TEMPLESPAÑA
IDENTIFICACIÓN DEL «OVNI» DE SIGHIŞOARA
Autor: Fernando Arroyo Durán Fotografías: VV.AA.
22 de septiembre de 2016
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Fig. 1.- Pintura mural en la iglesia del antiguo y desaparecido convento dominico de Sighişoara, Rumanía.
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ANTECEDENTES
La existencia de una sorprendente pintura al fresco [FIG. 1] en el templo cuyo nombre en rumano es
«Biserica Manastirii Dominicane» (Iglesia del Monasterio Dominico) [FIG. 2],
situada en la ciudad de Sighişoara [FIG. 3], en la región histórica de Transilvania, Rumanía, ha generado todo tipo de interpretaciones:
desde que se representa la rueda
de Ezequiel hasta
una aeronave alienígena, pasando por un hongo (o una flor) arrastrado por el viento, un escudo militar de combate o una alegoría del profeta Elías que «surgió […]
como el fuego y cuya
palabra abrasaba como antorcha» (Si. 48:1), y que con su oración atrajo el fuego del cielo sobre el sacrificio del monte Carmelo (cf. 1R. 18:38-39).
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Fig. 2.- «Biserica Manastirii» (Iglesia del Monasterio).
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Fig. 3.- Vista de Sighişoara.
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Una fotografía de la pintura fue enviada por una visitante de la iglesia, Catalina Borta, a la
Israeli Extraterrestrials and UFOs Research Association (EURA), según confirmaron Gilli Schechter y Hannan Sabat, miembros de esta
organización de investigación ufológica de Israel, debido a que en dicho fresco aparece un curioso
objeto lenticular sobre una iglesia en llamas que recuerda a un clásico «platillo volante» (del inglés, flying saucer), término que fue reemplazado por el
astrónomo Joseph Allen Hynek en 1977 por el más genérico «objeto volador no identificado» (en acrónimo, «ovni»), traducido del inglés unidentified flying object (UFO).
Se desconoce el artista y el año en que se pintó la obra, si bien podría deberse a un artista local anónimo, según cree Nicolae Tescula, director del Museo de Historia de Sighişoara.
Curiosamente, el objeto representado en el fresco aparece también en al menos un grabado de la edición renacentista del
Liber Prodigiorum (Libro de los Prodigios), obra de la Roma del siglo IV, así como en un par de monedas francesas del siglo XVII
(getones, para ser exactos), siendo estos objetos comúnmente utilizados por los investigadores del fenómeno ovni para representar anomalías aéreas.
SIGHIŞOARA: APUNTES HISTÓRICOS
La historia de Sighişoara es muy amplia, por lo que daremos unos breves
apuntes que son relevantes a la hora de interpretar cabalmente lo que se representa en la pintura de la Iglesia del Monasterio, a tenor del carácter
eminentemente defensivo y militar de la ciudad, lo cual queda de manifiesto por la importancia de su arquitectura.
Sighişoara se remonta a la época de los romanos, que construyeron en la colina que domina la ciudad un castro
(Castrum Sex) del que aún quedan algunos restos arqueológicos. Es sin embargo en el siglo XIII, cuando la colonización de los sajones de Transilvania,
de etnia germánica, convierte la ciudad en un enclave comercial de gran importancia en el centro de Europa.
El otro gran templo de la ciudad, la llamada «Biserica din Deal» (Iglesia de la Colina) [FIG. 4],
de los siglos XIII-XIV y dedicada a San Nicolás, es uno de los edificios de estilo gótico más
impresionantes que se puede encontrar en Transilvania. En su interior destacan los escudos de armas tallados en madera de los voivodas, gobernantes de la región
transilvana en el Reino de Hungría, y el retablo pintado en el siglo XVI por Jonathan Stoss, hijo del famoso escultor alemán Veit Stoss. Los investigadores se han
puesto finalmente de acuerdo en considerar que este templo fue levantado sobre los restos de una antigua ciudadela anterior al año 1200. Su construcción en la parte
más alta de la colina nos indica que este era un lugar de refugio para los habitantes de la zona en caso de peligro. Aquella primitiva fortaleza, pequeña,
fue completamente destruida en la invasión de los mongoles de 1241-42, si bien fue rápidamente reconstruida y en el perímetro de la colina de la Ciudadela
se encuentran hoy los restos de las murallas.
