a Alejandra Salomé (76-67 a.C.)-, de
Hircano –corresponde a Juan Hircano II (63-40 a.C.)-, y de Emilio –corresponde
a M. Emilio Escauro, primer gobernador romano de Siria (65-62 a.C.)-. - Una
referencia al comienzo de la Comunidad, donde reinaban en Jerusalén
reyes-sacerdotes, identificables con la dinastía macabeo-asmonea (153-37 a.C.). - La
dinastía del punto anterior fue derrotada por comandantes extranjeros –kittim-,
identificables con la Roma republicana, según los comentarios de Habacuc y
Nahum. En estos comentarios se utiliza la palabra “jefes” –o un sinónimo-, pero
nunca la palabra reyes, o emperadores, o príncipes, para referirse a las
autoridades de los kittim. Este punto lo contradice Baigent y Leigh señalando
que sí, pero las referencias encontradas son claras: “La interpretación de esto
se refiere a los jefes de los kittim, que desprecian las fortalezas de los
pueblos y con altanería se ríen de ellas, las cercan con un gran ejército para
conquistarlas. Y por temor y miedo ellas se entregarán a sus manos, y ellos las
destruirán por la impiedad de sus habitantes” (Comentario a Habacuc IV, 5-8).
Geza Vermes aporta la traducción “comandantes” a la palabra hebrea que
correspondía con “jefes”. - En el Rollo de la Guerra se explica la derrota
sufrida a manos de un rey kittim, correspondiente a la Roma imperial,
posterior, por lo tanto, a cuando Augusto se coronó emperador en el año 27 a.C.
El análisis de la morfología y conformación de las
tinajas y restos cerámicos de la zona, proporciona concordancia con las
dataciones en curso, situándolo en Palestina entre los siglos I a.C. y I d.C.
La mayor cantidad de pistas la proporcionan las
monedas, y la ciencia numismática se convirtió en auxiliar indispensable en los
primeros pasos de trabajo sobre Qumrán.
El primero grupo de monedas lo constituyen doce
seleúcidas 75, seis de bronce y seis de plata, con fecha aproximada entre 132
a.C. y 129 a.C.
Las piezas hebreas más antiguas son una moneda de
Juan Hircano I (134-104 a.C.) y una de Judá Aristóbulo (104-103 a.C.), según de
Vaux. Pero según Y. Mashorer, la acuñación de moneda empezaría con Alejandro
Janeo (103-76 a.C.), con lo que las monedas serían de Juan Hircano II (63-40
a.C.) y Judá Aristóbulo II (67-63 a.C.).
Hay ciento cuarenta y tres
monedas del periodo de Alejandro Janeo (103-76 a.C.).
Otras monedas sueltas son: una moneda acuñada por
Alejandra Salomé simultáneamente con su hijo Hircano II (76-67 a.C.), cinco de
la época de Hircano II (63-40 a.C.) y cuatro de Antígono Matatías (40-37 a.C.).
La dominación romana está representada por: diez
monedas de Herodes el Grande (37-4 a.C.), dieciséis de Arquelao (4 a.C.-6
d.C.), el periodo de los prefectos (6-41 d.C.) y de los procuradores romanos
(44-66 d.C.) con noventa y una, y setenta y ocho de Agripa (41-44 d.C.). Se
descubrieron tres vasijas con un depósito de quinientas sesenta y una piezas de
plata, de origen tirio 76 (donde la más moderna data de 9-8 a.C.).
La ocupación romana del asentamiento de Qumrán queda
patente por nueve monedas de Cesarea y cuatro de Dora (67-68 d.C.), dos monedas
sin fecha del reinado de Nerón 77, una moneda de plata de Vespasaino y Tito
(69-70 d.C.), otra sin fecha de Vespasiano, dos monedas de Ashkelon (72-73
d.C.), cuatro monedas posteriores (> 70 d.C.) con la inscripción Iudea Capta, cuatro monedas de Agripa II
(87 d.C.). Asimismo, la remodelación y restauración de la torre, y el
afianzamiento de los muros adyacentes, dejando el restode las edificaciones
abandonadas, hace suponer el interés de sus ocupantes por convertir el complejo
en una pequeña fortaleza. Como hay una ausencia absoluta de restos y monedas
que pudieran asociarse con años posteriores, parece desprenderse que la
ocupación romana terminó con la conquista de Masada (73 d.C.).
Este conjunto de “pistas” permite la hipótesis de
que los rollos fueron depositados en las cuevas de Qumrán en el año 68 d.C., a
lo más tardar, fruto del trabajo de copia de una comunidad que se asentó allí
entre los años 150 y 140 a.C., comunidad que traía en su bagaje un pequeño
grupo de manuscritos más antiguos, quizás como matrices u originales.
Por otro lado, se descubrió una gruesa capa de
ceniza en el entorno del complejo de Qumrán. Parece ser, según las hipótesis,
que pudo deberse a un incendio. La magnitud del mismo hace suponer que se trata
de una destrucción absoluta de todos los edificios, lo que parece que tivo
lugar hacia la mitad del reinado de Herodes el Grande (37-4 a.C.). Los restos
de flechas, de otro incendio, y las roturas en algunos muebles, hacen suponer
que el fin de una tercera ocupación ocurrió violentamente, allá por el año 68
d.C.
Con todo lo turbio que llega a resultar la historia
de los descubrimientos relacionados con el Mar Muerto, ¿cómo podemos estar
seguros de estar ante manuscritos auténticos?
Por lo que se refiere a un origen inmediato, se
tiene una alta seguridad, pues las cuevas 3, 5, 7, 8, 9 y 10 fueron
descubiertas por el equipo de prospección comandado por de Vaux y Harding. Es
decir, ellos encontraron grutas “vírgenes” que, al ser exploradas, dieron por
fruto los manuscritos conocidos. La exploración de las cuevas que habían
descubierto los beduinos dio como resultado un número de fragmentos y de
manuscritos idénticos a los que los beduinos ofrecieron en venta pocos meses
antes, y, en todo, comparables a los encontrados por de Vaux y Harding.
El montaje de unas cuevas pseudo-tapadas por el
tiempo, con ambiente de antigüedad, con depósitos de manuscritos y fragmentos
iguales a los encontrados por los beduinos, que esos hallazgos fueran
falsificaciones de un hábil experto –el pastor beduino anda algo alejado de esa
imagen-, el depósito de un rollo de cobre, etc., etc., no soportaría un
análisis mínimamente serio.
Los análisis demostraron que las telas que envolvían
los manuscritos –ver el parágrafo anterior- son auténticas –lienzo de la época
de los manuscritos-, con fechas de análisis sobre el año 30 d.C. como muy
tarde. Un trozo de manuscrito firmemente adherido a la tela y en avanzado
estado de descomposición mutua, implica que ambos fueron dejados juntos en las
tinajas. Roland de Vaux sostiene que las telas y los manuscritos fueron dejados
al mismo tiempo en las cuevas.
Por otro lado está el tema de los estudios
paleográficos. Esta disciplina de investigación se encontraba en pañales por
esas fechas, ya que lo único con lo que se contaba para comparar textos era con
el denominado Papiro Nash, el Manuscrito de Nablús, y con las inscripciones
lapidarias, pinturas murales y en tejidos. El Diccionario Histórico de la
Academia de la Lengua Hebrea, para el periodo I a.C. a 70 d.C. muestra que la
mayoría de los ejemplos y muestras son procedentes del Mar Muerto, tanto para
el hebreo como para el arameo.
El Manuscrito
Nash, o Papiro Nash, está datado
sobre los siglos I o II a.C., y consiste en una hoja vegetal, poco extensa, que
alberga lo que al parecer es un apunte o ejercicio escolar de caligrafía.
Contiene los diez mandamientos (Ex. 20) y la Shemá (Dt. 6, 4-5). El Manuscrito de Nablús está fechado en el
siglo I d.C., y fue redescubierto en el año 1616. Contiene el Pentateuco.
Posteriores a estos dos únicos ejemplos de textos
contemporáneos a Qumrán –sobre manuscrito o papiro-, están 78: el OR 44445, hospedado en el Museo
Británico, y fechado sobre el siglo X d.C., y contiene el Pentateuco; el MS Heb. B. 3., de la Biblioteca de
Leningrado, fechado el año 916 d.C., conocido también como el Códice Babilonio de los Profetas; el Códice Cairense de los Profetas, de la
sinagoga caraíta de El Cairo, fechado el año 895 d.C.; y, especialmente, el Códice de Alepo, el más extenso, pues
contenía, originalmente 79, todo el Antiguo Testamento, datado sobre la
primera mitad del siglo X d.C.
