Obra cumbre de Ángel Almazán en la que, con gran rigor, expone los datos arqueológicos celtibéricos y mitológicos, antropológicos, simbólicos y metafísicos de los celtíberos, celtas e indoeuropeos.
ÍNDICE DE LOS CAPÍTULOS
— El Legado ............... página 7
— Celtíberos y Numancia .......... 9
— Religiosidad celtibérica ...... 28
— ¿Belgas o escitas? ............ 41
— Lo Sagrado y lo profano ....... 46
— Con Eliade en Eranos .......... 49
— Jung: “Dios está siempre presente” .... 53
— Los celtas .................... 58
— El Centro del Mundo ........... 61
— Indoeuropeos y Vaso de los Guerreros ........ 67
— Cernunnos y el Caldero de Gundestrup ........ 75
— Caballo y espada ...............82
— Philosophia Perennis .......... 91
— Ni politeísmo ni panteísmo .... 97
— Estados múltiples del ser y ultrabumba del guerrero ... 103
— El Vaso de los Toros ......... 118
— Los sacrificios del Caballo Cósmico ........ 126
— Caballo domado y aves ........ 132
— Hombres-Caballo y Cabezas Cortadas ......... 138
— Hiperbórea, Cuna de la Humanidad ........... 154
— Tradición oral y Numancia como Centro Espiritual ..... 154
— La Cruz Polar de Numancia y otros símbolos ........... 158
— 55 años después ............. 167
Primer capítulo: EL LEGADO
— Todo aconteció en el verano de 1950 en Ascona (Suiza), El Cairo (Egipto), Soria y Madrid (España), hace ya cincuenta y cinco años, y, sin embargo, los recuerdos permanecen incólumes, como si hubiera sucedido ayer mismo. Cierto es, señor Almazán, que escribí un diario en el que recogí mis impresiones lo esencial de aquellos coloquios en los que tuve la suerte de participar; diario que he leído en multitud de ocasiones y que, quizás por ello, ocupen un lugar tan destacado en mi alma pues, sepa Vd., señor Almazán, que aquel verano transformó mi vida por completo, dándole un giro total a mi percepción de la Religión, Historia y Arqueología de la Humanidad.
El que así me hablaba el 21 de marzo de 2005 era un anciano que falleció una semana más tarde y del que no puedo dar su nombre por expresa petición suya que prometí respetar.
— ¿Y por qué me ha llamado? — le pregunté intrigado.
— Llevo años siguiendo sus investigaciones. He leído diversos ensayos y libros suyos. Me queda poco tiempo de vida y sería una pena que este diario y lo que en años sucesivos fui escribiendo al respecto fuese destruido por mis herederos o vendido sin ton ni son a quien no está cualificado para comprenderlo, quedando luego olvidado en el fondo de un cajón o siendo arrojado a la papelera debido a su incomprensión. Creo que a Vd. le podrán interesar estos legajos e incluso le autorizo a publicarlos si lo considera idóneo, añadiendo las notas que considere pertinente. Callóse durante un rato y me miró profundamente a los ojos. Aguanté la mirada como pude durante unos instantes y luego, desviándo mis ojos hacia la vidriera que tenía el anciano a su espalda, en la que estaba representado el signo sánscrito OM, intervine de nuevo.
— ¿Y cómo sabe Vd. que soy la persona idónea para recibir tal legado?
— No me subestime, señor Almazán. Ya le he dicho que conozco lo más fundamental de su obra. Y, por tanto, sé muy bien que el diario y mis reflexiones no pueden estar en mejores manos que las suyas. Como me aconteció a mí mismo, Vd. ha estado muy influido por algunos ensayistas que participaron en el Círculo de Eranos.
— Vaya... —le interrumpí sin poderme contener—, compruebo en efecto que ha leído Vd. viejos artículos míos...
— Sí.., viejos artículos, en efecto, pues en los últimos años Vd. ha dejado a un lado la Escuela de Eranos y se ha sumergido de lleno en las aguas de esa gran corriente de la Tradición Hiperbórea o Primordial. — Así es, no lo puedo negar.
— Pues entonces, como ya le dije, es Vd. la persona idónea, pues aquí narro mis encuentros con algunos eranosianos que, antaño, le sirvieron a Vd. como referente en sus trabajos antropológicos: Jung, Eliade, Corbin...
— Bueno, es cierto que me interesaron mucho en el pasado...
— Pero ya no le interesan tanto, ¿no es así?
— Ciertamente
— Ahora prefiere leer a Guénon y Cooomaraswamy —me dijo con una sonrisa cómplice.
— Ya veo que no sólo ha leído mis artículos antropológicos sino también mis últimos libros.
— En efecto.., Y en estos papeles míos podrá comprobar que me sucedió lo mismo con estos dos tradicionalistas. Por todo ello, estoy convencido de que estos manuscritos tienen que estar en su poder. Es más, así lo he establecido en mi testamento para evitarle problemas con mis hijos y nietos. Por tanto, le ruego, señor Almazán, que tenga a bien recoger esta carpeta que tengo a mi vera y se la lleve a su casa. Léalo con detenimiento y, dentro de diez días, le espero para tomar un té en este mismo despacho...