Fig. 4.- Vista aérea de Sighişoara, con la «Biserica din Deal» (Iglesia de la Colina) a la derecha.
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El histórico edificio conocido como Torre del Reloj o Torre del Consejo, construida durante
el siglo XIV, fue sede del consejo de la ciudad hasta 1556, siendo destruida por un incendio y reconstruida en 1677 en estilo barroco.
Si bien la Torre del Reloj es el símbolo de la ciudad, uno de los lugares más famosos de Sighişoara es la
Casa Paulinus, considerada tradicionalmente como la casa natal del
principe de Valaquia Vlad III Tepes,
nacido como Vlad Draculea y más conocido como Vlad «el Empalador», merecidamente considerado héroe nacional de Rumanía. Este guerrero cristiano ortodoxo
(posteriormente convertido al catolicismo),
gran luchador en contra del expansionismo otomano que amenazaba a su país y al resto de Europa, gobernó con mano de hierro los Cárpatos en el siglo XV. Famoso por
su manera de castigar a los enemigos y traidores, su figura inspiró al famoso personaje literario creado por el escritor y novelista irlandés
Bram Stoker (1847-1912), el vampiro Conde Drácula.
En 1603, el italiano de etnia albanesa Giorgio Basta, general mercenario del Sacro Imperio Romano Germánico,
tomó la ciudad. Posteriormente, durante la rebelión de la Casa de Rákóczi, familia aristocrática húngara que surgió en la época tardomedieval, fueron destruidas
muchas de las torres de la ciudad. Desde entonces, el castillo perdió su importancia estratégica.
En los siglos XVI y XVII, sobre todo después del gran incendio de 1676, momento de máximo esplendor de la ciudad,
la muralla sufrió nuevas modificaciones.
TEORÍA DE LA RUEDA DE EZEQUIEL
Una de las primeras teorías apuntadas sobre la naturaleza del ovni de la pintura de Sighişoara es que se trata de
una representación de la «rueda de Ezequiel» (Ez. 1:4-21). Sería en tal caso la licencia artística de un librepensador o de un artista mal informado,
pues del texto del profeta veterotestamentario no cabe inferir que las ruedas que vio se desplazasen por el cielo. Esta interpretación es un error extendido
popularmente, sostenido por algunos autores y representado como decimos por algunos artistas, quienes han pretendido ilustrar sin acierto lo visto por Ezequiel
como «ruedas aéreas». En los tiempos modernos, en que se lee poco la Biblia y se ve mucho cine, esta idea está muy extendida en el imaginario popular a partir de
«2001: A Space Odyssey», la película de culto del género ciencia ficción dirigida por Stanley Kubrick y estrenada en 1968.
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La descripción que hizo el profeta Ezequiel es que, encontrándose a orillas del río Kebar, vio de pronto que
«venía del norte un torbellino de viento, y una gran nube, y una masa de fuego, y un resplandor alrededor de ella; y en su centro, esto es, en medio del fuego,
una imagen como de bronce» (Ez. 1:4). Y después añade que «apareció una rueda sobre la tierra» (Ez. 1:15) que era «como una rueda que está dentro de otra rueda»
(Ez. 1:16). Luego menciona más ruedas y dice que eran tan altas «que causaba espanto verlas» (Ez. 1:18) y menciona que «andaban» junto a «seres vivientes» y que
«cuando aquellos seres se levantaban de la tierra, se levantaban también del mismo modo las ruedas con ellos» (Ez. 1:19), porque «a cualquier parte donde iba el
espíritu, allá se dirigían también en pos de él las ruedas; porque había en las ruedas espíritu de vida» (Ez. 1:20). Es decir, que Ezequiel habla sin lugar a
dudas de ruedas en el suelo y no en el cielo [FIG. 5], por mucho que en ocasiones estas extrañas ruedas se levanten de la tierra en pos
de los «seres vivientes» a los que acompañan.