Los estudios paleográficos se centraron,
inicialmente, en el Papiro de Samaría
y los textos comerciales de la cueva de Murabbat´at, pues estaban fechados
internamente, y permitían una visión global de la evolución de la escritura
hebraica entre los siglos IV a.C. y el siglo II d.C. Los primeros en trabajar
en este campo fueron S. A. Birbaum 80 y, más completamente, por N. Avigad y
Frank M. Cross 81. Los resultados de datación por este procedimiento
establecían márgenes de error de 25 años arriba y abajo, y los equipos de
paleógrafos, por separado, llegaron a fechas bastante coincidentes y dentro de
los intervalos temporales que los distintos análisis –ver apartado anterior-
iban proponiendo. Así, partiendo de una horquilla 300 a.C. a 200 d.C., fueron
estrechándola con la aparición de otros manuscritos cuasicontemporáneos, muchos
de los cuales estaban fechados internamente, como los de las ruinas de Masada y
Mubbar´at, llegando a la conclusión ya conocida.
A principios del siglo VII a.C. un viejo caserío,
del siglo anterior, había sido abandonado –no se sabe si destruido, o,
sencillamente, dejado allí-. Este caserío, con ser amplio, no tuvo ninguna
utilidad desde esa época. Es el siglo de los reyes Amasiahu, Azariah, Yotan, Ajaz
y Ezequiel de Judá. La utilidad de ese caserío, según la amplitud de sus muros
y de la torre, podría haber sido la defensa del reino en esa línea fronteriza.
No se sabe con certeza el momento exacto de la construcción ni su utilidad.
Sólo se sabe que en las Escrituras se dice: “Entonces todo el pueblo de Judá
tomó a Uzías [también llamado Azariáh, Uziyáh], el cual tenía dieciseís años de
edad, y lo pusieron por rey en lugar de Amasías, su padre... Asimismo edificó
torres en el desierto, y abrió muchas cisternas; porque tuvo muchos ganados,
así en la Safela como en las vegas, y viñas y labranzas, así en los montes como
en los llanos fértiles; porque era amigo de la agricultura.” (2 Cr. 26, 1-10)
Parece ser que este abandono fue largo, pues no se
constata ninguna otra ocupación hasta el año 150 a.C., aproximadamente.
Consistió en restaurar parcialmente los muros exteriores, algo la torre y
añadir nuevas habitaciones. Este periodo ocupacional persistió sólo durante el
reinado de Juan Hircano I (134-104 a.C.)
Se abre un tercer periodo de ocupación, tras una
interrupción breve, que arranca desde el reinado de Juan Hircano I (134-104
a.C.) hasta el de Antígono Matatías (40-37 a.C.) y se mete en el reinado de
Herodes el Grande (37-4 a.C.). Es la época del poder asmoneo en Palestina. La
actividad constructora es fuerte, ampliando el complejo, dotando de una planta
más a la torre, se amplía y limpia la sala mayor o salón de actos, un
refectorio y algunos talleres, así como algunas cisternas. Este periodo acaba con
un fuerte terremoto, que sacudió Siria y Palestina. También se notan restos de
un incendio. Flavio Josefo fecha la catástrofe en el año 31 a.C.: “Cuando se
libraba la batalla de Actium entre César y Antonio, en el séptimo año del
reinado de Herodes, hubo en Judea un terremoto como no se había visto nunca”
82.
Parece, según Roland de Vaux 83, que existió un
paréntesis de unos diez años en el que el lugar no estuvo habitado. Sí se
encontraron monedas de Herodes en el lugar, pero podían ser anteriores. Dada la
relativa importancia del complejo, y su cierta proximidad a Jerusálen y Jericó,
otros piensan que pudo habitarse pero con una densidad muy reducida. Secuelas
del terremoto se aprecian en las cisternas, donde en una de ellas aparece una
grieta muy amplia que la dejó inservible.
El cuarto periodo se inicia con la reconstrucción de
los edificios. De esta época data una tabla hecha con bloques de barro y
rebozada en yeso. Junto a ella se encontraron dos tinteros, uno de ellos con
resto de tinta. Por la ubicación, de Vaux considera que esa sala formaba el scriptorium 84. Aparecen monedas de
Herodes Arquelao (4 a.C. – 6 d.C.) y el periodo termina con la primera rebelión
de los hebreos contra Roma (66-70 d.C.), apareciendo noventa y cuatro piezas de
ese periodo acuñadas por los rebeldes y otras ochenta y tres del segundo año
(68-69 d.C.). De Vaux considera que Qumrán debió caer en poder de los romanos,
con Vespasiano a la cabeza, allá sobre el año 68 d.C., simultáneamente a la
caída de Jericó, trece kilómmetros al norte.
El quinto periodo se fundamenta en una ocupación
romana, probablemente desde el 68 d.C. y hasta el año 74 d.C. El porqué de esta
última fecha es debido a asociarla con la caída de Masada, que ocurrió en ese
año. Jerusalén había caído el año 70 d.C. La hipótesis es que los romanos
aprovecharon ciertos puntos de la construcción, que seguían en pie, y los
utilizaron para dejar allí un pelotón de vigilancia y patrulla, o como punta de
lanza para atacar y controlar Masada. Desde la caída de Masada no se detecta
ninguna ocupación, al menos relevante –fuera de pastores ocasionales- durante
60 años,aproximadamente.
El sexto periodo abarca desde el año 132 d.C. al año
135 d.C., aproximadamente, periodo que concuerda con la segunda sublevación
judía contra Roma, comandada, en este caso, por Simeón bar Kosiba, al que
llamaban Príncipe de Israel. De esa época se encuentran, sobre todo, algunas
monedas y restos cerámicos, aparte de los papiros y manuscritos encontrados en
cuevas de los alrededores.
Estas circunstancias apoyan un fin de Qumrán situado
entorno al año 68 d.C. Es quizás esa la fecha que hay que buscar como en la que
se produjo el ocultamiento de los manuscritos y papiros, enrollados en lienzos,
y metidos en tinajas.
Baigent y Leigh, basándose en las contradicciones de
de Vaux –que no eran pocas, al principio de toda la historia-, y utilizando las
monedas que se encontaron pertenecientes al periodo de Bar Kokhba (132-136
d.C.), concuerda con Eisenman –Maccabees,
Zadokites, Christians and Qumran, Leiden, 1983- en postular la existencia
de la comunidad hasta el 136 d.C. Por otra parte, su hipótesis se consolida, a
juicio de estos autores, por la aparición de los restos de una fragua en el
complejo, y multitud de restos de puntas de flecha. De esa manera, al situar el
final tan tardíamente, y teniendo en cuenta la marcialidad de las ruinas y de
algunas de sus actividades, proponen que los rollos no pertenecían al complejo,
sino que fueron llevados allí al final de la revuelta de Bar Kokhba, para protegerlos
de la furia romana.
La hipótesis de Gröningen, presentada, por primera
vez, en un congreso organizado por la Academia de las Ciencias de Polonia, por
Florentino García Martínez –Qumran
Origins and Early History: a Gröningen Hypothesis, “Folia Orientalia”, nº
25, 1988- señala el origen de Qumrán como consecuencia de una ruptura en el
movimiento esenio, ocurrido sobre el año 135 a.C. Así, considerando la relación
de Sacerdote Impío como un término general alusivo a los sacerdotes de la
dinastía hasmonea -desde Judas Macabeo
hasta Alejandro Janeo-, sitúa el origen de Qumrán en el poder de Jonatán y
Simón –con quienes entra en conflicto el Maestro de Justicia-. La ruptura final
podría haber tenido lugar en los comienzos del reinado de Juan Hircano I
(134-104 a.C.). El siguiente sacerdote, Alejandro Janeo (103-76 a.C.), no es
puesto en relación con el Maestro de Justicia, lo que indicaría, probablemente,
la muerte de éste.