Mas no hubo ocasión. A los siete días de este extraño encuentro, falleció. Me enteré del deceso al acudir a la cita tres días más tarde. Presenté mis condolencias a la familia y su hijo mayor me comentó que le habían incinerado y que había dado orden de que me entregaran un paquete, lo que llevó a cabo poco después.
Cuando llegué a mi casa desaté el paquete y me quedé sin habla. Allí, delante de mi atónita mirada se encontraba el objeto hallado en el yacimiento celtíbero-romano soriano de Numancia por un furtivo y que movió a nuestro protagonista, al que llamaremos Oliverio Ortego, a viajar hasta Suiza para buscar una explicación racional sobre tal hallazgo cuya iconología trastocaba todas las teorías académicas establecidas hasta el momento sobre le religión celtíbera.
Fragmento del capítulo CERNUNNOS Y EL CALDERO DE GUNDESTRUP
— Hay varios calderos míticos entre los celtas insulares, Oliverio. Uno de ellos es el Caldero de Dagda, que es un caldero de abundancia pues su contenido es inagotable, lo que hace de él un prototipo del Grial. Tenemos igualmente el Caldero de Branvendigeit que es capaz de resucitar a los guerreros caídos en la batalla, sumergiéndolos en él, aunque quedaban mudos... —me dijo Eliade.
— Esa leyenda podría pertenecer a un mitema que igualmente ha sido representado en este Caldero de Gundestrup, pues me he fijado en una de sus placas en las que un personaje gigante zambulle en una cuba a un guerrero y que luego hay otros a caballo, como si hubieran resucitado —dije por mi parte.
— Probablemente lleva usted razón. Además se da la circunstancia de que este Bran “El Bendito” descrito en las leyendas galesas de Las ramas de los Mabinogi es un gigante. Mas prosigamos con los calderos mágicos celtas. Hay un Caldero de Dirwrnach que otorga la mejor tajada de carne al guerrero más valeroso, pero que no cuece nada para el cobarde. Y existe un Caldero de Cormac que se rompe si delante de él se dicen tres mentiras, teniéndose luego que decir tres verdades para recomponerse. Tenemos igualmente el maravilloso Caldero de Cerridwen donde se cuece un caldo que otorga al primero que lo pruebe el supremo conocimiento y la videncia sobre el pasado, presente y futuro. Por no citar asimismo al Caldero de Goibniu que preside un festín en el que los comensales beben de su contenido y adquieren por ello la inmortalidad. Esta bebida de la inmortalidad tiene como referentes mitológicos indoiranios el soma, que un águila roba para Indra a los dioses védicos, y el haoma de los antiguos persas
— Muy interesante todo lo que me ha dicho. Lo tendré en cuenta
— Y ahora, amigo Oliverio, vayamos a escuchar la conferencia de Eranos.
Fragmento del capítulo NI POLITEÍSMO NI PANTEÍSMO
El Cairo (Egipto), 4 de septiembre de 1950, Lunes — 15 horas
He conocido a René Guénon. Me trasladé a su modesta casa, que ha denominado Villa Fátima en honor a la hija del Profeta del Islam, en el barrio de Duqqi, al oeste de la ciudad, en la esquina de la calle Nawal. Es alto y delgado, incluso de cara. La faz la tiene pálida. Los ojos, muy azules. Su rostro me ha recordado algunos de los pintados por el Greco. Viste sencillamente, al modo musulmán, con un galabieh y babuchas. Físicamente parece frágil. Desde su casa se divisan dos de las tres grandes pirámides más allá de un palmeral.
Me he presentado como un joven filósofo español que se encuentra investigando acerca de la tradición celtibérica y le he transmitido los saludos de Mircea Eliade, a la par que le he entregado una carta que me dió para él. Ignoro lo que pondría en la misma, pero, tras leerla, me ha invitado a pasar a su pequeño estudio que, como el resto de las habitaciones, va a dar a un vestíbulo embaldosado. Las puertas de las mismas estaban abiertas, pero las ventanas se encontraban totalmente cerradas para reducir el calor. Al lado de su despacho tiene otra pequeña habitación que utiliza como oratorio, lo he deducido al ver que tiene una alfombra para las oraciones rituales. En su despacho hay una mesa escritorio. Se sienta sobre una silla de estilo árabe, aunque rústica, y de madera negra. Además dispone de dos pequeños sillones de terciopelo a ambos lados del escritorio, para los visitantes. Asimismo, frente al escritorio hay dos estanterías de madera blanca repletas de carpetas, revistas y libros que tiene muy etiquetadas. En cada pared tiene cartelas en árabe.