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Fig. 5.- Representación de las ruedas de la visión de Ezequiel.
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No obstante, en el caso de la pintura de Sighişoara no estamos ante una interpretación libre o errónea de la rueda de
Ezequiel, sino claramente ante otro tipo de «objeto»…
LA INSCRIPCIÓN: UN CÁNTICO DE ASCENSIÓN
La pintura del «ovni» de Sighişoara parece ser muy antigua, pero es difícil datarla a simple vista, si bien el convento dominico al que
pertenecía la iglesia, de estilo gótico tardío, se construyó a finales del siglo XIII y fue destruido en el siglo XIX.
La inscripción en alemán que hay en la parte inferior de la pintura [FIG. 6] no necesariamente remonta su origen a la
población medieval
de los Siebenbürgensachsen o sajones de Transilvania, sino que probablemente se pintara después de 1523, cuando la Biblia fue traducida al alemán y la antigua iglesia del
convento dominico pasó a ser de culto luterano, ya que el
texto es una cita del Salterio: «Israel, hoffe auf den Herrn, Ps. 130, 7», que significa: «Israel, espera al Señor [o «pon tu esperanza en el Señor»],
Salmo 130, 7».
Fig. 6.- Inscripción al pie de la pintura, una clara pista sobre la verdadera naturaleza del
«ovni».
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En las Sagradas Escrituras, al comienzo de este salmo se dice que es un «cántico gradual» o «cántico de las subidas»,
lo cual evidencia que el tema de la obra pictórica hace referencia a la Ascensión del Señor, una solemnidad muy antigua sobre la que San Agustín señala su
origen apostólico, refiriéndose a ella como una celebración de carácter universal en la Iglesia desde antes de su tiempo.
El Día de la Ascensión conmemora la ascensión de Jesucristo al Cielo en presencia de sus discípulos tras anunciarles,
antes de desaparecer entre las nubes, que les enviaría el Espíritu Santo. Esta «ascensión» de Cristo y posterior «descenso» del Espíritu Santo (también
denominado Espíritu de Fuego) es muy importante a la hora de contextualizar el tema de la pintura, pues en el Salmo 47, bajo el título de «Dios, Rey de toda
la Tierra», se canta que de Dios son los «escudos» (reinos e imperios) de la Tierra, siendo el escudo un emblema de poder y realeza (1R. 10:17; 14:26s.).
Es por esta razón que al Rey de los Cielos se le representa como un «escudo» que desciende sobre la Tierra.
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ESCUDOS REGIOS Y GETONES
Curiosamente, otro objeto muy similar al de la pintura de Sighişoara puede verse, como ya dijimos al principio,
en un grabado de la edición
renacentista del Liber Prodigiorum [FIG. 7], obra escrita en el siglo IV por Iulius Obsequens,
escritor de la Antigua Roma de cuya vida nada se sabe.
El Libro de los Prodigios es una recopilación de textos provenientes de la obra del historiador romano Tito Livio
(59 a.C.-17 d.C.) que hacen referencia a sucesos extraordinarios y sobrenaturales ocurridos en la historia de Roma entre los años 249 a.C. y 12 a.C. Fue impreso por
vez primera por el humanista veneciano Aldo Manuzio en 1508, según un manuscrito hoy perdido, que perteneció a Jodocus de Verona. Ediciones posteriores
fueron impresas por Franz van Oudendorp (Leiden, Holanda, 1720) y Otto Jahn (Leipzig, Alemania, 1853). La obra es muy citada por los interesados en la
ufología, que interpretan algunos de los prodigios mencionados en ella como ejemplos de las apariciones que intentan rastrear, existiendo una edición moderna en
español. [1]
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Fig. 7.- Grabado procedente de la edición veneciana de 1508
del Liber Prodigiorum (s.IV)
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La imagen en cuestión representa un objeto discoidal que fue visto al atardecer con una «gran viga de fuego» a su
derecha. Se supone que este avistamiento tuvo lugar en el año 98 a.C. sobre Roma, en tiempos de una epidemia de peste que estaba generando estragos entre la población. El prodigio tuvo lugar cuando un
ancile (escudo sagrado de la Antigua Roma) cayó desde el cielo. Numa Pompilio, sucesor de Rómulo y segundo rey de Roma (716 a.C.-674 a.C.), declaró que la ninfa
Egeria le había iluminado, que este escudo perteneciente a Marte, dios de la guerra e hijo de Júpiter, era un símbolo de protección enviado por el propio Júpiter.