Walter Grundmann se hace eco de otros investigadores
y de las palabras de los Rollos del Mar Muerto, junto con los restos
encontrados y descritos en los primeros párrafos del apartado siguiente, para
concluir que la instalación de Qumrán probablemente comenzó sobre el años 130
a.C., con una actividad inicial exploratoria y de construcción de las primeras
infraestructuras, manteniendo un diseño cuidado y perfectamente planificado, a
partir de una fuente en En-Fegsha y de la construcción de un muro y la
roturación de terrenos por espacio de una hectárea, aproximadamente: “Te doy
gracias, Señor, porque me has puesto en la fuente de los arroyos en una tierra
seca, en el manantial de las aguas en una tierra árida, en los canales que
riegan un jardín de delicias en medio del desierto, para que crezca un plantío
de cipreses y olmos, junto con cedros para tu gloria” (Himnos u Hodayot, 1QH XVI
–o VIII-, 4-5). Estos escritos, que por su antigüedad y estilo se asocian
directamente con el Maestro de Justicia de Qumrán, pueden verse de dos maneras:
desde un punto de vita literal, es decir, en verdad describen aspectos de la
sociedad de Qumrán y sus orígenes, o bien se pueden ver desde un punto de vista
simbólico, bastante frecuente en las literatura de entonces. Así podrían
entendere otras referencias al origen del asentamiento (1QH XVI –oVIII-, 19-24).
El edificio más antiguo de la zona es una especie de
pequeña nave que se sitúa en el paraje denominado En-Fegsha, situado a unos
tres kilómetros de Qumrán. Según algunos, es desde este punto del que comenzó a
extenderse el asentamiento y la roturación del territorio de Qumrán.
Las últimas excavaciones hechas en la zona han
puesto a la vista un muro de adobe, bastante largo, que recorre la montaña por
su ladera y va a coincidir con la muralla sur de Qumrán. Se le han asociado
misiones defensivas, ante animales, principalmente, y proteger de los aluviones
de agua que con las tormentas barrerían ladera abajo. Este muro tenía, además,
una misión fundamentel, al menos en los inicios del asentamiento: servir de
canalización principal de agua hacia la zona del huerto de Qumrán.
El enclave central parece tratarse de un muro
poderoso, ya en ruinas, que muestra un cuadrado de ochenta metros de lado,
dividido en estancias. Una de las esquinas señala hacia el noroeste y en ella
se hallaba una torre cuadrada. La potencia de los muros, las piedras, las
posibles troneras y almenas, hacen suponer que se trata de una torre de
defensa.
En el lado oeste aparece un pequeño complejo anexo
al anterior, con varios patios –el más extenso en la esquina noroeste de este
complejo- y muros, así como un número de cisternas importante, trece. Parece
tratarse de un centro de trabajo, o de reunión, así como lugar donde realizar
abluciones y baños purificadores. Aparecen también conducciones de agua que
comunican ciertas cisternas entre sí y algunas de ellas con el complejo
central.
Al lado opuesto del complejo, desde la torre, se
encuentra otra estancia que parece ser una cocina, adosada a ella tiene un
patio y, al otro lado de la cocina y el patio, hacia el oeste, aparece una sala
–donde se encontraron la mesa y los tinteros- que se supone es el scriptorium. Esta sala amplia, con
mobiliario y bancos, está orientada hacia Jerusalén, quizás por motivos de
ritos y cultos oracionales, según indican las Escrituras (Dn. 6, 11).
Al lado de este aposento amplio, aparece otro con
banquetas –se han colocado algunas alrededor, pues se supone que podría ser una
sala de juntas-. Aparece una escalera que parece ser que llevaba a una segunda
planta y a una galería que comunicaba con la torre, de manera que por la
colocación de las piedras y restos, se puede suponer que el denominado scriptorium podía estar en la segunda
planta. En el extremo sureste aparece otro recinto que se supone fue un
depósito de vajilla, o una tintorería –más remotamente, por el tipo de
vestidura que llevaban en la comunidad- o un cuarto de baño.
A lo largo del muro oriental de ese aposento se
aprecia una cisterna amplia, con escalones para descender a ella. Esta cisterna
muestra una grieta importante que la recorre de norte a sur, y que se extiende
más allá de la cisterna, afectando a muros y pavimento, y se mete en el terreno
circundante una cierta distancia. Al otro lado de la cisterna hay restos de una
lavandería. Saliendo del cuadrado principal por el sureste aparecen restos de
lo que debió de ser una alfarería –hornos, depósito de agua, almacén de arcilla
y anexos pequeños-. Al oeste de esta alfarería –y sur del cuadrado principal-
aparece un aposento estrecho y largo que lleva de nuevo hacia el norte y
culmina en una cisterna –se asocia a un refectorio, de veinte metros de
longitud y cuatro de ancho-, antecedida por un pequeño espacio circular –donde
se supone se ubicaba el lector o el sacerdote-. Adosado a este salón aparece un
aposento asignado a depósito de vajilla –con bastante razón a tenor de los
restos encontrados allí: ollas, platos, cerámicas, todo ello bien conservado-.
Hay otro anexo, hacia el lado noroeste, rodeado de
un canal y con varias cisternas y aposentos, incluyendo almacenes y talleres.
Al este, hacia el Mar Muerto, se ha encontrado un
cementerio –ya localizado como tal por Clermont-Ganneau en el siglo XIX,
practicando en 1873 la primera excavación-. Parece ser que en ese cementerio se
encuentran aproximadamente mil cien tumbas. El cementerio tiene dos sectores
claramente diferenciados, encontrándose en el primero –el más próximo a Qumrán-
las tumbas masculinas, mientras que en el segundo, predominan las tumbas
femeninas e infantiles. Hay controversia sobre si son separados o no, porque
una separación podría apoyar la idea de una comunidad celibataria. Roland de
Vaux es partidario de ello, mientras que Sanders y Steckoll 85 apoyan la idea
de un cementerio que evoluciona y se adapta a las circunstancias ocupacionales de
Qumrán y a los accidentes del terreno. Un aspecto interesante de este
cementerio es que las tumbas están colocadas en una orientación norte-sur. Esto
le hizo decir a Clermont-Ganneau que se trataba de un cementerio árabe anterior
a Mahoma, tesis que no ha podido demostrarse. En cualquier caso, el estudio no
puede ser muy fiable, pues de las mil cien tumbas, se han abierto al azar
veintiséis, correspondientes, todas ellas, al primer sector, y todas
conteniendo restos masculinos, mientras que los restos femeninos e infantiles
se han encontrado, más precisamente, en la periferia.
No obstante, las teorías más recientes, relacionan,
a la vista de los restos aparecidos, los edificios de Qumrán con los que se han
encontrado en En-Fegsha, relación sencilla gracias al muro que recorre la fald
de los montes y que enlaza uno con otro.
El cementerio se encuentra entre los edificios y el
Mar Muerto, bajando ligeramente por una ladera, y rodeando parcialmente el
complejo como si se tratase de una corona. Esta confiiguración podría ser un
indicio de la identificación exclusiva con la comunidad de los vivos y de los
muertos. Todas las tumbas son individuales, lo que podría tener explicación si
creían en la resurrección física de los muertos, y los cadáveres están colocados
en posición decúbita supina. Tiene varias zonas. En la principal sólo se
encuentran tumbas de inidividuos varones, todas iguales y enterrados sin
adornos ni variaciones. Puede suponerse que se trata de las fosas destinadas a
los monjes de la orden. En la periferia hay tumbas de varones, mujeres y niños,
correspondiendo, probablemente, a una población flotante que podría encontrarse
enn chozas, en En-Fegsha o en las cuevas de los alrededores, quizás asociadas a
miembros de los “esenios” que estaban casados y tenían familia. Las edades de
los cadáveres analizados se sitúa entre los 30 y los 40 años, probablemente
debido a un exceso de ascesis, contradiciendo, sin embargo, la extendida fama
que entre algunos, como Josefo y Plinio, demostraban los esenios en el arte de
la curación natural. Un inciso para mostrar que la cantidad de fosas
encontradas en el cementerio y el intervalo de años propuesto como duración del
asentamiento, y considerando que podría haber personas ajenas a Qumrán, pero
próximas o insertas en la secta, conducen a la conclusión de que el número
máximo de personas en Qumrán no podría sobrepasar los dos centenares.
La principal sorpresa es la ausencia, en los
manuscritos de Qumrán, de una exposición sistemática de la constitución, regla,
costumbres, etc., de la secta. Yendo por partes, la Regla de la Comunidad normaliza una sociedad monástica, la Regla de Damasco lo hace para una
sociedad laica, la Regla de la Guerra
lo hace para una contienda –real o imaginaria- y prepara un poco para el futuro
inmediato tras la victoria, y, por último, la Regla Mesiánica normaliza el futuro de la comunidad. Sin embargo
son frecuentes las repeticiones de unas con otras, por lo que no hay un
carácter determinado para cada una de ellas.