Fragmento del capítulo EL VASO DE LOS TOROS
El Cairo (Egipto), 6 de septiembre de 1950 — 22 horas
He vuelto a consultar a Coomaraswamy y me he zambullido en la lectura de las cosmogonías de los Vedas y del Vedanta (especialmente Upanishads). A partir de las explicaciones que me diera Guénon ayer sobre los estados múltiples del ser y la doctrina de la No-Dualidad, he podido comprender parte de estos mitos cosmogónico, que Coomaraswamy también disecciona.
Mi asombro ha sido enorme al encontrar relaciones diversas entre algunos de estos mitos y otros relatos de los Vedas y de las Upanishads con diversas imágenes de la cerámica numantina celtibérica arevaca, especialmente la referida a la gran crátera u olla denominada Vaso de los Toros así como diversas representaciones sobre el caballo, en torno al cual ya me dieron sus consideraciones en Ascona tanto Eliade como Dumézil.
El Vaso de los Toros tiene, para mí, dos partes diferenciables, a los que he denominado Vaca Varuna-Mitra y Toro-Indra. En la primera sección es donde veo una correlación arquetípica con el relato cosmogónico hindú que parte del Huevo Primigenio o Hiranyagarbha.
Las referencias hermenéticas sobre Varuna-Mitra se encuentran en Eliade, que a su vez cita diversas consideraciones de Dumézil. Igualmente, Coomaraswamy, desde otro enfoque más esotérico, habla sobre Varuna y Mitra.
El mito cosmogónico en cuestión aparece ya en el Rig Veda (X. 82 5-6), en el Código de Manú y el Chandogya Upanishad, que yo sepa. En los Himnos Órficos también hay una cosmogonía que parte de un Huevo.
Voy a reflejar en el diario algunas de estas relaciones arquetípicas, que tendré que complementar en un amplio dossier una vez llegue a Madrid.
Fragmento del capítulo TRADICIÓN ORAL Y NUMANCIA COMO CENTRO ESPIRITUAL
El Cairo (Egipto), 9 de septiembre de 1950 , Sábado — 18 horas
He tenido que interrumpir el diario. Unos españoles alojados en este mismo hotel se enteraron de que tenían un compatriota alojado en el mismo y llamaron a la puerta. Por cortesía les he acompañado a tomár un café en el restaurante.
Había dejado el hilo de la conversación con Guénon cuando éste hablaba de la tradición oral. Me recordó que el mismo Platón, en las últimas páginas de su Fedro, criticó la invención de la escritura: “Ella no producirá sino el olvido en las almas de los que la conozcan, haciéndoles despreciar la memoria; fiados en este auxilio extraño abandonarán a caracteres materiales el cuidado de conservar los recursos, cuyo rastro habrá perdido su espíritu... Los discípulos, cuando vean que pueden aprender muchas cosas sin maestros, se tendrán ya por sabios, y no serán más que ignorantes, en su mayor parte, y falsos sabios insoportables en el comercio de la vida.”.
— Los libros son maestros muertos, querido Oliverio. El maestro es el que vivifica la letra pues conoce cual es su espíritu. Los druidas, pese a conocer el alfabeto griego, no quisieron plasmar por escrito sus enseñanzas, las cuales debían ser muy complejas si creemos a Julio César, puesto que el aprendizaje duraba veinte años. Y la explicación que da César acerca de su negativa a utilizar la escritura es muy similar a la de Platón. Y aún hoy día, querido Oliverio, le puedo asegurar que la auténtica doctrina esotérica se transmite de maestro a discípulo preferentemente de manera oral, tanto en India como en el esoterismo islámico.
— En la Celtiberia debió acontecer algo similar puesto que sólo debido a la influencia romana comenzaron los celtíberos a reflejar por escrito, con caracteres iberos y romanos, cuestiones relativas al comercio, la hospitalidad y aras votivas y funerarias. La lengua celtibérica esta, al parecer, una lengua celta más arcaica que la de los galos y con bastantes similitudes con la lengua goidélica de los celtas de las islas británicas. Indudablemente debieron existir sacerdotes entre los celtíberos, aunque no fuesen exactamente como los druidas. Y quizás siguiendo sus indicaciones los alfareros pintaron tan extraños dibujos esquemáticos.
— ¿En qué consisten tales pinturas?
— Abundan los caballos con círculos cruciformes o eswásticas en sus lomos; proliferan los peces y las aves, las eswásticas enmarcadas en agrupamientos de figuras geométricas diversas, círculos concéntricos, espirales simples o dobles... —resumí. Después, me requirió más datos y le fui explicando con mayor detenimiento la iconología de la cerámica numantina y le fui exponiendo las diversas interpretaciones que podía irlas dando en función de las conversaciones de Ascona y las lecturas de Coomaraswamy, así como de lo que ya había aprendido de él mismo.
— Es una imaginería muy simbólica, muy tradicional. No sería de extrañar que, a través de estas pinturas, la casta sacerdotal haya querido transmitir parte de su doctrina cosmológica y metafísica, como usted mismo ha intuido, Oliverio. Le animo a seguir profundizando en sus investigaciones, para lo cual le recomiendo muy vivamente a Coomaraswamy....
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