Tras poner fin de inmediato a la plaga bajo sus auspicios, se oyó «una voz» que declaraba que Roma debía ser señora
del mundo mientras se conservara el escudo. Así se convirtió en reliquia sagrada de los romanos y fue dispuesto al cuidado de los
sacerdotes saliares (salii) en el templo de Marte, junto a otras once ancilas de bronce perfectamente idénticas al escudo original por si alguien intentaba
robarlo que no fuera capaz de distinguir el verdadero ancile de las réplicas. [2]
Por otra parte, en los denominados jetons (en español, getones) franceses del siglo XVII también aparecen objetos
redondos similares representados en el aire, que los expertos numismáticos consideran «escudos militares».
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Los getones son «fichas de cuentas» con aspecto similar al de una moneda, usados durante el medievo para
operaciones de cálculo y contabilidad en el ámbito eclesiástico sobre todo [FIG. 8]. Después, en los siglos XIV y XV, fue moda entre nobles y eclesiásticos hacerlos acuñar con su nombre
y escudo heráldico, siempre para usos contables y retribuciones internas. A partir de la época de Enrique IV de Francia (1589-1610), los getones se usan como
objetos de prestigio y se acuñan también en metales preciosos. El periodo de mayor difusión de los getones tiene lugar en el siglo XVII, en que se decoran con
blasones o con figuras alegóricas y mitológicas inspiradas en la antigüedad clásica y se inscriben lemas en latín. En este momento sirven menos para contar y se
transforman más en signos de pertenencia a la clase dominante. Más adelante se siguen utilizando como fichas de inciciativa privada, con diseños emblemáticos y lemas
que reproducen empresas y divisas morales, acuñadas generalmente en cobre por empresas a cambio de alguna mercancía.
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Fig. 8.- Grabado en madera en el que podemos observar a diversos personajes en torno a
una mesa de cálculos (probablemente en Estrasburgo), en la que se habrían empleado getones
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Varias emisiones de getones se acuñaron durante el reinado de Luis XIV de Francia (1643-1715), especialmente en los
tiempos de dominación francesa en Europa en la década de 1680, cuando además en la propia Francia el poder descentralizador de la aristocracia territorial
fue reemplazado por el poder regio, de ahí que se utilizara este escudo que desciende de los cielos para ilustrar el poder absoluto del que fue llamado
«el Rey Sol» (le Roi Soleil) o Luis el Grande (e incluso «vicediós» por el obispo Godeau, a raíz de que el monarca reforzara el galicanismo,
una doctrina que limitaba el poder papal en Francia). Se dio así al escudo el mismo sentido que tiene en el arte del Renacimiento: es el «atributo de la
virtud de la fuerza, de la victoria». [3]
Marc D'Antonio, analista de fotografía y video de la organización estadounidense Mutual UFO Network (MUFON),
que lleva tiempo investigando las obras de arte y las monedas francesas de finales del siglo XVII, y que se encontró que el misterioso objeto volador de la pintura de
Rumanía aparece representado en las imágenes de los getones, según informó el portal internáutico «Open Minds: UFO News and Investigations», no iba por tanto desencaminado al entender que el origen de estos misteriosos objetos es
mucho más terrenal de lo que la gente se piensa, ya que reconoce que los escudos fueron esculpidos en los getones para ilustrar el poder y la fuerza del
rey francés Luis XIV.