El asentamiento estaba dedicado, prácticamente por
entero, a la religión, al modo de los monasterios que para nosotros son
habituales. Los sacerdotes se denominan a sí mismos “hombres de santidad
perfecta” y los laicos se llaman “Consejo de la Comunidad”. El objetivo
primordial: “Buscar a Dios con toda el alma y con todo el corazón..., hacer lo
bueno y lo recto en su presencia,... para amar todo lo que Él escoge y odiar
todo lo que Él rechaza,... para obrar la verdad, la justicia y el derecho,...para
admitir en la Alianza de la gracia a todos los que se ofrecen voluntarios a
practicar los preceptos de Dios” (1QS I, 1-7).
Un objetivo secundario del anterior sería el de
convertirse en fieles guardianes de la ley, de la alianza que antaño estableciera
Dios con los patriarcas: “Será residencia santísima para Aarón con conocimiento
eterno de la alianza de justicia, y para ofrecer un olor agradable; y será una
casa de perfección y verdad en Israel; para establecer una alianza sobre los
preceptos eternos” (1QS VIII, 8-10). Para lograr este objetivo secundario se
rodeará de los instrumentos necesarios para el culto y los sacrificios
ortodoxos, tal como lo especifica la ley: “...no entrarán en el Templo para
encender en vano su altar. Ellos serán los que cierren la puerta...” (CD-A VI,
11-12); y “...y por el beneplácito para la tierra sin la carne de los
holocaustos y sin las grasas del sacrificio” (1QS IX, 4-5). La idea es la de
constituir un cuerpo virtual, seguidor de la ley y de sus preceptos, que interiorice
los sacrificios en forma de oración y conducta ejemplar.
Otro objetivo secundario es guardar entre sus
paredes, en sus personas y en los manuscritos, todo el conocimiento necesario
para salvaguardar la alianza con Dios, su ley, sus preceptos y la naturaleza de
los justos: “Mis ojos han contemplado lo que es por siempre, un saber que ha
sido ocultado al ser humano, conocimiento y comprensión ocultados a los hijos
de hombre, manantial de justicia y cisterna de poder y fuente de gloria
ocultados a la asamblea de carne” (1QS XI, 6-7)
Esta secta se consideraba el verdadero pueblo de
Dios, el verdadero Israel, depositarios -¿guardianes?- de las auténticas
tradiciones y dividieron su comunidad como un espejo de ese Israel: sacerdotes
- llamados también “Hijos de Zadoc” 86- y laicos. Los laicos quedaban
agrupados en doce tribus y, dentro de ello, en agrupaciones de millares 87,
centenas, cincuentenas y decenas.
La jerarquía estaba rígidamente establecida, de
manera que existían unos grupos o rangos y cada miembro de la comunidad se
inscribía en uno de ellos: “Los sacerdotes entrarán en la Regla los primeros,
uno detrás de otro, según sus espíritus. Y los levitas entrarán detrás de
ellos. En tercer lugar entrará todo el pueblo en la Regla, uno detrás de otro,
por millares, centenas, cincuentenas y decenas, para que todos los hijos de
Israel conozcan su propia posición en la comunidad de Dios según el plan
eterno. Y nadie descenderá de su posición ni subirá del puesto de su lote” (1QS
II, 19-23). Por último, por detrás de los laicos, están los neófitos o
prosélitos.
No obstante debía existir algún tipo de graduación,
porque lo cierto es que se sometía a los integrantes, sobre todo si eran
recientes, a un continuo examen por parte de los miembros del Consejo o por los
altos cargos, de manera que si su actuación no era la correcta, se le
degradaba, y, por el contrario, si se lo merecía, era promovido a un grado
superior: “Y sus espíritus y sus obras deberán ser examinados año tras año a fin
de promover a cada uno de acuerdo con su discernimiento y a perfección de su
camino, o de degradarlo según sus faltas” (1QS V, 24).
Los sacerdotes constituían el orden superior, aunque
la Regla especifica poco acerca de ellos. En ese grupo se inscribían los rangos
altos de la comunidad: el Maestro de Justicia o Guardián, el Instructor, el
Inspector, y el Tesorero.
El Maestro de Justicia, mebaquer, es el encargado de velar por el buen funcionamiento de la
comunidad, siempre de acuerdo con la ley mosaica, delegando en el Instructor la
formación debida a los miembros, motivo por el que, se supone, él escribió la Regla de la Comunidad para que el
Instructor tuviese una base de enseñanza (1QS I, 1). Se encarga, además, de
presidir los actos colectivos de la comunidad, como las asambleas (1QS VI, 11),
hacía un seguimiento de los miembros de la comunidad y de los prosélitos para
ubicarlos en el lugar preciso del grupo, y se encargaba de ocultar todas las
normas a quellos que se mantenían fuera de la secta: “...que separe y pese a
los Hijos de Zadoc según sus espíritus; que refuerce a los elegidos del tiempo
según su voluntad, como ha ordenado; que haga el juicio de cada hombre de
acuerdo con su espíritu; que incorpore a cada uno según la pureza de sus manos,
y que según su inteligencia lo haga avanzar. Y así será su amor y así su odio.
Que no reprenda ni se discuta con los Hombres de la Fosa, sino que oculte el
consejo de la ley en medio de los hombres de iniquidad” (1QS IX, 14-16).
A pesar de la ambigüedad que parece flotar en los
textos, las referencias a sí mismo y las que aparecen indirectamente en los
manuscritos, indican que el Maestro de Justicia fue un personaje histórico,
probablemente de la línea sacerdotal tradicional, y se creé que pertenecía al
cuerpo de sacerdotes en la época de Jonatán Macabeo (162-142 a.C.).
Una institución del grupo es la Asamblea de la
comunidad o el Consejo. Se trataba de una asamblea de todos los miembros
iniciados en la secta, presidida por el Maestro de Justicia, auxiliado por los
sacerdotes, donde cada rango tenía su sitio y, probablemente, cada persona
ocupaba un lugar adecuado dentro de cada rango, según su grado y su antigüedad.
Su finalidad era discutir y analizar la ley, hablar de los asuntos cotidianos,
las reglas, aceptar o rechazar a recién llegados, aplicar la justicia
determinando las faltas, rebajar de rango, etc. En las sesiones había orden y
silencio y el que quería hablar debía pedir su turno con humildad y firmeza a
la vez: “Esta es la regla para la reunión de los Numerosos. Cada uno según su
rango: los sacerdotes se sentarán los primeros, los ancianos los segundos, y el
resto de todo el pueblo se sentará cada uno según su rango... Que nadie hable
en medio del discurso de su prójimo... Y que tampoco hable antes que uno cuyo
rango está inscrito antes que el suyo...Que se ponga este hombre en pie y diga:
‘Yo tengo algo que decir a los Numerosos’. Si se lo dicen, que hable” (1QS VI,
8-13).
Otra institución es el consejo o grupo de doce
hombres y tres sacerdotes, que ayudaban a presidir la Asamblea, y de los que lo
único que se sabe es: “En el consejo de la comunidad habrá doce hombres y tres
sacerdotes, perfectos en todo lo que ha sido revelado de toda la ley, para
prcaticar la verdad, la justicia, el juicio, el amor misericordioso y la
conducta humilde de cada uno con su prójimo...” (1QS VIII, 1-2). No vuelve a
mencionarse a ese consejo 88.
No queda claro en el texto, pero algunas frases
señalan que existían grupos de la “orden” en la sociedad palestina, reunidos en
grupos de diez que se asocian en cincuentenas, tal como prescribe la regla.
Cada grupo de diez debía estar tutelado por un sacerdote experto en la ley y en
su interpretación.
Estos grupos urbanos parece que vivían en sus
propias comunidades o pueblos 89, apartados de sus vecinos, y eran bastante
autónomos: educaban a los niños, participaban en el comercio de su comarca,
criaban ganado, cultivaban cosechas y cumplían con los deberes del Templo y,
como sus hermanos de Qumrán, observaban escrupulosamente la ley mosaica y las
horas rituales.
No se dice nada de ellos en sus documentos, con lo
que no se sabe qué pueblos habitaban y cuáles creaban. Sí se supone que vivían,
o visitaban con frecuencia, en Jerusalén, pues en uno de sus versículos se les
prohíbe entrar en la casa de culto en estado de impureza, o yacer con mujer en
la ciudad del Santuario, y profanar la ciudad con esas impurezas: “Y todo el
que entra en la casa de la Postración que no entre con impureza de
ablución;...Que ningún hombre duerma con su mujer en la ciudad del templo
contaminado” (CD XI, 22; CD XII, 1).