Varios getones acuñados entre los años 1656 y 1680 en los que aparecen estos «objetos voladores» llevan la
leyenda en latín: «OPPORTUNUS ADEST» [FIG. 9], [FIG. 10] y [FIG. 11], que se
traduciría: «Aquí en el momento oportuno», si bien en francés se suele traducir como: «Il est présent à
propos», o sea, «Es presente en el momento oportuno», pues la palabra «adest» en latín, además de querer decir: «ser presente», «ser propicio»,
significa también: «ayudar, asistir, favorecer», y es en este sentido que la usa Cicerón (106 a.C.-43 a.C.) cuando habla de abogados que defienden a sus clientes.
[4]
Señala también D'Antonio otro getón de las Comitia Burgundiae —Elecciones de Borgoña— acuñado en 1648
[FIG. 12],
que muestra flechas apuntando a lo que en este caso resulta evidente que es un escudo de combate, pues la leyenda inscrita por demás reza:
«RESISTIT PAUCIS OBRUITUR PLURIBUS», que significa: «Se resiste con unos pocos acosados por muchos».
Fig. 9.- Getón de la «CAMERA COMPVTORVM NEVSTRIÆ»
(Cámara de Cuentas de Neustria, reino de la época merovingia) acuñada en 1656. En el anverso vemos a la diosa
romana de la Justicia, equivalente de la griega Temis, que tiene una espada en una mano y la balanza en la otra. A sus pies, un personaje derrama una bolsa con
monedas, alusión tal vez satírica a que la justicia se vende por dinero. (Imagen procedente del catálogo de CGB Numismatic).
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Fig. 10.- Getón de 1656, con las leyendas «ORDINAIRE DES GVERRES» Y «OPPORTVNVS ADEST».
L'Ordinaire des Guerres es la administración del Tesoro que gestiona los costos y gastos derivados de la utilización normal de las fuerzas armadas.
Es diferente de l'Extraordinaire des Guerres, los fondos que se constituyen para pagar los gastos extraordinarios de la guerra en determinadas campañas.
Obsérvese en el anverso el Gran Escudo de Armas de Francia y Navarra. De 1589 a 1790, es decir, desde la ascensión de Enrique III de Navarra como Enrique IV de Francia
(primer Rey de la Casa de Borbón) hasta que Luis XVI cambia de ser Rey de Francia y Navarra a Rey de los franceses, el escudo de armas contiene los dos blasones. Esta
heráldica y escudo de armas se abolieron en Francia en 1790.
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Fig. 11.- Getón sin fecha de emisión, en cuyo anverso aparece una
inflorescencia de Lilium con siete flores, comúnmente llamadas azucenas o lirios, siendo regada por la lluvia de una nube. Las leyendas:
«HÆC PER TE AVCTA COLAM» (traducido como: «Deje que este crecimiento sea agradable para su corazón») y «OPPORTVNVS ADEST».
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Fig. 12.- Getón de Borgoña de 1648, en el que resulta evidente que el «objeto volador»
es un escudo de combate.
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El Chicago Coin Club (Club de Monedas de Chicago) hace hincapié en que las imágenes que aparecen acuñadas en
estos getones eran escogidas con una razón específica que las justificaba y constituían en el pasado importantes instrumentos de propaganda. Y añade este club
numismático:
«Siguiendo el gusto medieval, siempre estaban decoradas. Estas decoraciones siempre tenían un propósito,
en ocasiones religioso, aunque habitualmente estaban relacionadas con su usuario o con el capital. En el siglo XVI, los getones se utilizaban en su mayor
parte para difundir mensajes políticos y glorificar las hazañas del gobernante de turno. Había tanta necesidad de hacer propaganda por medio de estos
getones que continuaron siendo acuñados hasta mucho tiempo después de que dejaran de emplearse como fichas. En Francia y Holanda, esta nueva versión del
getón empezó a circular a finales del siglo XVI». [5]
Aunque Marc D'Antonio acepta el razonamiento de que en los getones se representan escudos que simbolizan del poder del
rey Luis XIV, sobre el escudo protector de Júpiter cayendo a la Tierra para ayudar a Numa Pompilio, que llevó a los romanos a la victoria en tiempos desesperados,
considera especialmente interesante pensar que el escudo fue otorgado desde lo más alto. Y al respecto se pregunta: «¿Hubo alguna influencia de otro mundo
arraigado en su cultura que llevó a poner el protector en el cielo? ¿Protección o tecnología desde arriba, tal vez? Eso sigue siendo un misterio».