Respecto a su organización en las ciudades, se
supone la misma que en Qumrán, si bien un poco relajada por razones ajenas. Por
ejemplo, se sabe que la comunidad debía extenderse a partir de grupos de diez,
donde cada grupo debía contar con un líder sacerdotal. En el caso de los
“urbanitas”, se puede aceptar el liderazgo de un levita si un sacerdote no está
disponible: “Y en un lugar de diez, que no falte un sacerdote instruido en el
libro de HAGY; y por su autoridad todos serán gobernados. Y si no fuera experto
en todas ellas y uno de los levitas es experto en ellas, ha caído la suerte
para salir y para entrar a todos los miembros del campamento por su autoridad”
(CD XIII, 3-5).
En cada campamento debe existir un guardián, pero lo
normal es que no esté apoyado por un Consejo, siendo él el único maestro y
auxiliador de su pueblo: “Tendrá piedad de ellos como un padre de sus hijos y
hará volver a todos los extraviados como un pastor a su rebaño. Desatará todas
las cadenas que les atan, de manera que no haya ningún vejado u oprimido en su
congregación. Y todo aquél que se une a su congregación, que él lo examine
sobre sus acciones, su inteligencia, su fuerza, su coraje y su riqueza, y lo
inscribirá en su puesto según su condición...” (CD XIII, 9-12). Aparte de estas
tareas administrativas e internas, el Guardián 90 debía asdegurarse de que no
se produjera ningún contacto amistoso entre su congregación y los Hombres del
Foso, debiendo pagarse cualquier intercambio que se produjese y él debía dar su
consentimiento a cualquier tipo de intercambio: “Y que ninguno que haya entrado
en la alianza de Dios, ‘ni lleve, ni dé nada’ a los hijos de la fosa, excepto
de ‘mano en mano’. Y que nadie haga un contrato de compra o de venta sin haber
informado antes al Inspector en el campamento” (CD XIII, 14-16).
En lugar de juzgar a los delincuentes en los
tribunales de instrucción de la comunidad, los “urbanitas” tenían sus propios
jueces, en número de diez, elegidos por un plazo concreto y dentro de la tribu
de Leví, Aarón e Israel, siendo cuatro sacerdotes y levitas, y seis laicos
–israelitas-. No debían tener menos de veinticinco años ni más de sesenta (CD
X, 4-7) 91, y tenían que ser doctos en la ley y en las normas de la Alianza.
Además, las acusaciones se debían de efectuar delante del Guardián y debía ser
éste el que escribiera el escrito de acusación (CD IX, 16-20), así como juzgar
si debía celebrarse sesión del tribunal o no al respecto. Si no fuera así, él
sería capaz de poner penas sobre las faltas cometidas, aunque más que penas son
procedimientos de penitencia y reinstrucción (CD XV, 13-14) 92.
La Regla de
Damasco (CD-A, CD-B, y 4QD) trata, principalmente, de las faltas cometidas
en los “campamentos”, y legisla sobre aspectos relacionados con las
prescripciones bíblicas y la vida ortodoxa judía, dejando de lado temas que
tienen que ver con las asambleas, los baños, las purificaciones, la vestimenta,
etc. Así, aunque las sentencias son más raras que en Qumrán, la pena puede
variar y ser, incluso, de muerte. Por ejemplo, los Iniciados deben jurar por la
Alianza, para evitar usar el Nombre Venerable, siendo su juramento vinculante e
indisoluble: “Y en el día en que el hombre se ha comprometido a retornar a la
ley de Moisés, el ángel Mastema se alejará de detrás de él si él observa sus
palabras... Todo juramento obligatorio con el que uno se ha comprometido a
cumplir la palabra de la ley, que no lo
redima ni a precio de muerte” (CD XVI, 4-6).
Aparecen varias matizaciones respecto de con qué y
cómo se debe jurar o hacer votos. Una especial es que no se pueden hacer votos
para el mal de alguien ajeno, pues se castiga con la pena de muerte, según lo
hacen los gentiles: “Todo hombre que dé el anatema a una persona humana, será
ejecutado según las leyes de los gentiles” (CD IX, 1). Los derechos de
anulación de votos de los maridos y padres sobre las mujeres e hijas, queda
restringido, aquí, a la anulación del voto de la esposa (ver el apartado
Celibato).
Con respecto a las faltas cometidas, se precisan
algunos aspectos. Por ejemplo, para delitos de pena capital, se hace necesario
que los testigos tengan más de veinte años, y, curiosamente, para ejecutar a un
reincidente sólo se necesita el testimonio de un miembro de la comunidad: “Que
no sea aceptado un testigo por los jueces para condenar a muerte por su palabra
si no ha cumplido sus días para pasar entre los que son reclutados y es
temeroso de Dios” (CD IX, 23 y CD X, 1) 93.
Los comuneros de las ciudades no obligaban a la
entrega de bienes al ingresar en la orden, sino que colaboraban para ayudar a
los compañeros necesitados: “...el sueldo de dos días cada mes por lo menos. Lo
pondrán en mano del Inspector y de los jueces. De él darán para los huérfanos,
y con él reforzarán la mano de los necesitados y los pobres, y para el anciano
que desfallece, y para el hombre errante, y para el cautivo de un pueblo
extranjero, y para la doncella que no tiene protector, y para la soltera sin
pretendiente” (CD XIV, 12-16)
Las referencias al ingreso en la Comunidad suelen
aparecer al final de los manuscritos que contienen las reglas, y entre medias
de los versículos. Parece que una descripción previa de la vida, deberes,
derechos, rigores y el objeto de la comunidad, pudiera facilitar el hacerse una
idea cabal de la misma antes de solicitar el ingreso en ella.
El que pedía el ingreso tenía que pasar un periodo
de prueba de al menos dos años. El primer paso era presentarse ante el
Instructor, ante toda la asamblea, para que todos examinaran sus antecedentes y
entendieran su listado de bienes patrimoniales. Si les parecía bien, se
acordaba su ingreso provisional (1QS VI, 14-16) y el neófito hacía solemne
juramento de ceñirse a la Torah según la interpretación de la secta y separarse
de todos los demás hombres, los Hijos de la Iniquidad: “Se comprometerá con un
juramento obligatorio a retornar a la ley de Moisés, con todo lo que prescribe,
con todo el corazón y con toda el alma, según todo lo que ha sido revelado de
ella a los Hijos de Zadoc, los sacerdotes que observan la alianza e interpretan
su voluntad” (1QS V, 8-11). En un momento determinado del ingreso, se haría,
probablemente, un análisis astrológico y fisiognómico del candidato.
Durante el primer año no se acercará a los alimentos
puros 94 ni a los bienes de la comunidad 95, ni nadie se acercará a él, ni
le tocará, ni aceptarán su consejo ni su autoridad, ni toque sus bienes, ni
coma o beba de sus manos (1QS V, 11-17).
Se sometía a un examen, en el que el Instructor, o
el Maestro de Justicia, le preguntaban para discernir sobre su comportamiento y
su observancia de la ley, así como sobre sus conocimientos. Se presentaba
entonces ante la congregación para que todos le ratificasen como novicio o bien
le despidiesen.
Durante el segundo año sus bienes pasaban a custodia
del Tesorero, que no podía disponer de ellos, y se le inscribe, al novicio, en
el registro de la comunidad. El novicio podía tocar los alimentos, pero debía huir
de los líquidos, es decir, del mosto.
Sucede otro examen, según el criterio de la
congregación se le aceptaba, y se le inscribía en el registro de los Justos de
la Comunidad, o la Regla, según su rango, pasando sus bienes a plena
disposición de la comunidad. A partir de ese momento es miembro de pleno
derecho y se acepta su juicio y su consejo (1QS VI).
A partir de aquí, cada miembro reciente de la
comunidad era examinado año tras año para averiguar su adaptación y el grado de
cumplimiento de la ley (1QS V, 24).
Se indica en la regla, respecto a la iniciación, que
esta se llevará a cabo cuando el aspirante –no separa entre criado en la
comunidad o ingresado desde fuera- alcanza la edad de ingreso, que tampoco se
estima cuál, suponiéndose la de veinte años (ver apartado Actividades). A esa
edad se jurará fidelidad a la Alianza (CD XV, 5-6). La ratificación del ingreso
en la secta –especialmente para los criados en ella- es la meta tras varios
años de estudio sobre la Biblia y las normas de la Alianza. Parece que la edad
de inicio de los estudios estaba cerca a los diez años 96, y que esta
instrucción duraba otros diez: “Desde su juventud lo educarán en el libro de
HAGY, y de acuerdo con su edad lo instruirán en los preceptos de la alianza, y
recibirá instrucción en sus normas; durante diez años será contado entre los
niños. A la edad de veinte años pasará entre los alistados para entrar en el
lote en medio de su familia para unirse ala congregación santa” (1QSa I, 6-9).
Al nuevo ingreso se le examinaba por parte del
Maestro de Justicia y se le mostraba el calendario para que supiera a qué
fiestas atenerse y cuándo tenían lugar (CD XVI, 2-4).
El trabajo formaría parte esencial de la comunidad
y, por los restos descubiertos, labraban la tierra, hacían enseres de barro,
curtían pieles y copiaban manuscritos. Esto se deduce de los hallazgos, porque
los manuscritos no hablan de ello, a excepción hecha de un pequeño versículo:
“...comer en común, rezar en común, y deliberar en común...” (1QS VI, 2-3),
pero si nos fijamos en el contexto de estas palabras, más parece una invitación
a la convivencia que una enumeración de actividades. Los hallazgos, o mejor
dicho, la ausencia de ellos, conducen a la conclusión de que los miembros de la
comunidad, o al menos la mayoría, no debían de hacer vida en el complejo,
habitando más en chozas y en cuevas de
los alrededores. La única alternativa la constituían las cuevas que proliferan
en el entorno, de tal manera que se reúnen en el complejo para los rezos, la
formación, las comidas y las purificaciones.
Habría que reseñar, como actividades más
importantes, las comidas, claro está, las purificaciones, el mantenimiento de
las instalaciones y, sobre todo, la formación: “Y los Numerosos velarán juntos
un tercio de cada noche del año para leer el libro, interpretar la norma y
bendecir juntos” (1QS VI, 7-8). Esta cita nos remite a una comunidad dedicada,
casi por entero, a la contemplación, es decir, un cenobio, de los primeros, o,
si se tienen en cuenta otros ejemplos de la cultura egipcia y griega, uno más.
Sin embargo, hay que hacer una salvedad. Esa actividad cenobítica es
completamente inusual en el mundo hebreo en el que se inserta la comunidad de
Qumrán, y eso les diferencia.
Del texto de los manuscritos parece deducirse la
existencia de dos tipos de reuniones: las que tenían lugar en los campamentos
–presididas, normalmente, por un levita o un sacerdote-, y las que reúnen a
todos los campamentos, una especie de convención general de toda la secta que
tenía lugar en la fiesta de Renovación de la Alianza. Una parte del manuscrito
de El Cairo (CD-A) había desaparecido –la que hablaba de la fiesta-, pero se ha
podido reconstruir con fragmentos de la cueva 4. En esa fiesta se pasaba lista
para inscribir a los miembros de la Comunidad –una especie de censo-, y a
algunos de ellos, quizás a los más recientes, se les hacían preguntas relativas
a la ley mosaica y a las normas y hábitos de la comunidad: “Regla de la reunión
de los campamentos. Todos serán alistados por sus nombres: los sacerdotes en
primer lugar, los levitas en segundo, los hijos de Israel en tercero, y el
prosélito en cuarto 97; y serán inscritos por sus nombres, cada uno detrás de
su hermano... Y así se sentarán y serán interrogados en todo” (CD XIV, 3-6). El
sacerdote presidente de esa reunión debía tener entre treinta y sesenta años y
ser docto en el Libro de la Meditación. Por su parte, el Guardián de todos los
campamentos, el Maestro de Justicia, debía tener entre treinta y cincuenta
años, y conocer el idioma de habla de todos los clanes (CD XIV, 7-12).
Otra actividad importante sería el trabajo, si se
aprecian los restos encontrados por toda la zona, desde En-Fegsha hasta Qumrán.
Podrían dedicarse a la agricultura, a la ganadería, y a la extracción de
materias primas de la zona, como la sal y la brea. Dada esta actividad
agropecuaria y extractiva, y a tenor de los restos encontrados en recintos del
complejo y adyacentes, habría también herreros, panaderos, preparadores de
medicamentos, escribas y personal administrativo.
Obedientes a todas y cada una de las leyes derivadas
de Moisés y a todo lo ordenado por los Profetas. Debían, entonces, amarse los
unos a los otros, compartiendo “...todo su conocimiento, sus fuerzas y sus
riquezas” (1QS I, 11).
Las normas les afectaban profundamente, teniendo
establecidas las horas de oración y liturgias –“No se desviarán de sus
preceptos verdaderos para ir a la derecha o a la izquierda. Y todos los que
entren en la Comunidad establecerán una alianza con Dios para cumplir todo lo
que ordena y para no separarse de su seguimiento por ningún miedo, terror o
aflicción” (1QS I, 15-16)-, pero ateniéndose a sus propios puntos de vista y
dejando de lado los expresados en el Templo de Jerusalén, es decir, separándose
del sacerdocio oficial –“...se separarán de en medio de la residencia de los
hombres de iniquidad para marchar al desierto para abrir allí el camino de
Aquél.”-.
Entre las cualidades que debían cultivar, y
demostrar, están el ser veraces, honestos, humildes, justos, caritativos y
modestos. Una importante es la de aprender –por medio de una actividad como la
formación y por medio de su instinto innato- a diferenciar entre el estado
correcto y el inadecuado, entre la mentira y la verdad, lo bondadoso de lo
inicuo, a distinguir entre los Hijos de la Luz y los Hijos de las Tinieblas.
Las relaciones con los gentiles eran inevitables,
pero mínimas. Por ejemplo, una de las normas les prohíbe: “Que no extienda su
mano para derramar la sangre de los gentiles por causa de la riqueza y del
beneficio. Ni que tampoco tome ninguna de sus riquezas, para que no blasfemen,
excepto por consejo de la Corporación de Israel” (CD XII, 6-8) 98.
Por las numerosas citas que aparecen en sus
documentos, sobre todo en la Regla de la
Guerra y en el Documento de Damasco,
los qumranitas se podían considerar como religiosos creyentes en la
predestinación, es decir, de una manera sui
generis, creían que los hombres son como son, justos o inicuos, del
Ejército de la Luz o del de las Tinieblas, sin posibilidad de cambio o mejora.
Sin embargo, con un cierto vaivén, aunque pequeño, pues las últimas líneas del
himno con el que acaba la Regla de la
Comunidad dicen: “No devolveré a nadie/ una mala recompensa;/ con bien
perseguiré al varón./ Pues toca a Dios el juicio/ de todo ser viviente,/ y es
Él quien paga al hombre su soldada” (1QS X, 17-18) 99.
Las abluciones y baños son práctica ritual muy frecuente
en Qumrán. Se llevaban a cabo para purificarse en ciertas circunstancias: tocar
carne, cadáveres, menstruación, haber fornicado, etc. No se comenta nada en
ningún texto referente al baño previo a la comida. Especulando, se acepta que
se bañaban antes de las comidas, pues las salas de baños y las cisternas son
numerosas y amplias 100.
La comida común es una práctica central en la comunidad, a
la que hay que acercarse puro para tocar la comida y la bebida de los Puros.
Sólo los profesos plenos y los intachables podían acercarse, con lo que se
deduce que los cargos importantes, los sacerdotes y una parte de los laicos
tenían acceso a ella. Se dice que el sacerdote será el primero en bendecir la
comida y la bebida al caer en la mesa: “Y cuando preparen la mesa para comer, o
el mosto para beber, el sacerdote extenderá su mano el primero para bendecir
las primicias del pan y del mosto” (1QS VI, 4-6; 1QSa II, 17-20). Tras él, los
demás miembros de la comunidad podían bendecir la mesa, empezando por el Mesías
de Israel: “Después el Mesías de Israel extenderá su mano hacia el pan. Y después
bendecirá toda la congregación de la comunidad, cada uno de acuerdo con su
dignidad. Y según esta norma actuarán en cada comida, cuando se reúnan al menos
diez hombres” (1QSa II, 20-22) 101.
Respecto a las restricciones alimentarias hay pocas
noticias en los manuscritos, -pero eso sí, excluyentes- excepción hecha de no
comer animales vivos ni reptiles: “Que nadie profane su alma con ningún ser
viviente o que repta comiendo de ellos, desde las larvas de las abejas hasta
todo ser viviente que repta en el agua. Y los peces que no los coman a no ser
que hayan sido abiertos vivos y vertida su sangre...” (CD XII, 11-14); o
también: “Que nadie coma la carne de un animal... y el animal muerto o el
animal desgarrado que no vive, pues al extranjero, y la grasa, para hacer...
para sacrificar de ella... comerán. Toda prevaricación con la que
prevaricará... para comer, porque es una abominación” (Normas alimenticias y sexuales, 4Q251 Frag. 4, 1-6, y Frag. 5,
1-5).