EL ESCUDO DEL ESPÍRITU DE FUEGO
Los defensores de las hipótesis ufologistas consideran que, aunque muchas de las pinturas religiosas que tienen elementos posiblemente
extraterrestres pueden ser explicados como representaciones de ángeles celestiales o escudos protectores, no puede olvidarse sin embargo que muchos de
los artistas eran librepensadores y heterodoxos que podrían haber tratado de expresar una creencia oculta. Podría ser que su inspiración proviniera de tradiciones
antiguas que expresamente hablan de seres extraterrestres llegados a la Tierra desde las estrellas, como la sumeria, o podría ser que ellos estuvieran
expresando lo que habían visto personalmente. Cada uno es libre en este sentido de creer lo que considere y extraer sus propias conclusiones. Ahora bien,
considerar como el propio D'Antonio que los escudos celestes muestran «una línea que sale del objeto» y confundirla con un rayo que sale desde el ovni, es
echarle demasiada imaginación, pues a poco que se analicen los detalles de la supuesta «nave espacial» apreciamos que dicho «rayo» no es otra cosa que un
umbo (protuberancia en la parte central de un escudo con fines ofensivos) y los supuestos «focos» de los bordes no son otra cosa que conteras
(refuerzos de chapa de hierro o acero que se colocaban en los cantos de los escudos medievales para dotarlos de mayor resistencia).
El tipo de escudo es de la familia de las rodelas [FIG. 13], cuyo uso a través del tiempo es constante: desde la Edad
Antigua (griegos, celtas, romanos, vikingos...) hasta la Edad Moderna (siglo XVII), pasando por la Edad Media.
Fig. 13.- Diversas rodelas, escudos lenticulares embrazados
(fijación al brazo por correas y un asa).
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Para mayor abundamiento en la naturaleza del objeto, la especie de «correa» que se observa muy claramente en el grabado del Liber Prodigiorum,
también en el getón de Borgoña de 1648 e incluso en la pintura Sighişoara, es un tiracol, es decir, la correa que servía para portar los escudos colgados en
el hombro o en el cuello cuando no estaba en uso [en el Speculum Virginum, un tratado didáctico del siglo XII sobre la vida
monástica femenina posiblemente compuesto en la abadía agustina de Andernach, Alemania, se muestra una imagen de dos caballeros con escudos en la espalda sujetados
con tiracol] [FIG. 14]. Esta pieza se utilizaba en el combate, liberando al soldado para usar un arma que requería dos manos (o un arma en cada mano) sin tirar el escudo,
permitiendo recuperar fácilmente éste cuando fuera necesario. Mucha de la información sobre el uso de los tiracoles proviene de diversas obras de arte medievales,
como el tapiz de Bayeux, también conocido como Tapiz de la reina Matilde, un gran lienzo bordado del siglo XI de casi 70 metros de largo que relata, mediante una
sucesión de imágenes con inscripciones en latín, los hechos previos a la conquista normanda de Inglaterra, que culminó con la batalla de Hastings.
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Fig. 14.- Escena de combate de caballeros en un manuscrito (Inv. nº 3984) del
Speculum Virginum (c.1200), llevando dos de ellos sus escudos de lágrima o de cometa en la espalda sujetados con tiracol. (Kestner Museum, Hannover, Alemania).