En cuanto a la participación en la vida activa, a los
veinte años estaban en edad de aprender y de madurar, y no se les permitía
participar en la vida de la comunidad bajo ningún concepto, ni siquiera para
casarse: “A la edad de veinte años pasará entre los alistados para entrar en el
lote en mediod e su familia a unirse a la congregación santa” (1QSa I, 8-9).
Entre los veinte y los veinticinco se les permitía asistir a las asambleas y a
los juicios, pero sin poder emitir juicios ni votos (1QSa I, 12). A los
veinticinco, y durante cinco años, podía trabajar para el servicio de la
congregación (1QSa I, 12). A los treinta años eran partícipes plenos de la
comunidad, tomando parte en juicios y tribunales, ocupando su lugar entre los
rangos más elevados de la Asamblea, ser jefes de cualquiera de las partes en que
se divide Israel, bajo la autoridad de los hijos de Aaron, los sacerdotes (1QSa
I, 8-16). Según envejecían iban viendo aligerado su trabajo, pero sólo
promocionaban por méritos relacionados con su formación, su conducta y su
entendimiento (1QSa I, 19). Los simples quedaban relegados a trabajos manuales,
prácticamente: “Ningún hombre que sea un simple entrará en el lote para ocupar
una función en la congregación de Israel para la disputa o el juicio, o para
desempeñar una tarea de la congregación, o para salir a la guerra para aplastar
a las naciones... Únicamente desempeñará los trabajos obligatorios, en la
medida de su capacidad” (1QSa I, 19-22). Un aspecto importante en la secta eran las normas
concernientes al día de reposo o sábado. La tendencia mostrada es de mucha
severidad –comparando con las normas y las costumbres imperantes en su entorno
hebreo-. No sólo no se debía trabajar ese día, sino que no se debía hablar de
trabajo, ni de obligaciones, ni barrer o cargar niños encima (CD XI, 10), ni de
negocios (CD X, 18-19), ni salir de casa por negocios ese día, ni alejarse de
casa por ningún motivo más de mil codos –750 metros-, pero sí apacentar el
ganado hasta 2000 codos (CD X, 21 y CD XI, 5), ni ayudar a las reses a parir,
ni auxiliarlas (CD XI, 13). Tampoco se puede cocinar, ni recolectar, ni sacar
agua, pues había que bebérsela dónde se hallare o la del propio campamento (CD
X, 23), nada de regañar a los sirvientes, etc. El Castigo que se imponía por
profanar el sábado era de siete años de cárcel: “Pero todo aquél que se
descarría profanando el sábado y los festivales no será ejecutado 102, pues
corresponde a los hombres el guardarlo; y si es curado de ella, lo guardarán
durante siete años y después entrará en la asamblea (CD XII, 3-7).
Casi lo más grave es una ruptura, por acción u
omisión, de una ley de Moisés, sea lo que fuese, pues merecía la expulsión
inmediata. No es exactamente así, pero ningún miembro de la comunidad podía
tener contacto con él, lo que supone un destierro: “Todo el que entra en el
Consejo de Santidad... que transgreda una palabra de la ley de Moisés
presuntamente o por negligencia, será expulsado del consejo de la comunidad y
no retornará de nuevo; que ninguno de los hombres de santidad se mezcle con sus
bienes o con su consejo...” (1QS VIII, 21-23).
Pecados o faltas que acarrean pena capital 103,
aparte de hacer votos para desear el mal de otra persona (visto en el apartado
Organización), están: la apostasía en estado de posesión demoníaca (CD XII, 2-3),
el adulterio de la muchacha prometida 104, calumniar al pueblo de Israel, la
traición, el espionaje, la deserción, y la reincidencia en las faltas muy
graves: “Si un hombre tiene un hijo rebelde o incorregible, que no escucha la
voz de su padre ni la voz de su madre, y no les atiende cuando le corrigen, su
padre y su madre lo cogerán y lo sacarán a los ancianos de su ciudad, a la
puerta de su lugar; y dirán a los ancianos de su ciudad: ‘Este hijo nuestro es
rebelde e incorregible, y no escucha nuestra voz; es un glotón y un borracho’.
Y todos los hombres de su ciudad lo lapidarán y morirá... Si hubiera un espía
contra su pueblo que entrega su pueblo a una nación extranjera u obra el mal
contra su pueblo lo colgarás de un árbol y morirá. Si hubiera en un hombre un
pecado condenable a muerte y escapa en medio de las naciones y maldice a su
pueblo y a los hijos de Israel, también lo colgaréis de un árbol y morirá”
(11QTemplo LXIV, 2-11).
Otra falta muy grave consiste en pronunciar el
Nombre Venerable: “Quien pronuncia el Nombre Venerable por encima de... bien
sea blasfemando, o abrumado por la desgracia, o por cualquier otro asunto, o
leyendo un libro, o bendiciendo, será separado y no volverá de nuevo al consejo
de la comunidad” (1QS VI, 27 – VII, 1-2).
Otras faltas que merecen la expulsión son calumniar
a la Congregación (1QS VII, 16), rebelarse contra las bases de la Comunidad, y
desertar del consejo cuando se lleva diez años en él, pena aplicable también
para los que hablan o conectan con el desertor: “...pero aquél que va difamando
a los Numerosos, será expulsado de entre ellos y no volverá más. Y aquél que
murmura contra el fundamento de la Comunidad lo expulsarán y no volverá... Pero
aquél que ha estado en el consejo de la comunidad durante diez años completos y
cuyo espíritu se vuelve para traicionar a la comunidad y sale de la presencia
de los Numerosos..., que no vuelva más al consejo de la comunidad. Y aquél de
entre los hombres de la comunidad que se asocia con él en materia de pureza o
de bienes..., que sea expulsado” (1QS VII, 18-27).
Otros delitos se confiesan en privado a algún
compañero, o en público ante la Asamblea. Las penitencias no tienen mucho que
ver con lo que estamos acostumbrados en la actualidad. Por ejemplo, el que
traicionaba la verdad o transgredía la ley mosaica (1QS VII, 19; 1QS VIII, 24;
y 1QS IX, 1), quedaba castigado con dos años de penitencia, perdía su rango y
durante el primer año quedaba excluido de la pureza de la Congregación, y
durante el segundo año de la bebida. Tras un examen, podía ingresar de nuevo a
su puesto.
Mentir en asuntos de bienes y propiedades excluía de
la pureza durante un año y reducción de un cuarto de los alimentos (1QS VI,
26). Mentir a un superior, la impertinencia, el insulto, la calumnia, merecía
un año de penitencia y exclusión de pureza (1QS VI, 27). Por mentir
premeditadamente, por malicia, por venganza o por rencor, por quejas
injustificadas y por murmurar contra el prójimo, seis meses de exclusión de
pureza (1QS VII).
Por presentarse desnudo ante un compañero sin
justificación, por no cuidar de un compañero, por hablar tonterías, tres meses
(1QS VII).
Por dormirse en una reunión, por salir antes de que
acabe, por escupir en el Consejo, por reírse escandalosamente, por vestirse
negligentemente de modo que se muestre parcialmente su desnudez, treinta días
(1QS VII).
Por otras penas menores, como abandonar la asamblea
tres veces sin razón, interrumpir a quien habla, gesticular con la mano
izquierda, diez días (1QS VII).
Este asunto queda un poco en el aire. La opinión de
Roland de Vaux siempre ha pesado mucho en la consideración de expertos y
analistas arqueólogos, sobre todo por la existencia de un cementerio, o una
parte de él, dedicada a tumbas masculinas exclusivamente. Son muchas las citas
bíblicas que marcan a una persona que ha realizado actos carnales como impura y
señala los medios de purificación y de aislamiento, pero también son numerosas
las citas que dan por supuesto, o incluso bendicen, a los que contraen
matrimonio. Las citas que sugieren el celibato como norma de conducta idónea
para los practicantes de la fe empezó a instalarse en la mentalidad
judeo-cristiana, y, principalmente en la cristiana, a partir del Nuevo
Testamento, más concretamente en las cartas de Pablo.
Hay
algunos textos qumranitas que mencionan la presencia de mujeres y niños en la
comunidad: “Cuando ellos vengan, reunirán a todos los que vienen, incluyendo
niños y mujeres, y leerán en sus oídos todas las normas de la alianza, y les
instruirán en todos sus preceptos para que no se extravíen en sus errores...
Desde su juventud lo educarán en el niño de HAGY, y de acuerdo con su edad le
instruirán en los preceptos de la alianza y recibirá instrucción en sus normas;
durante diez años será contado entre los niños. A la edad de veinte años pasará
entre los alistados para entrar en el lote en medio de su familia a unirse a la
congregación santa. No se acercará a una mujer para conocerla por ayuntamiento
carnal hasta que haya cumplido los veinte años... Entonces ella será recibida
para dar testimonio contra él sobre los preceptos de la ley...” (1QSa I, 4-10).
Por cierto, en éste se comenta la posibilidad de que la mujer pueda prestar
testimonio contra su marido por asuntos relacionados con el incumplimiento de la
ley.
“Y ningún muchacho joven ni ninguna mujer entrará en
sus campamentos cuando salgan de Jerusalén para ir a la guerra...” (1QM VII,
3). “Y si habitan en los campamentos de acuerdo con la regla de la tierra y
toman mujeres y engendran hijos, marcharán de acuerdo con la ley...” (CD-A VII,
6). “...será impura siete días, como en los días de su impureza menstrual, será
impura. Y treinta días de su purificación. Pero si da a luz una niña, será
impura...” (6Q15 Frag. 2, II, 15-16). “...son capturados dos veces en la
fornicación: por tomar dos mujeres en sus vidas, a pesar de que el principio de
la creación es: ‘varón y hembra los creó’” (6QD o 6Q15 Frag. 1, 2-3 = CD-A IV,
19-21). Estas últimas frases sirven para prohibir la poligamia. “...Para
abstenerse de la fornicación de acuerdo con la norma” (6QD o 6Q15 Frag. 4, 4 =
CD-A VII, 1-2), prohibiendo la prostitución. Otras tratan de los deberes de las
mujeres y sus derechos en la vida urbana fuera de Qumrán: “Sobre el juramento
de la mujer. Puesto que dice: ‘Es el marido al que corresponde anular su
juramento’, que nadie anule un juramento si no sabe si debe confirmarlo (CD
XVI, 10-11).
Otro fragmento que regula sobre las relaciones
hombres mujeres en la Comunidad podría ser: “En el caso de que un hombre difame
a una doncella de Israel, si lo dice al momento de tomarla, la investigarán; si
se confirma y él no ha mentido sobre ella, la ejecutarán; pero si ha
testimoniado falsamente sobre ella, que le multen [con] dos minas y que no se
divorcie de ella en todos los días de su vida” (Normas indeterminadas, 2Q25 Frag. 2-4, 8-10).
Estas referencias parecen indicar que cuando se
escribieron estos documentos no se prescribía el celibato 105.
Se trataba de un calendario solar –en contraposición al
calendario judío, basado en la luna y en meses variables de 28 y 29 días,
insertando un mes completo cada 36 meses-. Constaba de 364 días –52 semanas, o
7 y 7-. Las estaciones duraban trece semanas, con tres meses de 30 días y un
día de enlace entre estaciones, conocido como día de la “rememoración”: Es un
gran día para el santo de los santos, y un signo para la abertura de sus
gracias eternas, para los comienzos de las constelaciones en cada época futura.
Al comienzo de los meses en sus constelaciones, y de los días santos en su
orden, como recuerdo en sus constelaciones” (Regla de la Comunidad, 1QS X, 4-5). De tal manera que 13 x 7 da
como resultado 91 días, es decir, 3 x 30 (tres meses) + 1 (de rememoración).
La utilidad de este calendario diseñado así era básicamente
religiosa y tenía la virtud de hacer coincidir las festividades siempre en el
mismo día de la semana, y el primer día de cada estación, gracias a su
regularidad. No existen referencias internas en los manuscritos que indiquen
cómo pensaban resolver el problema de las horas sobrantes, o, lo que es lo
mismo, nuestro año bisiesto.
Su procedencia se supone la misma que el calendario usado
por los hassidim –inicio de la dinastía de los macabeos-, también de carácter
solar; y aparecen referencias en el Libro
de los Jubileos (VI, 22), el Libro de
Henoc (74, 10), el Libro de la Guerra
(II, 1-2), la Regla de la Comunidad,
y el propio calendario hallado en la cueva 4 de Qumrán.
De tal manera estaba construido que siempre empezaba el
año en miércoles, día según las Escrituras, en que se inició la creación por
parte de Dios: “...fue el día cuarto cuando creó Dios el sol y la luna” (Gn. 1,
14-19), así como el primer día de cada estación. De esta forma, las
festividades caían siempre en miércoles, viernes o domingo, pero nunca en
sábado. Esto, que parece contradictorio, es un refuerzo a la conmemoración del sabbat, pues de esa manera nunca caería
una fiesta o celebración en ese día. Quizás se deba a esto el comentario de la
Regla de la Comunidad que explica cómo el Maestro de Mentira asedió a la secta
y al Maestro de Justicia en el Día de la Expiación de la Orden –viernes-,
festividad en la secta de Qumrán, obligándoles a atenderles y “caer en la
impiedad”, para esa festividad –día de ayuno- y al día siguiente –sabbat-.
Este calendario se podía dividir también en 7 periodos de
50 días –llamado calendario pentacontano-, presidido cada periodo por una
festividad de carácter agrícola: Fiesta del Vino, Fiesta del Aceite, Fiesta del
Trigo, etc. Existen referencias de Filón, acerca de los denominados terapeutas,
como seguidores de un calendario similar a éste. Queda un apunte para destacar:
este calendario era seguido tanto por la comunidad de Qumrán como por las
comunidades o campamentos que estaban situados en poblaciones dispersas de
Palestina.
Las fiestas más conocidas tenían una regularidad patente y
caían siempre el mismo día de la semana: la Pascua caía el décimoquinto día del
primer mes (entre marzo y abril), y tocaba en miércoles; la Fiesta de las
Semanas –Pentecostés- caía el décimoquinto día del tercer mes –y se celebraba
al mismo tiempo que la conmemoración de la Renovación de la Alianza, y era, por
tanto, el día más importante para la secta del Mar Muerto-, y tocaba en
domingo; el día de la Expiación caía el décimo día del mes séptimo, y tocaba en
viernes; y la Fiesta de los Tabernáculos caía el décimoquinto día del mes
séptimo, y tocaba en miércoles.
Esta organización del tiempo se apartaba del calendario
basado en los movimentos de la luna que seguía mayoritariamente el pueblo
hebreo y se le supone un origen de marcado acento sacerdotal, y, debido a esto,
algunos autores creen que puede ser el origen de la discrepancia que creó el
cisma en el movimiento asideo –de los hassidim-
que, posteriormente, daría lugar a los dos movimientos conocidos como esenios y
fariseos: “(Os, 2, 13) Pondré fin a sus alegrías, sus fiestas, sus novilunios y
sus sábados y todas sus solemnidades. Su interpretación: que fijan todas sus
solemnidades de acuerdo con las solemnidades de las naciones, pero toda su
alegría se convertirá para ellos en duelo” (Comentario
a Oseas, 4QpOs II, 14-17).
La observancia de las horas, las citas y los momentos para
el culto es extrema, sobre todo en los dos momentos del día reservados para la
oración, momentos que tenían que coincidir con el holocausto perpetuo que se
ofrenda en el Templo al alba y en el ocaso: “...alabanzas y plegarias, para
posternarse e implorar siempre, de periodo en periodo: cuando la luz viene de
su morada; en las posiciones del día según la norma, de acuerdo con las leyes
de la gran lumbrera; al tornar de la tarde, a la salida de la luz, cuando
comienza el dominio de las sombras “ (Himnos,
1QH XII, 4-6). Esta observancia queda demostrada por las múltiples referencias
que en los Manuscritos aparecen al respecto, de tal manera que los qumranitas
no debían: “apartarse de ningún mandato de Dios respecto a las horas señaladas;
no se llegará anticipadamente ni con retraso a ninguna de sus horas marcadas,
no habrá desviación ni a derecha ni a izquierda de ninguno de sus justos
preceptos” (Regla de la Comunidad,
1QS I, 13-15); pues ocurría que se trataba de una ley escrita por Dios mismo:
“...según el decreto establecido por la boca de Dios, y por el testimonio del
que es. Y esto será, y nada más” (1QH XII, 9).
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