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El «chorro de propulsión» del «ovni» de la pintura de Sighişoara no es otra cosa que la luz que desde el cielo manda el
Espíritu Santo, tal como se canta en el himno «¡Ven, Espíritu Divino!» (Secuencia de Pentecostés), el cual aparece justo por encima del tiracol del escudo representado
bajo la figura de una paloma o de un querubín, emblemática tradicional para simbolizar al Espíritu Santo en la
iconografía cristiana. La teología mística presenta a los querubines como ángeles del segundo de los nueve coros angélicos, considerados como los guardianes
de la gloria de Dios, significando su nombre «los próximos» o «los segundos»; se les suele representar con la forma de un niño con alas, o solamente la cabeza alada del
mismo, como sería en este caso. Aquí el querubín nos remitiría también a la hermenéutica del libro de Ezequiel, pues además de guardianes tienen la
característica de «carruaje celestial» (Ez. 1:9).
Las nubes de las que surge el «ovni», como la luz, son dos símbolos inseparables en las manifestaciones del Espíritu Santo. Desde las
teofanías del Antiguo Testamento, la Nube, unas veces oscura, otras luminosa, revela al Dios vivo y salvador, teniendo así un velo sobre la trascendencia de
su Gloria: con Moisés en la montaña del Sinaí (Éx. 24:15-18), en la Tienda de la Reunión (Éx. 33:9-10) y durante la marcha por el desierto
(Éx. 40:36-38; 1Co. 10:1-2); con Salomón en la dedicación del Templo (1R. 8:10-12). En la montaña de la Transfiguración es Él quien «vino en una nube»
(Lc. 9:34-35) y, finalmente, es la misma nube la que «ocultó a Jesús a los ojos» de los discípulos el Día de la Ascensión (Hch. 1:9), y la que lo revelará
como Hijo del hombre en su Gloria el Día de su Advenimiento (Lc. 21:27).
Es por ello que el «ovni» de Sighişoara no es otra cosa que el Espíritu que desciende en forma de escudo; el mismo Espíritu sobre el que
Jesucristo dirá: «He venido a traer fuego sobre la tierra y ¡cuánto desearía que ya estuviese ardiendo!» (Lc. 12:49). En forma de lenguas «como de fuego» se posó
el Espíritu Santo sobre los discípulos la mañana de Pentecostés y los llenó de Él (Hch. 2:3-4). La tradición espiritual conservará este simbolismo del fuego como
uno de los más expresivos de la acción del Espíritu Santo: «No extingáis el Espíritu» (1Ts. 5:19). [6]
Consecuentemente, el templo en llamas de la pintura no es otro que la «Biserica din Deal», la Iglesia de la Colina cuya construcción tardó bastante (1345-1525)
debido a las tensiones entre rumanos, turcos y austro-húngaros, así como a los terremotos. Es decir, era el templo de una comunidad que precisaba «poner su
esperanza en el Señor», como reza la inscripción de la pintura en una clara alabanza al poder del Espíritu de Dios que desciende entre nubes en forma de escudo
protector, el escudo regio del Reino de los Cielos [FIG. 15].
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Fig. 15.- Elementos del escudo de divino poder.
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Notas.-
[1] Julio Obsecuente: Libro de los Prodigios, restituido a su integridad en
beneficio de la Historia por Conrado Licóstenes. Introducción, traducción y notas de A. Mourel, Ediciones Clásicas, Madrid, 1990.
[2] B.G.P.: Diccionario universal de mitología ó de la fábula, Impr. José Tauló, Barcelona, 1835-1838.
[3] Jean Chevalier y Alain Gheerbrant: Diccionario de los símbolos, Herder, Barcelona, 2003.
[4] Diego Cuoghi: «Numismática y ficción ¿Un ovni en una moneda?», en
El Reverso - Otra cara de la numismática (Boletín electrónico del Centro Filatélico y Numismático San Francisco, Córdoba, Argentina), nº 7, diciembre 2010.
[5] Bert van Beek: «Jetons: Their Use and History», chicagocoinclub.org, 1986.
[6] San Juan de la Cruz: Llama de amor viva. Edición adaptada por Antonio J. Mialdea, Cántico, Alcoy, 2012.
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